El mito del lider fuerte, nuevo libro de Archie Brown

En pocas palabras. Javier J. Jaspe

Washington D.C..

Termino de leer el último libro de Archie Brown, profesor emérito de Política en la Universidad de Oxford: El mito del lider fuerte (The Myth of the Strong Leader, Political Leadership in the Modern Age, Basic Books, New York, 2014, 466 pages). Libro que no dudo en calificar como uno de los mejores que he leído sobre el tema del liderazgo, por lo amplio de la investigación y las originales y esclarecedoras reflexiones que hace su autor, con base al análisis de un número importante de los lideres que han contribuido a escribir la historia política en diversos rincones del mundo durante el siglo XX y lo ya transcurrido del presente siglo..

El autor es una reconocida autoridad en la política de Rusia, antes y después de la Unión Soviética, y una eminente cifra de la comunidad académica, no sólo en la Universidad de Oxford, sino igualmente en los Estados Unidos, donde es miembro extranjero honorario de la Academia de Artes y Ciencias y se ha desempeñado  como profesor visitante en las universidades  de Yale, Columbia, Texas, Notre Dame y Brown. Sus publicaciones incluyen: The Rise and Fall of Communism, Seven Years that Changed the World, The Demise of Marxism-Leninism in Russia, and The Gorbachev Factor.

El libro que ahora reseñamos es producto de más de cincuenta años de estudio en el área política, así como de investigación y enseñanza en materia de liderazgo en diferentes partes del mundo, incluidas Norte América, Europa y Asia. A continuación va una reseña de algunos de los aspectos más importantes tratados en esta admirable obra, acompañada de breves comentarios.

 

El lider y el liderazgo democratico/pro-democrático  

Una acepción relevante y generalizada de la función de un lider lo coloca como una persona que guía o conduce un grupo en la realización de una actividad o el logro de un objetivo. En el área política, esta función adquiere notas específicas, pues la función del lider se encuentra encaminada principalmente a guiar al partido o movimiento politico para lograr la conquista del poder en un país y una vez obtenido éste, a ejercer el liderazgo destinado a llevar adelante la implementación del programa que le sirve de base a sus acciones.

La distinción modal del liderazgo politico en países con diversidad de sistemas de gobierno es uno de los aciertos metodológicos incorporados por Brown a la exposición que forma parte de su libro. A este efecto, en su exposición se refiere principalmente al liderazgo politico en los siguientes sistemas: (i) países democráticos, bien sea presidencialistas (EEUU, por ejemplo) o parlamentarios (Reino Unido, por ejemplo), o mixtos (donde coexiste un presidente con un primer ministro, Francia, por ejemplo), como al que ha tenido lugar en aquellos; (ii) países que han vivido o viven procesos revolucionarios caracterizados por el uso de una violencia que generalmente conduce a la instalación de regímenes autocráticos y/o totalitarios (Rusia en 1917, o Cuba en 1959, por ejemplo) , y (iii) países que actúan o han actuado bajo sistemas autoritarios o totalitarios de corte comunista (la Unión Soviética hasta 1989 o China actualmente, por ejemplo), o fascista (Alemania con Hitler o Italia bajo Mussolini, por ejemplo) .

Sinembargo, debe decirse de entrada que Brown le da preeminencia al liderazgo democrático y a aquél que tiene por objeto promover de manera pacífica la transición de un sistema autoritario o totalitario a otro de carácter democrático, como sucedió en la Unión Soviética para dar punto final al comunismo bajo el liderazgo de Mikhail Gorbachev, o en España con el papel jugado por Adolfo Suárez a la muerte del dictador Francisco Franco. En este contexto democratico y pro-democrático, el autor distingue entre líderes redefinidores y líderes transformadores, tal como se comentará más adelante.

 

Las características del lider y el mito del lider fuerte

Brown cuestiona que con alguna frecuencia se use la dicotomía lider fuerte – líder débil para calificar a un lider, ya que ésta tiene un efecto limitado y no es capaz de reflejar la verdadera importancia del papel desempeñado por un líder en el tiempo y contexto donde le corresponde actuar. En su lugar, sostiene que hay un conjunto de características que deberían pesar más sobre todo a la hora de apreciar líderes que han tenido una larga actuación en política, tales como: integridad, inteligencia, consistencia, trabajo en grupo, capacidad de juicio, mente abierta y cuestionadora, voluntad para consultar otras opiniones, habilidad para absorber y procesar información, carácter flexible, buena memoria, valor, visión, empatía e illimitable energía.

