Gustavo Coronel: Tres días en la cuerda floja

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« Desde ayer soy un Ciborg y tengo un número y creo que me controlan desde una central, supongo yo…»

 

Gustavo Coronel

Por meses venía sintiéndome mal. Continuas arritmias, escaso de respiración, cansado, tensión arterial alta y, en especial, un ritmo cardíaco demasiado lento, lo que los médicos llaman Bradicardia. En ocasiones, andaba por allí con un ritmo de 30 latidos por minuto y, durmiendo podía llegar a 20. Yo pensaba que eran asuntos de plomería cardíaca pero el mayor problema resultó ser eléctrico. El pasado viernes, me tomé la tensión y la encontré en 220/82, tenía arritmia y me sentía muy cansado. Decidí irme al hospital donde he sido voluntario por los últimos 9 años y lo conozco bien. Entré por emergencia y, después de hacerme algunos exámenes y correr electrocardiogramas, el diagnóstico preliminar fue de Bloqueo Cardíaco. Esto quiere decir que el proceso normal de transmisión de señales eléctricas al músculo cardíaco, indicándole cuando contraerse y  enviar sangre estaban interrumpidas. Debido a esto mi ritmo cardíaco estaba muy bajo, 38 latidos por minuto  o aún más bajo. Cuando trataron de incrementarlo, entonces la tensión arterial aumentó a niveles muy altos. En esencia  se trató de un bloqueo atrio vascular de tercer grado, generado – al menos parcialmente – por el uso acumulado de beta bloqueadores, utilizados para controlar la tensión, estimulando en paralelo una progresiva bradicardia.
Entré a terapia intensiva el sábado y me quitaron los betabloqeadores para ver si mejoraba pero no fue así. En un momento puse a todo el mundo de carrerita y me pusieron gran variedad de drogas intravenosas y otras subcutáneas en la barriga. En el peor momento de mi crisis me sentí morir y tuve algunos pensamientos que pondré en otro escrito. En retrospectiva, es interesante observar que tuve también algunas alucinaciones, muy apropiadas para la temporada de Halloween. Los médicos me dijeron que debían proceder, sin demora, a instalarme un marcapasos, lo cual se hizo el lunes durante el día. Ayer martes regresé a casa y hoy me desperté sin sentir arritmias, con el marcapasos manteniendo un ritmo cardíaco de unos 65 latidos por minuto. Desde ayer soy un Ciborg y tengo un número y creo que me controlan desde una central, supongo yo, donde se mueven silenciosamente personas vestidas de blanco. Ellos ya saben que me comí tres panquecas en el desayuno.  
Estoy maravillado del staff del hospital. Las enfermeras son extremadamente competentes y dulces. Los médicos hacen sus visitas diariamente y explican detalladamente el proceso. Los técnicos de las diferentes máquinas (ecocardiogramas, Electros, rayos X, pruebas de sangre, etc. son muy buenos y los equipos al día.) Tuve que permanecer conectado a monitores todo el tiempo y eso si es extremadamente incómodo. Me picaba en sitios donde nunca creí tener sitios. No cabía en la cama. La almohada era muy dura o muy suave. En fin, la incomodidades terribles. Hacer número 1 (los maracuchos le dicen viaje corto)  es complicado pero hacer número 2 (viaje largo) es todavía más complicado. Mala también es la sensación de que cada procedimiento y cada minuto en el sitio aumentará la cuenta, algo en lo cual prefiero no pensar por ahora.
Durante estos días la gente del hospital me devolvió una buena parte del servicio que yo he prestado como voluntario todos estos años. Estoy seguro de que ellos hacen sus mejores esfuerzos por todos los pacientes pero yo me sentí especialmente protegido por gente a quien yo ya conocía por verlos, aquí y allá, durante las 2000 horas que he pasado en el hospital en sus diferentes departamentos, especialmente el cardiológico. Yo siempre pensé que un día aterrizaría allí como paciente y me sentía reconfortado por saber que recibiría un excelente cuidado.  
Tres días en la cuerda floja me comprobaron, una vez más, la fuerza que posee la solidaridad de la familia y que, si bien no hay garantías y que nuestras vidas en todo momento penden de un hilo, en muchos de los hospitales de hoy ese hilo es como el de Ariadna, el cual permite a miles de pacientes salir de sus particulares laberintos, para poder continuar su camino hacia Ítaca y poder anclar en algunas otras islas antes del  final de sus respectivos viajes.
La vida es buena. 

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