El crimen como política de Estado

 

Casi un centenar de jóvenes han sido asesinados durante las últimas protetas en Venezuela

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«… sin pasar por alto los abominables crímenes perpetrados por los tiranos del Cono Sur y los centroamericanos, los venezolanos topamos con Hugo Chávez Frías, militar demagogo con vocación tiránica y deficiente formación académica…»

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Germán Gil Rico

“Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”. Palabras de Don Miguel de Unamuno, pronunciadas en el Paraninfo de la Pontificia Universidad de Salamanca, en respuesta a la agresión de la canalla franquista que pretendió acallarlo.

Desde el comienzo de los tiempos, valga la trillada frase, las tiranías instituyeron el crimen como método para enfrentar a quienes demandan respeto a las libertades ciudadanas. La acción criminal tiene dos formas de presentación. Selectiva o individual y colectiva o genocida.

La idea es, por una parte, silenciar voces disidentes cuyas denuncias y proposiciones para el cambio resuenan en vastos sectores de la población que las hace suyas y, por la otra, aplastar la protesta ciudadana amalgamada en torno a la defensa de la democracia incluidos  todos los derechos y garantías que le son inherentes; de la alimentación, la educación, el trabajo; las libertades política y económica, la de reunión privada o pública, la de asociación; así como la inviolabilidad del hogar y de la vida, la separación de poderes, piedra angular de la seguridad jurídica y de la democracia misma.

Tal fue el desempeño de connotados criminales de la talla de Juan Vicente Gómez, Lenin, Trostky, Stalin y Pérez Jiménez, para no escarbar mucho en el basurero de la historia. Esos criminales, sin ápice de compasión por el género humano, con el propósito de permanecer atornillados al poder, sostuvieron en un puño de hierro a los pueblos que tuvieron la desgracia de ser gobernados por semejantes monstruos, torturadores y asesinos. Sicópatas que optaron por el genocidio cuando el rechazo de la ciudadanía alcanzó dimensiones imposible de abatir mediante el asesinato selectivo. Así Gómez autorizó el vidrio molido en la comida de los presos de significación política y socio-espiritual; además de los mandados a morir en los trabajos forzados en las carreteras; Lenin, Trotsky y Stalin comenzaron asesinando la élite intelectual del antiguo régimen zarista, continuando con la colectivización impuesta a punta de bayoneta y metralla. Con los célebres “Juicios de Moscú” sacaron del camino importantes líderes comunistas “inconvenientes”. El tiro de gracia y la siembra en fosas comunes. También Pérez Jiménez permitió la tortura, el asesinato a líderes en las calles y en descampados. Esa dictadura envió lotes de estudiantes y trabajadores a los campos de concentración de El Dorado, Guasina y Sacupana.

Por último, sin pasar por alto los abominables crímenes perpetrados por los tiranos del Cono Sur y los centroamericanos, los venezolanos topamos con Hugo Chávez Frías, militar demagogo con vocación tiránica y deficiente formación académica, con problemas de conducta propios de la bipolaridad, quien  conducido a la presencia de Fidel Castro quedó a merced del más sanguinario de los tiranos latinoamericanos. Bajo su égida ejecutó la destrucción de la democracia y entregó la soberanía nacional e integridad territorial al despotismo caribeño. Nos convirtió súbditos de los hermanos Castro y cumpliendo, con fidelidad de vasallos, sus directrices practican el asesinato a sangre fría. Selectivos como el del agricultor Brito y el de los caídos en protestas callejeras que, por el número de los ejecutados sumados a los que mueren tanto por falta de medicamentos como de hambre, cobra dimensión de genocidio.

Hoy, a 206 años de la declaración de la independencia, llagó el momento de extraer de lo más profundo de la venezolanidad el coraje heredado de los libertadores y parar en seco la tiranía porque tenemos “derecho y razón”, que a los tiranos les falta.

Abominable el asalto a la Asamblea Nacional por brigadas rojas-rojitas del PSUV. Hirieron parlamentarios y empleados. J.T. Monagas lo hizo en 1848 con saldo de muertos y heridos. Por último le recordamos a Nicolás y su corte malandros, narcotraficantes y asesinos  que “EL CRIMEN NO PAGA”.

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