El autor entiende por lider fuerte a una persona que concentra una gran cantidad de poder en sus manos, ejerce un amplio control sobre su partido y domina un extenso espectro de políticas públicas, y toma de manera individual y excluyente las decisiones. En su opinión, el funcionamiento beneficioso del concepto de lider fuerte en la realidad no pasa de ser un mito, como lo demuestra al analizar varios casos de liderazgo. Este análisis pone de relieve que el lider fuerte es principalmente una manifestación presente en los regimenes autocráticos y totalitarios, generalmente acompañada de la noción de culto a la personalidad.

En los indicados regimenes, como fue el caso, por ejemplo, de Stalin en la Unión Soviética, de Mao en China, de Hitler en Alemania, de Nicolae Cceausescu en Rumania o Kim Il Sung en Corea del Norte, la  actuación del lider es rodeada de elementos de indoctrinación y propaganda destinada a adornarlo con cualidades que no tiene, a disimular sus defectos o a promover la ejecución incondicional e inmediata de sus actos, en algunos casos llegando a la adoración y hasta la idolatría. Actos éstos que, entre otros propósitos, perseguían ejercer una brutal represión y la ejecución de políticas de exterminio no sólo contra quienes se le oponían, sino igualmente de aliados o de quienes constituían, según el caso, el objetivo de tales políticas, como escritores, actores, músicos, homosexuales, incapacitados o judíos.

Con este antecedente, Brown deplora que en países con sistemas democráticos, como en el caso del Reino Unido, exista alguna tendencia a favorecer la idea del lider fuerte como paradigma a seguir por el liderazgo politico. En la búsqueda de alguna explicación de esta tendencia, el autor invoca a Max Weber, quien notó una vulgar vanidad en los politicos que los lleva a sentir una fuerte tentación para estar al frente de los acontecimientos tan claramente como sea posible, preocupados fundamentalmente por la impresión que ellos pudiesen causar en los demás.

El análisis que hace Brown demuestra igualmente que la tendencia a orientar la acción política a través de la aplicación de la noción del lider fuerte, en países democráticos como el Reino Unido, no ha sido especialmente exitosa y más bien ha dejado mucho que desear, particularmente durante los gobiernos de los Primeros Ministros Neville Chamberlain, Anthony Eden, Margaret Thatcher, y William Blair. La consideración de estas experiencias, sin dejar de reconocer los aciertos y rasgos positivos de sus respectivas gestiones, parece revelar que la pretendida aplicación de esquemas de lider fuerte conduce a una concentración indebida e ineficiente del ejercicio de la función de gobernar, cuando no a sobrestimación del liderazgo, infundada fe en la capacidad de juicio del lider, aparecimiento de rasgos despóticos en su actuación, desaprovechamiento de la capcidad y competencia de otros ministros, y a falta de trasparencia. Desventajas éstas que no pocas veces conducen a irreparables desaciertos, pérdidas de aliados y/o caídas estrepitosas de los líderes.

Por tanto, el verdadero dilema para el liderazgo politico consistiría en elegir entre el trabajo individual excluyente del lider y el trabajo colectivo con su Gabinete de ministros, opción esta última por la que se inclina decididamente Brown. Mientras que concentrar la preferencia en el trabajo individual bajo el concepto de lider fuerte llevaría a un ineficiente ejercicio del poder, el trabajo con su Gabinete permite al lider realizar una función de coordinación de sus ministros, respetando sus respectivas jurisdicciones, para así logar una adecuada coherencia de las decisiones, un mejor aprovechamiento de las fortalezas de los miembros del equipo y una mayor efectividad en la función de gobernar. De allí que el trabajo individual excluyente del lider fuerte, rodeado de asesores y ayudantes que le rinden culto y escasamente se atreven a contradecirlo, dista mucho de ser un desideratum, como plásticamente lo refleja el autor al sostener:

