El Dorado, Guasina y… retornó El Dorado

Germán Gil Rico

La Colonia Penal El Dorado fue inaugurada el 21-10-1944, un año antes de ser derrocado el Presidente Isaías Medina Angarita, zaga de la Revolución Liberal Restauradora liderada  por Cipriano Castro, secundado por Juan Vicente Gómez. Fueron 46 años; 37 de férrea tiranía y 9 navegando entre una democracia de mano fuerte, etiquetada como “dictablanda”, y  de ensayo democrático para élites.

Ese penal, construido en la confluencia de los ríos Cuyuní, Yuruán y Yurari en plena selva amazónica, fue proyectado como colonia penal agropecuaria para recluir, donde ni pudieran pensar en escapar, delincuentes de alta peligrosidad, con el propósito de que el producto del aislamiento y el trabajo será una persona readapta a la sociedad. Además en la seguridad de que un pie fuera del establecimiento significaba topar con el comité de recepción de la muerte integrado por fieras, alimañas y con una vegetación hostil. Sin embargo un delincuente llamado Henri Charrière, mentiroso insigne, escribió un libro auto-biográfico en el cual asegura haberse escapado tanto de la Isla del Diablo, reclusión francesa, como de El Dorado.

La dictadura militar instaurada el 24-11-1948, luego de haber derrocado el gobierno democrático presidido por el ilustre novelista y porta estandarte de la dignidad republicana Rómulo Gallegos, el 08-01-1949 deportó a dicho establecimiento penal a un grupo de jóvenes que, en pacíficas manifestaciones, reclamaban el restablecimiento de las garantías constitucionales, libertad de los presos políticos y el retorno al sistema democrático. Como los militares todavía estaban en el curso preparatorio para ser tiranos, el acto criminal fue publicado por la prensa capitalina, lo que activó las alarmas de la colectividad nacional e internacional. De momento recogieron velas trasladando a los activistas de la democracia del “infierno” a los calabozos de un “purgatorio” citadino.

Guasina era una pequeña isla en el delta del río Orinoco utilizada, entre 1939 y 1943, como campamento para la cuarentena guardada por los inmigrantes que huían del horror de la 2ª. Guarra Mundial y atracaron en el horror selvático. Un cenagal habitado por serpientes, caimanes y plagas trasmisoras de enfermedades como la malaria y la leishmaniasis, con aguas contaminadas propagadoras de tifus y disentería.

 Pero los tiranos no se corrigen. Son como el “árbol que nace torcido” que no asume derechura por mayores que sean los cuidos del jardinero por enderezarlo. En 1951 la dictadura militar presidida por Germán Suarez Flamerich, un civil mampara, reabrió el campo de concentración de la isla Guasina y lo pobló con 822 presos políticos que, como ganado con fiebre aftosa, fueron echados al degredo. Varios murieron antes de que el río la inundara por completo. Como en macabra cascada casi todos han muerto víctimas de terribles enfermedades tropicales y otros, a no dudarse, de consunción. La Isla Guasina desapareció. Se la tragó el río.

Y…retornó El Dorado. Luego de 68 años (1949-2017) vuelve a ser utilizada como lugar de reclusión de activistas políticos. La vesania castrochavista ejercida por un grupo de sociópatas encabezado por Nicolás Maduro la ha rehabilitado para los mismos fines, deportando a estudiantes cuyas vidas peligran en un mundo de naturaleza hostil, rodeados por delincuentes inmisericordes. Siglos de civilización no han logrado, si quiera, morigerar la criminalidad del bárbaro al acecho. Tanto que cuando creímos superada cualquier posibilidad de que se abrieran campos para ignominia, apareció el bárbaro con el martillo y la hoz para demoler la Constitución y segar libertades y derechos en ella consagrados.

Más del 80% de los venezolanos estamos en pie de lucha demandando la restitución de la democracia. Miles han sido lesionados y encarcelados. Cerca de un centenar ha sido asesinado por la canalla castro-comunista aferrada al poder. El terror los invade. Terror a la justicia que tendrán que enfrentar por los daños morales, físicos y económicos causados a la Nación. Terror a la pena que les será impuesta por los tribunales de aquí y el de La Haya.

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