Ana Blandiana: “Sin memoria la sociedad es un monstruo moldeable por fantasías criminales”

 Ana Blandiana

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En esta entrevista el sociólogo e investigador venezolano Tulio Hernández (Rubio, Táchira, 1956) conversa con la escritora rumana Ana Blandiana (Timisoara, Rumanía, 1942), una de las autoras más relevantes de las letras europeas contemporáneas. Además de su vasta obra literaria, que abarca la poesía, la prosa y el ensayo, Blandiana es reconocida internacionalmente por su compromiso en la lucha contra el totalitarismo y la recuperación de la memoria rumana, tras su destrucción efectuada por la dictadura comunista encabezada por Nicolás Ceausescu. Un aspecto que ha determinado buena parte de su trabajo creativo y que la impulsó a poner en marcha, en 1993, el proyecto Memorial Sighet para recordar a las víctimas del comunismo y la resistencia anticomunista en Rumanía.

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Ana Blandiana (Timisoara, Rumanía, 1942), cuyo verdadero nombre es Otilia Valeria Coman, fue invitada especial de la Feria Internacional del Libro de Bogotá el año 2018. En una de sus intervenciones habló largamente sobre los horrores del comunismo rumano, un ejemplo de barbarie que todavía produce ira y estupor.

Blandiana es una mujer lúcida, de ideas claras y frases directas. Autora de una importante obra literaria en la que confluyen poesía, narrativa y ensayo. Suele ser comparada con el checo Vaclav Havel y la rusa Anna Ajmatova como símbolos de valentía e integridad moral ante los totalitarismos que dominaron Europa del Este hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Comenzó a publicar muy joven. Bajo el régimen de Nicolás Ceausescu sus libros fueron retirados de la bibliotecas públicas y prohibida terminantemente la sola mención de su nombre. Traducidos al español se pueden leer apenas algunos de sus numerosos libros de poesía: Cosecha de ángeles (Juan de Mairena, 2007), Octubre, noviembre y diciembre (2017), El sol del más allá & El reflujo de los sentidos (2016), y Mi patria A4 (2014), estos últimos editados por la editorial valenciana Pre-Textos. Y de prosa, publicados por la editorial Periférica: Proyectos de Pasado (2008) y Las cuatro estaciones (2011).

Una vez que cayó el bloque comunista Blandiana fue la promotora del Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistenciaubicado en la ciudad de Sighet, considerado uno de los más importantes museos de la conciencia sobre los totalitarismos europeos.

Como venezolano exiliado por otro gobierno totalitario, me sentí profundamente conmovido por las similitudes entre lo que Ana Blandiana narró aquella tarde y lo que ocurre desde hace casi dos décadas en Venezuela. Salvando las distancias en el número de asesinatos, las lógicas de persecución al adversario y las operaciones de manipulación ideológica de la población se asemejan.

Al terminar la sesión logré concertar una entrevista, que realizamos al día siguiente. Durante nuestro encuentro estuve conmovido. No solo por su solidez intelectual, sino por la serenidad y dulzura con la que hablaba, incluso cuando recordaba las atrocidades y los crímenes de comunistas y fascistas.

Un aparato de destrucción

Tulio Hernández: ¿Cómo llega el comunismo a Rumanía?

Ana Blandiana: A bordo de los  tanques de guerra soviéticos. En medio de la Segunda Guerra Mundial, en 1944, cuando el Ejercito Rojo hizo su entrada. Hasta ese momento la presencia del Partido Comunista en Rumanía era insignificante, tenía menos de mil militantes. Pero luego de muchas escaramuzas y negociaciones que condujeron a la abdicación del rey Miguel I, el ejercito soviético se instaló e impuso el comunismo como fuerza de ocupación. Lo cambió todo con las armas de fuego. Para justificarlo, convocó a unas elecciones que fueron ganadas por la alianza de partidos democráticos, pero el Partido Comunista, el que organizó las elecciones, hizo fraude. Invirtió los resultados. Se adjudicó los votos del Partido Campesino, el Partido Liberal y el Partido Social Demócrata y declaró a su alianza como ganadora. Así comenzó la República Popular como órbita soviética. Todo lo existente se acabó con el exilio del rey y el arresto de todos los ministros.