“There are only twenty-four hours in the day of even the strongest leader, and the more they try to do themselves, the less time they have to focus on each decision. In practice, quite a lot ends up being decided by their unelected aides and cronies”. “The False God of the Strong Leader”,by Professor Archie Brown. The Antonian. The Newsletter of St. Antony’s College. Oxford. 2014. Pages 10 and 11. http://issuu.com/stantscollege/docs/1201-st-antonys-antonian-07webs. (“Sólo hay 24 horas incluso en el día del líder más fuerte, y lo más que éstos tratan de hacer por sí  mismos, menor es el tiempo que ellos tienen para concentrarse en cada decisión. En la práctica, mucho finaliza siendo decidido por unos ayudantes que no han sido electos y sus compinches”. Traducción libre de JJJ).

 

Los liderazgos

Brown dedica valiosas reflexiones para analizar el tema del liderazgo de acuerdo con los diferentes contextos donde éste discurre (historico, cultural, sicológico e institucional) y le presta atención a los mitos, poderes y estilos conocidos en el liderazgo democratico. Así, por ejemplo, la importancia del contexto histórico donde se desenvuelve el lider es de vital importancia para analizar su papel en el momento donde le corresponde actuar, e igualmente para explicar las reacciones de la gente a la hora de prestarle o negarle apoyo. Ese sería el caso de Winston Churchill, lider conservador y Primer Ministro a quien correspondió actuar como el guía e inspirador que necesitaba la sociedad inglesa durante la segunda guerra mundial en el siglo pasado, pero quien a pesar de haber derrotado a Hitler, luego de finalizar la guerra no obtuvo los votos necesarios para su reelección y fue derrotado por el lider laborista, Clement Attlee.

Por su parte, las diferencias en  estilos y poderes de liderazgo los ilustra trayendo al libro, no sólo los casos de Churchill y Attlee ya referidos, sino también los de David Lloyd George, Neville Chamberlain, Harold Macmillan, Margaret Thatcher y William Blair en el Reino Unido. En el caso de Estados Unidos, incluye comentarios, entre otros, sobre Franklin D. Roosvelt, Harry Truman, Lyndon B. Johnson , Ronald Reagan y William Clinton. Igualmente, analiza los diferentes poderes con que cuentan los líderes en ejercicio de funciones gubernamentales, particularmente, en Estados Unidos y el Reino Unido. En el primero, el Presidente dispone de un fuerte derecho de veto legislativo, pero se encuentra sometido a serios frenos y contrapesos constitucionales derivados de la nítida separación de poderes y especialmente de los fuertes atribuciones del Congreso y la Corte Suprema, mientras que en el Reino Unido, el sistema parlamentario brinda un marco más amplio de facultades al Primer Ministro y a su Gabinete, en el ejercicio de la función gubernamental.

A renglón seguido, Brown pasa a analizar diferentes categorías de líderes .Veamos:

 

Los líderes redefinidores

El autor reputa como redifinidores a los líderes que en países democráticos desafían asunciones establecidas, redefinen aquello que se piensa es políticamente posible e introducen cambios en las políticas en aplicación para el momento que asumen el poder. Los líderes que Brown considera merecedores de ser incluidos en esta categoría de líderes son:

Estados Unidos: Franklyn D. Roosvelt (1933 – 1945) y Lyndon B. Johnson (1963 – 1969). Ambos líderes usaron al máximo sus poderes presidenciales y fueron inusualmente dominantes en el campo de las políticas aplicables. Roosvelt fue capaz, a pesar de las limitaciones impuestas al ejercicio de la función presidencial, de liderizar al país para dar una adecuada y creativa respuesta a la depresión que amenazaba con hundir su economía durante los años treinta, mediante la adopción de medidas que permitieron revivir ésta y fortalecer el sistema politico en momentos de graves dificultades. Igualmente, usó todos sus poderes, incluido el de persuasión, de manera efectiva, para preparar al pueblo estadounidense con miras a su eventual participación en la segunda guerra mundial contra la Alemania Nazi y para liderizarlo cuando, luego de la invasion de Pearl Harbor en diciembre de 1941, el país se incorporó a las fuerzas aliadas en dicha guerra. En el contexto de la crisis económica y la indicada guerra, durante su extenso mandato, Roosvelt solicitó y obtuvo la aprobación de medidas especiales y el otorgamiento de poderes adicionales por parte del Congreso, incluso a costa de haber tenido que mantener congelado el desarrollo de políticas favorables en materia de derechos civiles para los ciudadanos afro-americanos, con el fin de obtener el apoyo de los legisladores representantes de los Estados del sur.

