Desconcierto ante el futuro

.

Definitivamente la democracia pareciere ser una idea griega digna de estudio en primer año de Derecho. Una idea, solo una idea, una bonita idea a imitar, si fuere posible, solo si fuera posible.

.

Juan José Monsant Aristimuño

Nos encontramos frente a lo que se podría denominar coloquialmente el “desmadre” universal de los equilibrios alcanzados, en las sociedades y naciones del orbe, que nos lleva a preguntar si no estamos frente a una involución de la historia de ambos mundos, el Occidental y el Oriental.

     La encrucijada de Occidente (refirámonos con esta idea de Occidente como manera de pensar y actuar bajo unos valores compartidos). En realidad, aquellos transmitidos que se conformaron a través de los siglos, milenios, en la conjunción de encuentros culturales griegos, latinos, judíos y cristianos. Para nuestro caso, esos valores occidentales (en contraposición a los del Medio Oriente o del mundo musulmán y arábico) se centran en la posición del hombre como individuo frente al poder; la liberad individual, la separación de la religión del Estado, la aceptación de las minorías, la no discriminación, la libertad del mercado, el Estado de Derecho, el derrocamiento del absolutismo monárquico, el concepto de soberanía recaída en el pueblo, todos en permanente evolución, a medida que van apareciendo nuevos retos y libertades, como la igualdad sexual, el respeto a los Derechos Humanos que se van ampliando a medida de las necesidades y realidades, como la protección de la naturaleza y del mundo animal.

    Si observamos, esa evolución está centrada en el hombre y su dignidad, en la comunidad organizada; en la calidad de vida que va incorporando para acompañar su existencia, y la creación de normas generales y abstractas para facilitar y ordenar la convivencia. Del mismo modo que en su momento los nobles de Inglaterra se deshicieron del poder absoluto y arbitrio del rey, para llevarlo a ser uno más entre los pares. Conjunto de derechos y obligaciones en permanentes movimientos negativos y positivos; fuerzas contrarias como placas teutónicas. Acción y reacción, civilización y barbarie.

   En la actualidad, conjuntamente con esa aspiración y  evolución de la civilización, nos encontramos frente a lo que se podría denominar coloquialmente el “desmadre” universal de los equilibrios alcanzados, en las sociedades y naciones del orbe, que nos lleva a preguntar si no estamos frente a una involución de la historia  de ambos mundos, el Occidental y el Oriental, sin pasar por alto la impronta asiática equidistante de ambas concepciones.

     Con el inevitable derrumbe del modelo comunista de la Unión Soviética y la de sus aliados de Europa Oriental, el politólogo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama, en 1992 escribió un libro que fue un éxito no solo editorial sino que conmovió al mundo político internacional, “El fin de la Historia y el Último Hombre”, donde en síntesis planteaba que con el derrumbe del modelo comunista solo quedaba como modelo insustituible de convivencia la democracia liberal y la economía de mercado.

Veinte años después se ha hecho insostenible tal predicción. No solo los valores occidentales se encuentran en entredicho, sino que han surgido formas societarias no existentes en ese entonces. Europa, por ejemplo, ha sido invadida paulatinamente por el integrismo islámico, por el “buenismo” y hoy se debate en el desconcierto de encontrarse de nuevo consigo misma. Derrumba, como en España, los valores tradicionales y no encuentra sustituto, se debate entre un Pedro Sánchez fuera de lugar que le alcanzó el Principio de Peter y un Pablo Iglesias, especie de vago con añoranzas marxistas que adquiere una vivienda de 600 mil euros financiada por Irán y Venezuela.

  En nuestra América no estamos mejores. Definitivamente la democracia pareciere ser una idea griega digna de estudio en primer año de Derecho. Una idea, solo una idea, una bonita idea a imitar, si fuere posible, solo si fuera posible. El concepto de cacicazgo, el líder, el conductor, el patrón que indica el bien y el mal, el premio y el castigo, la pobreza y la opulencia. Venezuela  se vanaglorió de romper ese ciclo infernal durante 40 años, y en un santiamén se fue tras un militar ignaro y cruel, que trajo al país las mayores calamidades que haya conocido el continente desde que la descubrió Colón, y pretendió expandirla a Centro y Suramérica.Y hoy observamos con dolor y desconcierto cómo aún, Maduro y su corporación criminal, recibe el apoyo incondicional de gobiernos de la región.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *