Después de los crímenes de París hay que decir la verdad

Fernando Mires

Los viles asesinatos cometido por terroristas islámicos en el atentado de Charlie Hebdo no son los primeros. Tampoco serán los últimos de la cadena que construyen esos siniestros comandos que han convertido a su propia religión en una caricatura del mal. Otros hitos macabros fueron el 11.09. 2001 norteamericano y las explosiones en la Estación Atocha de Madrid el 11 03. 2004. Naturalmente, la indignación masiva ha sido similar en todos estos casos.

Las manifestaciones de multitudes reunidas bajo la consigna “Todos somos Charlie Hebdo” – en las cuales participaron minorías de diversas culturas y religiones, incluyendo la islámica- demostraron al mundo la disposición de no dejarse amedrentar por el chantaje terrorista. Los derechos humanos -ese fue el mensaje- no están sujetos a condiciones impuestas por seres sin alma (desalmados).

Si los terroristas querían amedrentar a la ciudadanía francesa y europea, lograron exactamente lo contrario. Francia se reconoció a sí misma como nación que representa valores como la democracia, el laicismo, la libertad de opinión, la tolerancia. Y está bien que así sea.

El mostrado en las calles francesas no tiene nada que ver con el nacionalismo odioso de los neo-fascistas e islamófobos. Francia, nación madre de las revoluciones democráticas, tiene una identidad histórica conquistada en muchas batallas. Solo los seres sin identidad definida –es el caso de los propios terroristas, pero también el de los neo-fascistas- usan la violencia como medio de expresión.

No obstante, sería falso presentar el atentado cometido por los hermanos de la muerte como un simple arrebato de odio cultural. El crimen cometido en Charlie Hebdo forma parte de un contexto. Ese no es otro que el de la guerra iniciada por el yihadismo en el propio mundo musulmán, guerra cuyo objetivo declarado es formar un Gran Estado Islámico (ISIS). Una guerra con muchos frentes de batallas, entre los cuales las ciudades europeas son unos más. No se trata entonces de actos de desesperación cometidas por personas “no integradas” como quieren hacer creer los “bienpensantes” (entre otros, los “Verdes” alemanes). Corresponden, queramos o no, a una lógica. Es la lógica de la guerra.

Los hermanos asesinos y sus cómplices realizaron una operación en la cual ellos son solo simples soldados. No actuaron por iniciativa propia. Lo hicieron por encargo, obedeciendo ordenes superiores. Ese es el punto. Pero es el mismo sobre el cual callan los gobernantes europeos.

Desde que Obama propuso la gran coalición internacional en la cual forman líneas casi todos los países europeos, lo hizo -a diferencias de Bush con su llamado difuso a “la guerra en contra del terrorismo”-  en contra de un enemigo muy definido. Ese enemigo es ISIS más las organizaciones terroristas que lo secundan. No hay como equivocarse. Solo así podemos entender por qué el objetivo de los asesinos de París no fue ni religioso, ni racial, ni cultural. El de ellos fue un objetivo militar y como tal fue saludado por ISIS, Al Qaeda y todas las organizaciones que los secundan.

¿Objetivo militar una revista de caricaturas? Sí, exactamente. Como también militar es el objetivo de las decapitaciones que ISIS viene realizando en los territorios controlados. Se trata, como en toda guerra, de aterrorizar al enemigo para después desmoralizarlo. Las cabezas de los decapitados son para ellos un medio de agitación y propaganda (guerra psicológica) como en cierto modo también lo fue el asalto a Charlie Hebdo. Quien no nos toma en serio, parecen decirnos, deberá morir.

ISIS usa diferentes tácticas de guerra. En los territorios que controla, sobre todo en Irak, lleva a cabo una “guerra de posiciones” a través de sus muy bien organizados ejércitos. En los que no controla, realiza una “guerra de movimiento” a través de comandos guerrilleros y terroristas. Esa es también una diferencia con los terroristas de los tiempos de Bin Laden.

Mientras para los antiguos terroristas el terror era un fin en sí, para ISIS es un medio, si se quiere, una táctica, en el marco de una guerra irregular y prolongada cuyo objetivo estratégico apunta a la formación del Estado Islámico. Así se explica por qué mientras Al Qaeda, antes de ser integrada al ISIS, no elegía a los muertos (daba lo mismo que fueran niños o ancianos) ISIS, en cambio, los elige cuidadosamente. Tanto los periodistas decapitados como las caricaturas son vistos por los directivos de ISIS como agentes del aparato de propaganda del enemigo.