Por lo que respecta a Johnson, el autor destaca que pese a la derrota sufrida por Estados Unidos en la guerra de Vietnam, bajo su mandato, este Presidente merece ser incluido como lider redefinidor, al haber desarrollado una labor efectiva en obtener la aprobación de la legislación que sirivió de marco a la ampliación y consolidación de los derechos civiles de los ciudadanos afro-americanos, a pesar de la sostenida oposición que había mantenido por largo tiempo la mayoría del Congreso. En esta labor, Johnson heredó los pasos iniciales dados por el presidente John F. Kennedy, pero su larga experiencia como parlamentario fue lo que le permitió potenciar el uso más efectivo de sus poderes presidenciales en esta importante labor de definición de política interna, la cual se vió complementada con la sanción legislativa de mecanismos de asistencia social (Medicare and Medicaid) detinadas a  favorecer la población de menores recursos en Estados Unidos.

Reino Unido: Herbert Asquith (Primer Ministro Liberal, 1908-1915); Clement Attlee (Primer Ministro Laborista, 1945-1951); y Margaret Thatcher (Primera Ministra Conservadora, 1979-1990). El gobierno de Asquith, quien es reconocido como un Primer Ministro no dominante que se benefició del trabajo en equipo y de la labor de ministros sectoriales, como Winston Churchill y David Lloyd George, regisra importantes logros redefinidores de política, entre los cuales el autor incluye: la legislacion sobre seguro nacional que estableció seguros obligatorios de salud y desempleo, financiados por trabajadores y patronos; la reforma constitucional que redujo los poderes de la Cámara de los Lores, al prohibirle retener la legislación financiera o demorar cualquier proyecto de ley por un período mayor de dos años (reducido luego a un año); y el otorgamiento de derechos a los sindicatos para recaudar fondos con fines politicos.

Por su parte, el gobierno laborista de Attlee dejó una marcada huella en la redifinición de políticas, especialmente en lo que atañe a extender significativamente la intervención del Estado y a la introducción de un sustancial número de medidas socialistas, tales como la nacionalización del Banco de Inglaterra (Banco Central),  la red ferroviaria, el transporte de larga distancia, la electricidad, la industria del gas, las minas de carbon, la aviación civil y las industrias de hierro y acero. Attlee fue también un Primer Ministro que favoreció el trabajo colectivo y ejerció una labor coordinadora para darle coherencia y eficiencia al trabajo en equipo con los otros ministros, el cual desembocó en la adopción de medidas sociales y de carácter redistribuitivo que se justificaron, especialmente en un ambiente inmediatamente  posterior a la finalización de la segunda guerra mundial, momentos en que la economía británica confrontaba graves dificultades como consecuencia de los daños ocasionados por esta guerra. Estas medidas incluyeron beneficios sociales como leche grtuita para los estudiantes, modificación de la ley de seguro nacional para extender los beneficios a los enfermos y los desempleados, y especialmente la creación del Servicio Nacional de Salud, mediante el cual se ofreció servicio de asistencia médica gratuita, el cual se mantiene prácticamente inalterado en sus aspectos centrales.

Finalmente, se encuentra el gobierno conservador de la llamada “dama de hierro”, Margaret Thatcher, cuya importante labor redefinidora en materia de políticas, realizada de conformidad con un estilo individual y dominante de la escena política inglesa durante su gestión, todavía se recuerda, marcando una clara diferencia con el estilo cooperador y de equipo que caracterizó a las gestiones de los Primeros Ministros Asquith y Attlee, arriba comentadas. Pese a su estilo concentrador de funciones, Brown reconoce a Thatcher, su voluntad para escuchar opiniones de especialistas y académicos, así como su insaciable capacidad para absorber y procesar información relevante con carácter previo a la adopción de políticas y decisiones redifinidoras de su gobierno. Si bien su labor en materia internacional tuvo un carácter destacado (relaciones con Gorbachev con motivo de los hechos que desembocaron en el derrumbamiento del comunismo en la Unión Soviética y Europa del Este, su posición cuestionadora frente a las acciones de Estados Unidos en Libano, Libia y Granada, y la guerra con Argentina por las islas Falklands o Malvinas), lo que mejor la calificaría como una lider redifinidora sería su actuación relacionada con aspectos de política doméstica.

