Alah Akbar

 

Juan José Monsant Aristimuño

Al grito entrecortado, desgarrador, apresurado, los dos hombres comenzaron a vaciar los cargadores de sus respectivos fusiles de asalto Kalashnicov      AK-47 sobre los sorprendidos hombres que les vieron irrumpir, cual samuráis de comiquitas, cuando se encontraban sentados alrededor de la mesa oval de la sala de reunión, donde semanalmente, cada miércoles a las 10:30, se congregaban para dar los toques finales al contenido del semanario humorístico Charlie Hebdo, sustentado en ingeniosas y ácidas caricaturas. El que compite con Le Canard enchainé fundado en 1915, de corte político, liberal, tenido como el más sarcásticos de los semanarios humorísticos  franceses,  que no perdona reyes, sacerdotes, ministros, escritores, actrices que cometa una gafe imperdonable, para evidenciarla mediante la más terrible de las armas: humor, la pluma.

Ya está, eso fue todo, doce cuerpos con numerosas perforaciones de balas calibre 7,62mm salidas de sendos fusiles capaces de disparar 600 balas por minuto a una velocidad de 717 metros por segundo,  impactaron  la carne y   los huesos de los doce cuerpos que  se revolcaron sobre sí,  para caer de lado, sobre la mesa, tras sus sillas de redacción, quizá dejando pedazos de cerebros esparcidos en las paredes, y sangre, mucha sangre en el piso donde resbalaban los pocos que salieron con vida pero heridos. Sus vidas, la de cada uno de ellos con sus historias familiares, personales, laborales, amorosas, espirituales, sus dolencias, ambiciones y debilidades quedaron para las condolencias, la indignación, la rememoración y el símbolo; si es que tiene algún sentido convertirse en símbolo. Ya vendrán otros, como otros se fueron antes. Fue el triunfo de la barbarie sobre la civilización.

Lo desconcertante, si es que hay algo que no sea desconcertante en esta acción, es que los asesinos entraron gritando ¡Alah Akbar!, ¡Alah Akbar!, ¡Dios es Grande, Dios es Grande! Y uno se pregunta, Grande para qué y porqué. Y cuál Dios es ése por quien se asesina en su nombre?

Alá, el Dios de los musulmanes, es el mismo Dios de los judíos y los cristianos. El Dios de Abraham, Isacc, Jacob y Jesús; y, ni la Tanaj, la Tora ni en la Biblia cristiana aparece un Dios ordenando asesinar a los no creyentes, a ser humano alguno. Por el contrario se castiga, es pecado mortal, está prohibido el asesinato del hombre, de los seres vivos.

También se dice que el Corán prescribe: quien mata a una persona es como si hubiera matado a toda la humanidad (Sura 5.32). No estoy seguro, porque se refiera a los Hijos de Israel, según ese sura; el caso es que los cristianos somos todos Hijos de Israel en el sentido bíblico, todos los hombres son el pueblo de Dios. De modo que toda esta ebriedad de sangre, degollamientos, bombas deben explicarlos los jefes políticos musulmanes quienes son, a su vez, en casi todos los casos, los jefes espirituales de los islamitas. Así que mientras ponen orden en su casa, Occidente, Europa, sin complejos, concesiones ni sensiblerías hipócritas, debe defender su cultura, sus valores, el respeto a la dignidad del hombre, la tolerancia, la libertad, que tantos siglos y contratiempo ha costado alcanzar.

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