Su vida ha estado marcada irreversiblemente por el comunismo. Usted nació en 1942 y Rumanía fue ocupada en 1944. Su padre fue preso y usted luego censurada ¿Eso ha hecho que le dé tanta importancia a preservar la memoria de ese período?


Mi vida y la de mi generación fueron marcadas por el horror del comunismo. Le puedo dar un ejemplo. Se trata de mi primer recuerdo político. Quizás de mi primer acto político, cuando yo tenía seis años de edad.
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Un día mi madre y mi hermana salieron de paseo. Yo me quedé en casa con mi padre, que era un sacerdote de la iglesia ortodoxa. Al rato llegaron unos policías de civil y dijeron que tenían orden de registrar la casa. Lo revolvieron todo y en un momento dado dijeron que necesitaban un testigo para levantar un acta.

Mi padre sugirió que buscaran a alguien en la calle. Ellos hicieron como si fuesen a salir pero de inmediato regresaron diciendo que no podían abrir la puerta. Entonces mi padre fue a abrirla y yo le acompañé ya que tenía miedo a quedarme con aquellos extraños. Entonces los guardias que se habían quedado dentro aprovecharon el momento para sacar una pistola que llevaban oculta y la colocaron en un cajón  de la sala.

Cuando regresó el que había salido, acompañado con el testigo, dijeron que tenían que revisar todo  de nuevo y, claro, encontraron el revólver. Entonces en presencia del testigo levantaron el acta y se llevaron a mi padre por posesión ilegal de armas.

Mi padre estuvo un largo tiempo en la cárcel y yo pasé años atormentada por la culpa de pensar que si no hubiese tenido miedo y no me hubiese ido detrás de él, tal vez no hubiesen podido meter la pistola en el cajón y mi padre no hubiese ido preso. Ese es mi primer recuerdo político. Es de comprender por qué me interesa la memoria de ese tiempo.

Los comunistas se dedicaron a destruir sistemáticamente todo el tejido social existente. Destruyeron las élites, la sociedad civil, la memoria, las empresas. Lo destruyeron todo.

Ayer le escuché decir que el comunismo rumano fue un descomunal aparato de destrucción. ¿Podríamos desarrollar esa idea?

Los comunistas se dedicaron a destruir sistemáticamente todo el tejido social existente. Destruyeron las élites, la sociedad civil, la memoria, las empresas. Lo destruyeron todo.

¿Qué hicieron con las élites?

Acabaron con ellas. Las élites políticas, intelectuales, económicas, campesinas, educativas fueron sistemáticamente destruidas. Primero deshicieron los partidos políticos. Los ilegalizaron y arrestaron a la mayoría de sus líderes. El edifico en donde funciona el Memorial de las víctimas, en Sighet, era la sede de una antigua cárcel. Allí encerraron a todos los que habían sido ministros durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Metieron presos a los intelectuales que habían presidido la Academia. Era un proyecto preciso de descabezar a la sociedad rumana, porque sin esa élite la sociedad era una masa fácilmente manipulable.

Después reorganizaron la escuela y el sistema educativo. En las escuelas se dejó de hablar de la historia de Rumanía, de su pasado, sus referencias. Todo eso fue sustituido por la valoración de nuestra amistad con la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas. No nos enseñaban cosas de Rumanía, sino de la URSS. No aprendíamos la geografía de Rumanía, sino la de la URSS. Se introdujo el ruso como segunda lengua obligatoria. En la escuela primaria teníamos ocho horas semanales de clases de ruso. Pero nadie lo aprendía. Era una forma de resistencia.