De manera general, el gobierno de Thatcher cambió el balance entre los sectores publico y privado en favor de este último y la actuación de las fuerzas del mercado (privatización, reducción de impuestos a los ricos, remoción de medidas sociales dictadas durante el gobierno de Attlee, eliminación de regulaciones a los bancos), se enfrentó a los sindicatos y redujo el fuerte poder que éstos venían disfrutando, y creó nuevas figuras triburarias como fue el caso del impuesto de capitación (“poll tax”). Este último fue objeto de una gran oposición y, junto con la renuncia de su ministro de relaciones exteriores (Geoffrey Howe), quien como otros miembros de su Gabinete debieron soportar el estilo concentrador, dominante y excluyente de Thatcher durante su gestión, fue uno de los principales detonantes de su aparatosa caída en 1990.

Alemania después de la segunda guerra mundial: Konrad Adenauer (Canciller, 1949 – 1963); Willy Brandt (Canciller, 1969 – 1974) y Helmut Kohl (Canciller, 1982-1998). A Adenauer le correspondió dirigir el período de reconstrucción de Alemania Occidental después de la derrota sufrida por Hitler durante la segunda guerra mundial. Brandt se destacó por su labor en pro de la consolidación del régimen democrático en Alemania Occidental, la implementación de una política internacional que permitió lograr la aceptación de sus fronteras con Alemania del Este, así como por mejorar el marco de relaciones entre las dos Alemanias y las de Alemania Occidental con la Unión Soviética, al mismo tiempo que mantuvo constructivas relaciones con Estados Unidos y Francia. Finalmente, el mayor logro de Kohl lo constituye la unificación de Alemania, gracias a su fino tacto para aprovechar el momento, la perseverancia observada para vencer serios obstáculos y la construcción de una fructífera relación con Gorbachev.

Otros países: Brasil: Fernando Henrique Cardoso (Presidente, 1995 – 2003), a quien correspondió desempeñar un papel crucial en el desarrollo y consolidación de la democracia.  Suráfrica: Frederik Willem de Klerk (Presidente, 1989-1994 ), por haber liderizado los cambios de política que permitieron la cesación del régimen de segregación.  Taiwan: Chiang Ching–kuo (Presidente, 1978-1988), quien a través de políticas progresivas de liberalización, condujo la transición de un régimen autocratico a un régimen democratico.

 

Los líderes transformadores    

En el rubro de líderes transformadores, Brown ubica a aquellos que, por medios no violentos, han jugado un papel decisivo en la introducción de cambios en el sistema económico o politico de un país, o del sistema internacional. Estos líderes son:

Francia: General Charles de Gaulle, Presidente , 1959-1969). A de Gaulle se debe la reforma constitucional que dió lugar al advenimiento de la V República, la cual, entre otros efectos, modificó el sistema de votaciones, fortaleció los poderes del Presidente frente al Primer Ministro, y limitó las facultades de la Asamblea Nacional para disvolver el gobierno.

España: Adolfo Suárez, Primer Ministro, 1976-1981. Suárez tuvo como su principal logro, el haber dirigido el proceso de transición de España hacia un régimen democratico y de monarquía constitucional, a la muerte del dictador Francisco Franco. El Pacto de la Moncloa es considerado uno de los ejemplos de acuerdos politicos más efectivos en la historia de las transiciones democráticas.

Antigua Unión Soviética: Mikhail Gorbachev, Secretario General del Partido Comunista, 1985-1991). A Gorbachev le correspondió liderizar el proceso que condujo no sólo a la finalización del comunismo en la Unión Soviética, sino igualmente a cruciales cambios en el sistema internacional, con el final de la guerra fría, la caída del muro de Berlín, la unificación de Alemania y la modificación del espectro politico en buena parte de los países del Centro y del Este de Europa.

