¿Nos conviene la caída del imperio?

 
Ricardo Escalante, Texas
 
Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina nunca han estado exentas de altibajos y reclamos de mayor atención, y nunca lo estarán porque cada país defiende sus intereses y las potencias tratan de sacar ventajas.  Y ahora, cuando se avecinan las elecciones del 7 de noviembre, aumentan las consideraciones acerca de si la reelección de Barack Obama  significará el comienzo de una etapa de estabilidad y mejor intercambio económico o si, por el contrario, sería preferible el regreso de los republicanos.
 
Es temprano para emitir juicios definitivos porque todavía no se conoce el nombre del candidato republicano y, por supuesto, menos aún sus puntos de vista sobre los problemas hemisféricos, pero los perfiles de los aspirantes no lucen esperanzadores. Tanto el precandidato Mitt Rommey como sus contendientes parecieran augurar una menor comprensión de los tiempos convulsos que atraviesa Latinoamérica.
 
Más allá de los intereses geopolíticos regionales y mundiales, las promesas económicas y políticas internas prevalecerán en la campaña electoral. Un primer síntoma es que la popularidad del Presidente Obama ha disminuido cuando los precios de la gasolina se disparan, el número de desempleados sigue siendo agobiante (8.3 por ciento) y el déficit comercial continúa creciendo (473.400 millones de dólares en 2011). El déficit fiscal de casi 1.330 billones de dólares que los críticos endilgan a Obama es de vieja data y de responsabilidades compartidas por los dos partidos, y tiene que ver con guerras y carrera armamentista, con irresponsables préstamos de vivienda y otras políticas.
 
Las importaciones chinas, que reemplazaron a miles de productos otrora producidos en suelo norteamericano, desplazaron a millones de trabajadores e hicieron desaparecer pequeñas empresas que hacían sus aportes económicos. Casi todo lo que se compra en Estados Unidos es “made in China” o tiene componentes provenientes del exterior, lo que repercute en la vida nacional.
 
¿Y qué tienen qué ver esos asuntos domésticos de Estados Unidos en las relaciones con la región? Pues mucho, porque hay productos que dejaron de ser elaborados en EEUU y podrían ser importados de la zona, con lo cual se favorecerían los planes de asistencia comercial con Latinoamérica.
 
Nadie podría negar que además del combate al terrorismo, Obama ha tenido éxitos no fáciles de medir:  La secretaria de Estado Hilary Clinton ha viajado cerca de 30 veces a la región, él también lo ha hecho y bajó el tono duro del discurso de George Bush, desmontando así los argumentos radicales de Hugo Chávez y sus asociados y poniendo en evidencia que el asedio militar existe sólo en la mente del líder venezolano.  ¿Qué Estados Unidos debería hacer mucho más para comprender a América Latina y para mejorar su política regional?  ¡Claro que sí!  Eso no está en duda.

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