Y con las otras élites ¿qué ocurrió?

IgualLas cárceles se llenaron por años. Por escribir algo crítico o ser dueño de tierras ibas a la cárcel. A los campesinos se les encarcelaba si poseían cinco o más hectáreas de tierra. Muchos de ellos, que se negaron a entregarlas, se tuvieron que refugiar en las montañas y comenzar una resistencia armada. Era tan común ir a la cárcel que todas las familias acostumbraban guardar detrás de la puerta un kit de abrigos preparados para el invierno por si venían a buscar a un miembro de la familia para llevárselo.

Mi padre también fue encarcelado. La acusación que pesaba sobre él era la de no profesar el materialismo dialéctico. Cosa que mi padre no podía hacer porque era un sacerdote cristiano. ¡Fue preso por creer en Dios!

Para que se haga usted una idea, según las cifras del Memorial, entre 1947 y 1964, cuando Ceausescu llegó al poder, se habían producido un millón de arrestos, de los cuales solo 660 mil habían sido medianamente juzgados, aunque fuese un simulacro. El resto habían sido encarcelados sin juicio ni órdenes de captura. Pero en realidad las víctimas ascienden a unos cuatro millones, porque los familiares de los presos eran deportados, a los hijos se les negaba ir a la a escuela o cursar estudios universitarios, o simplemente les expulsaban de sus casas, se les echaba a la calle.

Aurel Vlad. “La corte de las víctimas sacrificiales”.
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La pedagogía del no olvidar

Entiendo que entre toda esa destrucción lo que a usted más le perturba es la destrucción de la memoria. Tanto, que ha llegado a decir que el producto mayor del comunismo es el hombre sin memoria.

Efectivamente, a mi juicio la victoria más grande del comunismo es haber creado al hombre sin memoria. Un ser humano con el cerebro lavado, que no debía recordar lo que le sucedió, ni lo que tuvo, ni lo que hizo, durante el período comunista. La memoria fue asumida por ellos como una forma de verdad que debía ser destruida para poder manipular a su antojo. Es después de 1989, cuando cobramos conciencia del fenómeno, por eso he sostenido desde entonces que la destrucción de la memoria es un crimen contra una nación y contra la historia. Esa es la obra primordial del comunismo.

la victoria más grande del comunismo es haber creado al hombre sin memoria

Para revertir ese proceso crearon el Memorial.

La creación del Memorial de las Víctimas fue una búsqueda desesperada de resurrección de la memoria de una generación que no sabía de dónde venía, ni hacia donde se dirigía y, en consecuencia, era incapaz de transmitirle nada  a las generaciones venideras.

En el Memorial los jóvenes entran en contacto por primer vez con un pasado que ni la escuela ni los padres lograron transmitirles. Es una pedagogía del no olvidar. Leen documentos, ven imágenes, escuchan el análisis y los testimonios acerca de los monstruosos mecanismos de una historia basada en el odio de clase y la represión de los más elementales derechos del hombre.

Por la experiencia que tenemos en Venezuela, puedo inferir que el odio es un componente fundamental de ese proceso de destrucción.

Los comunistas entienden el odio como un combustible de la historia. Y el odio y el fanatismo son lo mas difícil de eliminar, sobreviven a las formas institucionales que ellos sembraron. El sistema desaparece pero sus métodos y las mentalidades siguen con vida. Por eso sostenemos que el estudio del comunismo y de sus prácticas se perfila como un método inteligente de comprensión y solución de los problemas recientes del mundo.

Su juventud estuvo marcada por las dos grandes tragedias políticas del siglo XX: el fascismo y el comunismo. En el presente, a la distancia ¿cómo los mira, en que se parecen y en que se diferencian?