El segundo objetivo del terrorismo es aún más claro: Se trata de hacer un llamado directo al mundo musulmán europeo. “O estáis con nosotros, los defensores del Profeta, o estáis con los infieles”. Para cumplir ese objetivo, ISIS cuenta con aliados indirectos. Entre otros, los partidos y grupos neo-fascistas y ultranacionalistas que abundan en Europa. Con razón los yihadistas nunca atacan locales de reuniones xenofóbicas, tampoco a sus manifestaciones públicas. Ellos, quieran o no, juegan un papel en el plan general de ISIS. Lo dijo muy claro el representante de las asociaciones islámicas de Alemania: “Quienes creen que el enemigo es el Islam, están siguiendo el juego de los terroristas. Eso es precisamente lo que ellos quieren que se crea”.

Cuando se supo lo del atentado de París, los neo-fascistas estaban de fiesta. Su autoprofecía estaba a punto de ser cumplida. Había llegado la hora de radicalizar posiciones. La familia Le Pen se frotaba las manos. Los alemanes de PEGIDA llamaban a su gente a las calles. Tuvieron que aparecer la voces enérgicas de Hollande y Merkel para dejar establecido, y de modo muy claro, que de lo que se trataba en el momento era defender a la democracia en contra de sus enemigos, vinieran de donde vinieran.

El llamado de Hollande y Merkel fue muy oportuno. Pero lamentablemente, incompleto. Faltó agregar lo más importante, a saber: que el atentado de París era parte de la guerra que llevan a cabo los milicianos de ISIS, no solo contra Occidente, sino en primera línea, contra diversos pueblos islámicos. ¿Por qué no lo dijeron? ¿Temor a no ser entendidos? ¿Tranquilizar a la población en un momento difícil? ¿Oportunismo? (La palabra guerra no es popular en Europa, y en periodos electorales, pronunciarla puede ser negativo) Cualquiera sea la razón, ese silencio es un alimento para quienes apuntan con el dedo a todos quienes profesan la religión islámica.

Por lo demás, no se trataba de revelar un secreto de Estado. Bastaba explicar de modo político un hecho objetivo: Europa, desde el momento en que aceptó formar parte de la coalición anti-yihadista propuesta por Obama, está en guerra en contra de ISIS. Luego, hay que decir que esa guerra no es entre el cristianismo y el Islam ni tampoco entre Occidente y el Oriente Medio. Se trata en fin de decir lo que todo el mundo sabe, que haber entrado a esa guerra implica asumir riesgos y obligaciones. Los atentados terroristas son parte de esos riesgos.

Entre las obligaciones que corresponden a Europa se cuenta recibir a refugiados que huyen de las tierras arrasadas por ISIS, la mayoría sirios e iraquíes. El peso militar recae sobre las espaldas de los pueblos islámicos que combaten directamente al ISIS y como siempre, de los EE UU. Pero, además, todo el mundo sabe que los gobiernos de Alemania, Francia y otros países, envían armas a Turquía y a los ejércitos kurdos, en su inmensa mayoría musulmanes, para que combatan directamente a los soldados de ISIS. Cada batalla ganada por los peshmergas kurdos en contra de ISIS es celebrada en Europa como un triunfo propio. Y con razón: Los kurdos, además de combatir por sus tierras, lo están haciendo en contra de los principales enemigos de Europa. Pero todo eso hay que decirlo, sin miedo y en voz alta.

Habría que agregar, además, que en esa guerra hay aliados y que los aliados no son necesariamente amigos, como no fueron amigos Churchill y Stalin. Irán, al igual que Egipto, y en nombre de sus propios intereses, se sumará a la guerra en contra de ISIS. El propio Hezbolá se apresta a enviar desde El Líbano milicianos a combatir a los ejércitos del ISIS. En fin, habría que decir que Europa no está sola en contra de ISIS y que gran parte de sus aliados llama a Dios con el nombre de Alá.

No, los enemigos de Europa no son los trabajadores musulmanes. Sin ellos muchas industrias europeas dejarían de existir. Hay que aceptarlos como son aunque no nos guste nada cuando embuten a sus mujeres en sus negras burkas (El espectáculo que brindan algunos rusos cuando se emborrachan en las calles, tampoco es demasiado edificante). La tolerancia es parte de los valores occidentales, y como señalizaron las multitudes francesas, esos no son valores transables.

Tolerar a quien es idéntico a uno es la cosa más fácil del mundo. Tolerar a quien es radicalmente distinto es verdadera tolerancia. La xenofobia y el fascismo son occidentales, pero no son valores occidentales. Eso también hay que decirlo.

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