Ay España, ¡Cómo dueles!

German Gil Rico

El separatismo es la nota más aguda del regionalismo exacerbado. Es la herencia tribal. En Europa de tales desprendimientos han surgido pequeños países y Ciudades-Estado que han sido fuentes de perturbación tanto a lo interno como en el conglomerado universal, en razón del reacomodo indispensable en las relaciones diplomáticas y comerciales.

Desde sus orígenes, España no ha podido escapar de esa especie de maleficio. Fueron muchos los conflictos bélicos para unificar poblaciones de distintas procedencias y etnias, hasta lograr asentarlas en ese privilegiado territorio.

Aun cuando el separatismo en España es de más antigua data, en 1922 el catalán Francesc Macià fundó el primer Partido Independentista Catalán. Sin éxito entre la colectividad optó por la vía insurreccional. Invadió, con voluntarios, desde la Cataluña francesa. Fracasó y fue juzgado en Francia junto con 17 de sus adherentes, en lo que se conoce como  el Complot de Prat de Melló. La descabellada acción consagró a Macià, el abuelo (l’avi) tenía 65 años, como símbolo de la independencia.

Luego, especialmente en tiempos de la República que desembocó en la Guerra Civil y la instauración de la dictadura falangista liderada por el general Francisco Franco, en Cataluña se realizaron acciones de fuerza por la independencia, prohijadas y dirigidas por comunistas y anarquistas que controlaban la Generalita. El gobierno de la República hubo de someterlos retirando efectivos de los frentes que soportaban la arremetida falangista.

Hoy, en la época de los mayores avances tecnológicos y de las comunicaciones, hemos topado con el fantasma de Francesc Macià. El señor Mas se cree l’Avi redivivo. No cuenta con el consenso de la colectividad catalana, sólo tiene mayoría en el Parlament gracias a un tramposo sistema de asignación de las curules. Pero es irreductible en su empeño de separar a Cataluña del resto de España.

Pero como las desgracias no vienen solas del fondo de la caverna y, como es usual en el castrochavismo, con careta de abnegado defensor de los excluidos emerge un aventurero. El señor Pablo Iglesias, financiado por la dictadura castrochavista, comenzó a interpretar su papel de “encantador de serpientes” en el momento del estallido de la crisis económica mundial, originada en deleznables prácticas financieras del sistema bancario internacional, cuyos efectos letales están a la vista. El mentado señor Iglesias tuvo verbo para engatusar a los electores. Llegó al Parlamento Europeo y pone en práctica las mañas castrochavistas para asaltar la Presidencia del Gobierno español.

Ahora bien, si sólo fueran sus pretensiones nada importaría porque “deseos no empreñan”. Pero es que sus deseos estimulan los coqueteos de Pedro Sánchez con la silla de la Moncloa y allí el panorama se pone “pelúo”. Porque mire compañero Sánchez a los comunistas, filo-comunistas o castrochavistas, a todo efecto una misma y sola cosa, no se les puede dar una pluma porque roban la gallina. Los venezolanos tenemos 17 años de dolorosa experiencia. Recientemente hemos comenzado a despertar para salir de la pesadilla, de todo lo cual debe usted tener alguna información. Pero su postura, al menos frente a los medios de comunicación, proyectan alguna complacencia con los forajidos de PODEMOS.

Como ciudadano y socialdemócrata, compañero suyo, no puedo negar su derecho, méritos ni la obligación -en nombre del partido tan suyo como mío- de buscar ser Presidente del Gobierno de España, pero tal obligación y derecho se pierden cuando para lograr el objetivo se hace dejación de principios irrenunciables.

Pactar con el señor Iglesias (PODEMOS) es entregarle el poder al aventurerismo destructor, al populismo, al modelo económico sembrador de miseria y enterrador de valores morales. Así que piénselo compañero Sánchez, porque España duele mucho y a muchos. 

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@gergilrico

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