¿Una OPEP del etanol?

La gira del presidente estadounidense George W. Bush por América Latina en marzo busca impulsar una alianza estratégica con Brasil para desarrollar biocombustibles, lo que ha puesto en guardia al principal exportador de petróleo de la región, Venezuela.

Por Humberto Márquez
IPS/editorjc

Bush visitará entre el 8 y el 14 de marzo Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México, y su diálogo con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva será «una enorme oportunidad» para incentivar la producción y el comercio de etanol, o alcohol carburante sustituto de la gasolina, según Gregory Manuel, consejero especial para asuntos energéticos de la Secretaría de Estado (cancillería) estadounidense.

El diario brasileño O Estado de São Paulo, de la sureña ciudad que será sede del encuentro, adelantó que los mandatarios impulsarán «una especie de OPEP del etanol», es decir, «un mercado hemisférico que garantice el suministro estable de biocombustibles, con producción diversificada por toda la región».

Brasil es el mayor productor mundial de etanol que obtiene de la caña de azúcar y ha desarrollado también la producción de biodiésel a partir de oleaginosas para mezclar o sustituir el combustible fósil de los motores diésel.

«Una OPEP del etanol es imposible, porque ese combustible nunca podrá ser sustituto del petróleo», advirtió a IPS el especialista venezolano Alfredo Michelena. «Pero en cambio puede reemplazar un pequeño porcentaje del consumo estadounidense de carburantes, equivalente al suministro petrolero que recibe de Venezuela», agregó.

La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), integrada por Angola, Arabia Saudita, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Irán, Iraq, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar y Venezuela, produce cerca de 40 por ciento de los 84 millones de barriles diarios de crudo que consume el mundo y son suyos casi dos de cada tres barriles (de 159 litros) que se comercializan internacionalmente.

Estados Unidos devora uno de cada cuatro barriles de crudo que produce el planeta, y uno de cada dos de gasolina. Sus principales proveedores externos son Canadá, México, Arabia Saudita y Venezuela, que le exporta cada día casi 1,4 millones de barriles, cerca de seis por ciento del consumo total estadounidense. Esa demanda aumenta con el auge de la economía estadounidense –que creció 3,3 por ciento en 2006, según su Departamento de Comercio– por lo que Washington, «junto con ponderar los riesgos asociados a la situación política en el Medio Oriente, tiene la clara intención de disminuir su dependencia petrolera de Venezuela», apuntó Michelena.

Desde hace tres años, Washington y Caracas mantienen una dura confrontación política y diplomática, al punto de que el Comando Sur –una de las siete divisiones territoriales de las fuerzas armadas estadounidenses en el planeta, cuya área incluye América Latina y el Caribe–, considera a Venezuela » amenaza hemisférica» por su «populismo radical». Pero pese a ello, el flujo petrolero se ha mantenido sin interrupciones.

Venezuela, cuyo «salario nacional» depende de sus exportaciones de 2,5 millones de barriles diarios, busca por su parte otros mercados, como los de China e India y los vecinos latinoamericanos y caribeños desprovistos de petróleo.
Los volúmenes que despacha Venezuela puede reemplazarlos Estados Unidos con mayor empleo de biocombustibles y el ingreso del petróleo de su boreal estado de Alaska, según Michelena, y por eso trata de conquistar a Brasil, «que no tiene un pacto petrolero con Caracas, aunque ambos son socios del Mercado Común del Sur», recordó.
A su juicio, los estadounidenses «venden la idea de que los países latinoamericanos podrían incorporarse a la producción de ese rubro para abastecer al Norte, con la ventaja de que llegarán inversiones y tecnología para impulsar la agricultura y millones de personas podrán salir de la pobreza».

El auge de los biocombustibles obedece a los principales problemas que se achacan al petróleo: su elevado precio, su responsabilidad en el recalentamiento global y su carácter de fuente de energía no renovable.

«Lo que Estados Unidos pretende es imposible», afirmó en una de sus charlas por radio y televisión el presidente venezolano Hugo Chávez. «Para sostener con etanol su estilo de vida, en el cual 70 de cada 100 personas tienen vehículo, habría que sembrar con maíz cinco o seis veces la superficie del planeta Tierra», advirtió.

Estados Unidos obtiene etanol del maíz, en tanto Brasil y Colombia, y en menor medida Cuba y Venezuela, lo extraen de la caña de azúcar. La capacidad de producción estadounidense se cifra en 300.000 barriles diarios, pero sólo 600 de sus 200.000 gasolineras expenden la mezcla E85, carburante con 85 por ciento de etanol. Brasil, primer productor mundial de etanol (con 600.000 barriles diarios), es también el mayor consumidor, con más de 80 por ciento de sus vehículos equipados para usar gasolina, alcohol o una mezcla de ambos, y no oculta su interés por ampliar su horizonte de mercados, lo que puede llevar a un nuevo entendimiento Lula-Bush.

Chávez sostiene una fuerte alianza política con Lula, en tanto sus gobiernos impulsan la construcción de un gasoducto que cruzará Brasil desde yacimientos en el Caribe hasta mercados en el Río de la Plata. El venezolano hizo un disparo por elevación hacia un acuerdo Washington-Brasilia en materia de etanol. El mandatario apeló a razones éticas, como el hambre en el mundo.

«Para producir un millón de barriles de etanol habría que sembrar 20 millones de hectáreas de maíz. ¿Es justo hacerlo si hay 800 millones de hambrientos en el planeta? ¿Cuántas personas comerían con esa producción?», se preguntó. «Para llenar el tanque de combustible de 25 galones (95 litros) de un vehículo una vez haría falta la cantidad de granos suficientes para alimentar a una persona durante un año», según el cálculo de Chávez, un argumento ya utilizado por organizaciones ambientalistas.

El mandatario invocó informes según los cuales la agricultura ya compromete 70 por ciento del agua dulce del mundo, «y la expansión de los cultivos comprometerá más ese recurso necesario para la gente, sin hablar del impacto sobre el suelo del mayor uso de agroquímicos y la tendencia al monocultivo para alimentar las plantas de etanol».

Lester Brown, presidente de la institución ecologista estadounidense Earth Policy Institute, ha advertido que son los automóviles, y no las personas, los responsables de que se incremente en ese país el consumo de cereales, mientras que para los 2.000 millones de personas más pobres del mundo el aumento en el precio de los granos es una amenaza. Chávez evocó en su admonición que «hemos visto en México gente protestando por el alza en el precio de las tortillas (de maíz) ¿Por qué? Porque en la medida en que Estados Unidos instale plantas de biocombustible se llevarán para allá el maíz mexicano, y esa es una causa de los aumentos».

Venezuela, entretanto, se mantiene desafiante respecto de los suministros de petróleo a Estados Unidos. «Si no lo quieren, pues no lo compren», declaró el canciller Nicolás Maduro, en respuesta a las frecuentes advertencias sobre esa relación que llegan desde el Departamento de Estado o el Congreso legislativo estadounidense. Mientras, la fiebre del etanol recorre el mundo, desde pequeñas producciones como las de Nicaragua o Panamá hasta grandes proyectos, como el de Japón, que espera producir dentro de dos décadas al menos 100.000 barriles diarios de ese combustible renovable.

También Venezuela, que importa etanol brasileño para sus mezclas de gasolinas (por ser menos contaminante que el aditivo Metil-Terbutil-Eter, MTBE, que agrega octanaje) proyecta sembrar 276.000 hectáreas de caña destinadas a la producción, una vez extraídos los azúcares, de unos 25.000 barriles diarios del alcohol carburante.(

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