Debo aclarar que Rumanía no fue ocupada por los nazis. Tampoco el país deportó judíos como sí lo hizo, a gran escala, la vecina Hungría. Pero hoy todos sabemos que comunismo y fascismo son igualmente totalitarismos. Sólo que en el comunismo existe una forma de perversión que no existía en el fascismo. Los nazis no ocultaban sus crímenes. Incluso los registraban minuciosamente. En cambio los comunistas se cuidaban de que sus asesinatos, y en general sus crímenes, fuesen lo mas secretos posibles.

Los nazis tenían cierta inocencia porque estaban convencidos de que nunca iban a ser vencidos, creían ciegamente en su superioridad racial y moral. En cambio los soviéticos y, en general, los comunistas, decían que mataban en nombre del bien, de la igualdad, de la justicia. Los pueblos a los que invadían no eran victimas, eran “pueblos hermanos”. Ellos no se asumían como genocidas, se creían humanistas. Por eso digo que eran más perversos.

¿Entonces se podría decir que los nazis eran asesinos sinceros y los comunistas asesinos hipócritas?

Bueno puede ser (risas). Lo que quiero decir es que los soviéticos eran más perversos. No es que los nazis fueran mejores, pero cuando todo terminó fue mucho mas fácil desenmascararlos porque dejaron pruebas, mientras que los comunistas no. En 1989, en la República Democrática Alemana, cuando cayó el Muro, en la sede de la Stasi cogieron a los funcionarios triturando documentos, tratando de hacer desaparecer las evidencias. Por eso ha sido tan difícil reconstruir la memoria del horror comunista.

La gran particularidad del comunismo es que a diferencia de otras dictaduras no pretendía que sus súbditos fueran sólo súbditos, sino que les obligaba a sentirse felices por ser súbditos. Esa humillación, esa aberración, sólo puede impedirla la memoria, porque la memoria es el esqueleto de cualquier sociedad, y en la medida en la que ella es destruida, y el comunismo casi lo logra plenamente, la sociedad se convierte en un monstruo blando, desarticulado y moldeable por fantasías criminales.

La memoria sanadora

Entonces el trabajo de recuperar la memoria es un acto de sanación.

Definitivamente. El comunismo dejó a los rumanos una profunda herida en nuestros espíritus y en nuestra historia nacional. Y una herida no se puede curar, no se puede vendar para curarla, si no se quita la suciedad primero. Hay que limpiarla previamente, aunque ese proceso sea doloroso. Si la herida está llena de suciedad no se cura.

Lo importante no es solo que los culpables entren en la cárcel para que la sociedad renazca, lo importante es que se sepa lo que han hecho, que estos crímenes se hagan públicos, que se reconozca y explique su existencia, sus causas, sus métodos, para que no vuelvan a ocurrir.

Por eso escribió esa frase que sirve de guía al trabajo del Memorial: “Mientras la justicia no logre ser una forma de la memoria, la memoria es en si misma una forma de la justicia”.

El hecho de que se sepa lo que ha ocurrido es una forma de hacer justicia a las victimas. Que esos hechos hayan entrado en la conciencia pública ha cambiado la relación de los rumanos con un pasado tenebroso, es una forma de hacer justicia.

Veinticinco años después de la creación del Memorial ¿Cuál es su balance personal?

Algunas veces me pregunto si ha valido la pena, si en vez de escribir todos los libros que hubiese podido escribir y no he escrito, por haber dedicado tanto tiempo al Memorial. Pero cuando veo las grandes colas de la gente que quiere entrar en el museo me siento satisfecha, me respondo que sí, que ha valido la pena.

Creación literaria y activismo político

Hablando de libros: para los escritores involucrados en la lucha  política y la defensa de los derechos humanos la relación entre la creación y el activismo  siempre ha sido conflictiva. De un lado tenemos a quienes han hecho de la literatura un instrumento de lucha política, es el caso de la llamada “literatura comprometida”. Y del otro, quienes sostienen que la literatura no debe ser colocada al servicio de causas políticas, pues se vuelve ineficiente. ¿Entre esos extremos, donde se ubicaría usted?