China: Deng Xiaoping, dirigente del Partido Comunista , varias posiciones entre 1975 y 1989, última: Presidente de la Comisión Militar Central del Partido Comunista, 1981-1989 . A Deng Xiaoping se debe la promoción de las políticas que permitieron transformar gradualmente al sistema economico centralizado que rigió en vida de Mao, en una economía de mercado de carácter mixto (empresas públicas y privadas), con una substancial participación del capital privado nacional y extranjero. A decir de Brown, la transformación del sistema economico le ha permitido a China experimentar desde finales de los años setenta, uno de los mas destacados períodos de crecimiento economico en la historia de la humanidad.

Suráfrica: Nelson Mandela, Presidente, 1994-1999. Mandela fue lider fundamental en procura de la eliminación del régimen de segregación racial, lucha que lo llevó a sufrir una larga prisión. Durante su presidencia favoreció la implementación de políticas antiracistas para el avance de los derechos humanos, una mayor igualdad socio-económica, y la reconciliación entre los diferentes grupos étnicos de la sociead surafricana. Por tanto, su labor ha sido reconocida como crucial para lograr una transformación del sistema politico que permitió pasar a Suráfrica, de ser un país dirigido por una minoría de población blanca, con la mayoría de su población de color privada de derechos politicos, a otro que funciona bajo un régimen democrático.

 

Líderes revolucionarios, autocráticos y/o totalitarios

Tal como lo indicáramos en partes anteriores, el autor dedica notables reflexiones sobre el liderazgo revolucionario, autocratico y/o totalitario, incluido el que ha conducido procesos para instalar gobiernos comunistas o fascistas. Esta vez, forman parte del material analizado los siguientes aspectos y líderes:

Revoluciones: (i) revolución Mexicana en los primeros años del siglo XX (Porfirio Diaz, Francisco Madero, Francisco “Pancho” Villa y Emiliano Zapata, entre otros); (ii) revolución china de 1911-1912 que derrocó a la dinastía Qing (Sun Yat-sen, Yuan Shikai, y más tarde Chiang Kai-shek); (iii) revolución turca de la primera parte del siglo XX (Mustafa Kemal –Atatürk – Presidente, 1923-1938); (iv) revolución rusa de 1917 (Vladimir Lenin, Leon Trosky, José Stalin); (iv) revolución comunista en el sudeste de Europa (Yugoslavia, Josif Tito; Albania, Enver Hoxha, 1945 en adelante); (v) revolución comunista vietnamita (Ho Chi Minh, 1945 en adelante); (vi) revolución comunista cambodiana (Saloth Sar –Pol Pot- 1975 en adelante); (vii) revolución comunista norcoreana (Cho Man Sik, Kim Il Sung, 1945 en adelante); (vii) revolución comunista cubana (Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto “Che” Guevara, 1959 en adelante); (ix) revoluciones sin liderazgo: revolución iraní de 1977-79 y  revoluciones árabes de Tunez y Egipto de 2011.

Regímenes autoritarios y/o totalitarios: (i) Régimen Comunista de la Unión Soviética (Vladimir Lenin, José Stalin, Nikita Krushchev, Leonid Brezhnev, 1917-1989); (ii) Régimen Comunista de China (Mao Zedong o Mao Tse-tung, Deng Xiaoping, Hu Yaobang, Zhao Ziyang, Hua Guofeng, Jian Zemin, Hu Jintao, Xi Jinping, 1949-presente); (iii) Régimen Fascista de  Italia (Benito Mussolini, 1922-1943); y (iv) Régimen Fascista de Alemania (Adolf Hitler, 1933-1945).

 

Algunos breves comentarios finales

No quisiera terminar este artículo sin expresar algunos breves comentarios sugeridos por la lectura de esta magistral obra de Brown.

