Entre homófobos e intolerantes

Por Alfredo Michelena

Las noticias muestran que el mundo se está llenado de intolerancia y lo peor es que los  fanáticos parecen estar ganando. En Egipto están matando por profesar diferentes religiones y tener diversas visiones del mundo. El presidente electo Mohamen Mursi  decidió, como han hecho los chavistas aquí, que su mayoría electoral (52%) era una carta blanca para imponer la Sharía  (ley divina musulmana) a la otra mitad de la población que se resiste. Es la democracia como “la tiranía de la mayoría” que Alexis de Toqueville advirtió en el siglo XVIII.  Esto produjo un golpe de Estado militar y al momento los muertos se cuentan por centenas cada día. Y crecen los ataques a otras religiones como la cristiana, acusadas del derrocamiento de Mursi. Unas 40 iglesias y otros centros cristianos han sido atacados y algunos quemados, y las minorías cristianas como los coptos ortodoxos – unos 7 millones- están bajo ataque.

Otra noticia que me impactó es que, los últimos 819 judíos que aún viven en Noruega están a punto de abandonar el país debido al aumento del antisemitismo. Y esto no es un asunto sólo de los países nórdicos, en Holanda, Bélgica y Alemania esto también está sucediendo.

Para los extremistas no hay salida a los conflictos de intolerancia que no sea la eliminación del otro, sea por sometimiento, exilio o exterminio. Los ejemplos actuales van desde de Ruanda hasta los balseros cubanos, pasando por las matanzas de cristianos en África.

Claro que estas no son soluciones. No se puede pedir a los coptos que se vayan de Egipto o a los demócratas que se vayan de Cuba o Venezuela o se sometan hasta desaparecer para solucionar el problema. Estos problemas solo se pueden resolver si ambos grupos deciden aceptar al otro y buscar salidas negociadas. Pero el fanatismo o extremismo religioso o político impide esta salida. Todos los grupos religiosos pueden vivir y prosperar en un estado con libertad religiosa, pero no en uno que quiera imponer desde el Estado su religión. Por otra parte, en la democracia y el capitalismo cabemos todos pero en el socialismo comunista no, como lo demuestra la historia. La intolerancia y el fanatismo cuando se vuelven política de estado y se estructuran dentro de sus instituciones impiden una salida negociada donde las partes pueden resolver sus diferencias, tolerarse y finalmente integrarse de alguna manera.

Lo de Pedro Carreño en la Asamblea  no es sólo un asunto de homofobia. Ni la salida del aire de los programas de “el ciudadano” Leopoldo Castillo o los de “Chuo” Torrealba de Globovision son solo un tema de libertad de expresión, son algo mayor y más grave: es la intolerancia del grupo en el poder y su visión de que la única salida es la eliminación del otro.

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