Mi poesía no es política, en el sentido de que no se posiciona a favor de ningún partido, sino que comparte una preocupación cívica por los asuntos de la polis. Mis poemas nunca fueron slogans, consignas en versos, pero ha habido momentos en que se convirtieron, sin querer, en actos políticos. Su prohibición hizo que circularan clandestinamente, que fueran copiados y transcritos a mano por desconocidos no ligados a la actividad literaria.

A mi me parecía muy extraño ese fenómeno y el hecho de que la gente se aprendiera de memoria y recitara en plazas públicas mis poemas. Mi esposo me decía: “lo más importante no es lo que has dicho, lo más importante es que de este modo la gente lee poesía”.

¿Era la forma inversa, el antídoto, al realismo socialista?

No. Yo nunca he hecho literatura militante, realismo social. Por el contrario, mis relatos son muy fantásticos, muy distintos del realismo socialista. Pero en lo que escribimos va el contenido de la vida. El arte viste las ideas a través de las cuales describimos y explicamos las verdades que los totalitarismos tratan de silenciar.

La poesía no dice, sugiere. Cuanto más pretendes sugerir menos debes decir. Es un esfuerzo titánico: cuantas menos palabras usas, mejor. Las palabras en exceso siempre son sospechosas.

Entiendo que la poesía fue muy importante en la resistencia contra el comunismo en Rumania.

Y no solamente porque existieran autores reconocidos, también porque en las cárceles muchos presos políticos escribían poesía. Hay testimonios extraordinarios de cómo los detenidos componían sus versos y alguien que sabía el código morse los transmitía por sonidos a las celdas vecinas. Y había memoriosos que conservaban el poema y en las visitas se lo recitaban a un amigo o a un familiar y así se salvaban del olvido.

Gracias a las metáforas se lograba hacer circular verdades a espaldas o bajo las narices de la censura. La poesía ocupó en Rumanía y otros países orientales el lugar de la filosofía, la historia o la religión, que estaban prohibidas. En medio del comunismo rumano la poesía representaba la libertad.

Por eso sus poemas fueron objeto de censura, se supone que eran leídos como  denuncia a la dictadura de Ceausescu, especialmente se recuerda su ciclo de poemas publicados en la revista Amfiteatru, entre diciembre de 1984 y enero de 1985

Las represalias a esos poemas por el régimen de Ceausescu fueron muchas. La revista fue retirada de circulación, el director despedido, me prohibieron el derecho a publicar, e incluso mucha gente temía que me sucediera algo grave, la cárcel o un atentado.

Fue un revuelo internacional. Recibí mucho apoyo de intelectuales italianos y alemanes que condenaron públicamente la represión. El diario británico The Independent le dedicó una página a los poemas y a denunciar la persecución. Les llamaba la atención en especial el ensañamiento con el poema “Todo”, que era una simple enumeración de palabras en apariencia inofensivas. Fue uno de los que más circuló clandestinamente. Era lo que en ruso se llamaba samizdat, un término que se usaba para designar literatura underground copiada a mano por lectores desconocidos que la hacían circular clandestinamente.

Cuando Ceausescu decidió ser Dios

 Imagen del film “Autobiografía de Nicolás Ceausescu” (2010), dirigido por Andrei Ujica.
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Ya que lo ha mencionado, por qué no nos habla de Ceausescu. Cuando él llegó al poder ya estaba usted en plena creación literaria, ¿cómo lo mira ahora, desde el presente?

Para que se entienda mi opinión, tengo que decir que el comunismo rumano tiene dos etapas distintas:  la primera, la estalinista, que va de 1947 a 1964; la segunda, la de de Ceausescu, de 1964 a 1989. La etapa estalinista fue, por supuesto, muy represiva y las cárceles se llenaron de gente. Ceausescu, en cambio, al llegar al poder comenzó a abrir las cárceles y liberar a los presos. Fue un disidente del Pacto de Varsovia que se negó a entrar con las tropas a Checoslovaquia en el momento de represión de la Primavera de Praga. El mayor período de libertad ocurrió entre 1964 y 1971, cuando a los escritores se nos permitió publicar de nuevo, e incluso salir del país.