El lider fuerte y la reminiscencia de los caudillos – Por supuesto que acompañamos la idea de favorecer el trabajo en equipo del lider con sus ministros, frente a la utilización del concepto de lider fuerte que concentra el poder de manera ineficiente y se vale de un grupo de incondicionales ayudantes y compinches que le alimentan su ego. Visto el contexto que se conoce en algunos países latinoamericanos, donde el entarimado burocrático retarda la acción gubernamental y las decisiones o no se cumplen o se retrasan en su implementación, no es de extrañar que la prédica favorable al lider fuerte pretenda justificarse en algunas ocasiones con la excusa de lograr una mayor efectividad en la acción del gobierno.

No obstante, vemos con mayor fuerza la idea de que dicha prédica puede guardar empatía con los efectos que la práctica del caudillismo autocratico/dictatorial del siglo XIX todavía tiene en el subsconciente social colectivo en Latinoamérica. Es decir, para alimentar el mesianismo y populismo politico, como ha venido sucediendo en algunos países de la región donde rigen gobiernos seudo democráticos, que se valen de elecciones para esconder gobiernos autocráticos o neodictaduras militaristas, como podrían ser, guardando las características y especificidades de cada caso, las situaciones de Venezuela bajo los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Nicaragua con Daniel Ortega, Bolivia con Evo Morales y los gobiernos de Rafael Correa en Ecuador. Es más, podría agregarse, mutatis mutandis, como podrían ser en un futuro no tan lejano, según las señales que ya se ven en el horizonte, los casos de Grecia y España, en el viejo continente Europeo.

El lider y los partidos – Brown recoge en cierta forma el guante arrojado por Moisés Naím en su destacada obra sobre el fin del poder, en relación con la necesidad de fortalecer los partidos politicos, ante las arremetidas que éstos vienen sufriendo por parte de organizaciones ad-hoc, entre las cuales se destaca el llamado Tea Party en Estados Unidos. En este orden de ideas, el autor postula una idea difícilmente no compartible, según la cual, unos partidos fortalecidos pueden servir al lider democratico para contrarrestar las factores de presión representados por los poderosos medios y las capas más ricas de la sociedad.

Ahora, en América Latina todavía habrían razones adicionales para fortalecer los partidos politicos. Primero, para democratizar sus estructuras ya que continúan funcionando bajo el predominio de grupos o cogollitos que los dirigen de manera vertical, conforme a la idea vanguardista que postulara Lenin para el partido comunista de la Unión Soviética. Segundo, para que además de resistir las presiones de las fuerzas económicas y de los medios, los partidos politicos estén en capacidad de sostener el predominio de la sociedad civil frente a los militares. Mucho me temo, que en los últimos años el militarismo como elemento de sojuzgamiento de la sociedad civil se ha puesto nuevamente en boga en algunos países como Venezuela, y amenaza con extenderse a otros países de la región latinoamericana.

El liderazgo en América Latina – Las referencias que hace el libro a líderes de la región latinomericana están principalmente relacionadas con Brasil y con las revoluciones mexicana y cubana arriba indicadas, y con menciones incidentals, por ejemplo, de Hugo Chávez (Venezuela) y Augusto Pinochet (Chile). De allí que, aunque comprendemos las razones que pueden haber movido a Brown para hacer su selección, extrañamos alguna referencia a otros líderes que han desempeñado papel importante en la democratización de los países latinoamericanos, como Raúl Alfonsín en Argentina, Alberto Lleras Camargo en Colombia, Eduardo Frei Montalvo en Chile, Violeta Chamorro en Nicaragua, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, o Rómulo Betancourt en Venezuela, para mencionar algunos.

Por otra parte, no comparto tanto la idea de que Fidel Castro ha basado su liderazgo exclusivamente en su prestigio, inteligencia y personalidad, sin necesidad de valerse del culto a su figura propio de los regimenes comunistas. Mucho menos, que el manteminiento del régimen castrocomunista durante más de cincuenta años, se ha debido principalmente a la lealtad del pueblo cubano hacia Fidel Castro, o que éste  siempre ha estado ajeno a riquezas materiales e incontaminado por la conocida corrupción existente en su régimen, ahora presidido por su hermano Raúl. Estas son expresiones de uso normal en la propaganda comunista y es lamentable que el libro que comentamos haya servido para hacerse eco de tales expresiones, la cuales, seguramente serán desmentidas por la oposición cubana, en el contexto o como consecuencia del proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos actualmente en curso. Por ahora, baste indicar que el régimen de los Castro, se ha sostenido a sangre y fuego en el poder, utilizando una feroz represión en contra de la disidencia (fusilamientos con paredón incluido…) y, como también se reconoce en el libro, gracias al apoyo de la Unión Soviética y, en los últimos 15 años, del subsidio petrolero venezolano del gobierno chavista/madurista, a cambio de obtener el apoyo cubano para la implantación del castrocomunismo en Venezuela…

Totalitarismo individual o plutocracia/oligarquía autoritaria – El libro de Brown destaca como un rasgo positivo de los regimenes comunistas en la Unión Soviética y China, el que los liderazgos totalitarios de Stalin y Mao, respectivamente, hayan sido sustituidos por otros líderes que favorecieron un estilo de gobierno colectivo y contribuyeron a reducir el carácter brutalmente represivo de los anteriores. Sinembargo, es notable que en el caso de la Unión Soviética, tanto Nikita Krushchev como Leonid Breshnev, no dejaron de incurrir en fuertes excesos. En el caso del primero, estos excesos lo llevaron a adoptar una conducta impulsiva y arbitria causante de su remoción en 1964, mientras bajo el liderazgo del segundo durante 18 años, éste fue objeto de un nada despreciable culto de personalidad y la KGB fue autorizada a diversificar los medios represivos en contra de los disidentes (largas prisiones en campos de concentración, reclusion en hospitales mentales, expulsiones como  la de Aleksandr Solzhenitsyn, o exilios internos como el aplicado a Andrey Sakharov). De manera, pues, que en mi opinión, la diferencia entre totalitarismo individual y oligarquía autoritaria en la Unión Soviética no merecería entusiasmo alguno, pues en esencia se trataba del mismo régimen comunista opresivo.

En el caso de China, el entusiasmo que notamos hacia el liderazgo que sucedió a Mao es mayor, tanto por el efecto que ha traído consigo el proceso de liberalización económica pro-capitalista arriba indicado, como por el carácter ordenado que se ha observado en las sucesión de los líderes, ambos efectos debidos en gran parte a la influencia de Deng Xiaoping. Del mismo modo, encontramos en el libro de Brown motivos para no bajar la guardia frente a la nueva cara que el régimen comunista chino pretende mostrar para prolongar su opresión sobre la sociedad china, tales como, la alta corrupción que ha traído consigo el proceso de apertura económica, la falta de transparencia y rendición de cuentas de los líderes comunistas, y las acciones encaminadas a reprimir brutalmente toda manifestación de protesta u oposición al régimen, represión que el mismo Deng Xiaoping recomendara apasionadmente con motivo de los actos ocurridos en Tiananmen Square en 1989.

Por tanto, el actual proceso de liberalización económica y el favorecimiento de la modalidad de liderazgo colectivo no son sino mecanismos promovidos por Deng Xiaoping y el partido comunista chino, como medidas de última instancia para mantener el control sobre la sociedad china. Ahora bien, dado que el proceso pro-capitalista que está llevando a China a convertirse en la primera potencia mundial se encuentra cimentado en una grave contradicción con los principios de lucha de clases, dictadura del proletariado, y contrucción de una sociedad socialista/comunista, ABC de la doctrina marxista que alimentó el nacimiento y sustenta la misma existencia del partido comunista chino, opino que tal contradicción se resolverá con el final de la hegemonía comunista y la democratización ineludible de la sociedad china, posiblemente en un futuro no muy lejano…

En pocas palabras, el mito del lider fuerte (The Myth of the Strong Leader, Political Leadership in the Modern Age), libro que no dudo en calificar como uno de los mejores que he leído sobre el tema del liderazgo y cuya lectura recomendamos ampliamente, por lo profundo de la investigación y las originales y esclarecedoras reflexiones que hace su autor, con base al análisis de un número importante de los lideres que han contribuido a escribir la historia política en diversos rincones del mundo, durante el siglo XX y lo ya transcurrido del presente siglo. En los párrafos que anteceden se presenta una reseña de varios aspectos de su contenido, acompañada de breves comentarios, a los cuales remitimos. Veremos

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