Todo eso se terminó en 1971, cuando luego de viajar a China y Corea del Sur, Ceausescu sufrió una transformación, pues allí descubrió lo maravilloso que puede ser para una persona convertirse en Dios. Al conocer en persona a Mao y a Kim Il Sung descubrió el culto a la personalidad asiática y eso lo enloqueció. Fue cuando decidió importar el modelo a Rumanía y comenzó el endurecimiento paulatino del régimen.

Hay una película muy reveladora que se llama Autobiografía de Nicolás Ceausescu (2010)Es un documental que se compone de muchos fragmentos de películas de autoalabanza que se hicieron en la segunda etapa de su gobierno y que Ceausescu en persona aprobó y promovió. La película no inventa nada. Es asombroso verla, son grabaciones oficiales. Ver como opera la vanidad en el poder, como este hombre se transforma en un Dios que, a partir de 1971, dedicará el resto de su vida a emular a Mao y a Kim Il Sung.

Ese deseo de ser Dios lo animó a destruir todo lo existente, destruyó ciudades, destruyó la capital, destruyó pequeñas poblaciones, acabó con las edificaciones históricas más representativas de Bucarest. Después de 1971, toda su vida fue un intento de llegar a ser como ellos.

¿Que siente usted, como persona, como individuo, ante esos gobernantes tan crueles?

Frente al comunismo siento una profunda indignación y un inmenso disgusto y dolor. Pero ante Ceausescu tengo sentimientos encontrados, mezclados. Porque después de 1989 los que llegaron el poder en ese momento eran sus rivales personales. Eran unos comunistas que Ceausescu había destronado del poder, alejándolos de su entorno porque los consideraba demasiado comunistas, demasiado estalinistas. Y ellos le reprochaban a Ceausescu no haber sido lo suficientemente comunista, lo suficientemente estalinista, y haber hecho cosas como volver a introducir la historia y la geografía del país en las escuelas.

Pero con ustedes Ceausescu fue también muy severo. A usted misma la persiguió. Muchos escritores siguieron el destierro. ¿Por qué usted nunca se fue del país?

Yo decidí no irme porque no me sentía preparada. Siempre he estado absolutamente convencida de que si alguna circunstancia me hubiera empujado a irme de Rumanía, eso me habría podido conducir a cosas terribles,  a una especie de suicidio literario.

Para terminar: alguien en el acto de ayer la confrontó con aquella frase en la que Adorno sostiene que “Después de Auschwitz es imposible hacer poesía”.

Me lo preguntan con frecuencia y siempre respondo que todo depende de lo que se entienda por poesía. Una cosa es entenderla como simple juego de palabras, como los que hacían los surrealistas. Otra, si se le entiende como un discurso cuya materia prima fundamental es el sufrimiento. Yo creo en lo segundo. Creo que la gran fuente del arte no es la felicidad, es el sufrimiento. Eso hace que la frase de Adorno para mi no pase de ser un desplante.

©Trópico Absoluto

Tulio Hernández (Rubio, Táchira, 1956) es sociólogo, profesor universitario y escritor venezolano dedicado al estudio de la comunicación y la cultura. Columnista del diario El Nacional de Caracas. Fue director del Centro de Documentación e Investigación de la Cinemateca Nacional de Venezuela y presidente de la Fundación para la Cultura y las Artes del Distrito Federal, Caracas (FUNDARTE). Su más reciente libro, Una nación a la deriva (Los libros de El Nacional, 2017) es una muestra de su trabajo de seguimiento analítico al denominado “Socialismo del siglo XXI”. Actualmente vive en Bogotá.

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