La política exterior española a rumbo de dron

 

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William Cárdenas Rubio

De nada valieron los cientos de estudiantes muertos en las calles de Caracas y otras ciudades de Venezuela; ni los cientos de torturados; ni los miles de ilegalmente detenidos; ni las decenas de miles de exterminados por falta de alimentos y medicinas; ni los millones de deterrados; ni que muchos de éstos sean ciudadanos españoles.

Nada de esto ha sido suficiente para evitar que el gobierno del socialista Pedro Sánchez expresara su solidaridad, automática, con la narco tiranía de Nicolás Maduro, condenando, a través de un comunicado oficial, el supuesto «atentado» con un dron ocurrido en Caracas a finales de la semana pasada.

De esta forma el gobierno de Pedro Sánchez se puso a la misma altura de las «democracias» de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Turquia, Siria, Irán y Rusia. La política exterior española se maneja siguiendo la estela de un dron.

Ya Sánchez, a través de su Canciller Sr. Josep Borrel, había anunciado que el gobierno de España, no iba a encabezar la política de sanciones personales en el Parlamento Europeo, contra altos funcionarios del gobierno venezolano, por sus vínculos con el narcotráfico, la corrupción y la violación a los derechos humanos.

Pero de allí, a reaccionar como lo ha hecho al supuesto «atentado» del dron contra Nicolás Maduro, cuyo origen, autoría y detalles de la ejecución, todavía se desconocen, y que pueden formar parte del «realismo mágico» que impregna a la política venezolana actual, hay un abismo.

La política exterior de una nación europea, del primer mundo, es algo más serio y meditado, que no puede reaccionar al zumbido de un dron, por más ruido que haga este artefacto.

Lo cierto es que hasta hoy las explicaciones oficiales sobre los orígenes y autores del atentado son bastante confusas y poco convincentes, pero el gobierno chavista se ha montado en el «Plan» de acusar a Juan Manuel Santos y la oligarquía colombiana de la ejecución del «atentado».

Tal vez en el exterior llamó más la atención la huida en estampida, tanto de los militares venezolanos que estaban en el desfile, como de los miembros del gobierno y Alto Mando que estaban en la tribuna. Uno de ellos resultó herido al saltar desde la tarima. Lo que quedó claro es que ninguno de éstos estaba dispuesto a derramar una gota de sangre por Maduro. Aunque parece que Pedro Sánchez, si lo está!

Ahora mismo se ha puesto en marcha la segunda fase del «Plan», que consiste en identificar un enemigo exterior (Colombia-EE.UU) y arreciar la persecución de los disidentes internos, como lo estamos viendo con la detención ilegal del diputado Juan Requesens. Si se logra distraer la atención de la opinión pública nacional e internacional, hacia este suceso, y no hacia el verdadero caos que vive Venezuela, con su pueblo sometido a un exterminio generalizado, el éxito está garantizado!

Pero claro, en la Cancillería española no había tiempo para reflexionar sobre todo esto, y menos para hablar con algunos venezolanos en Madrid que podrían haber explicado muy bien lo sucedido; menos aún, si estás sometido a la presión de Podemos, aliado que con sus 71 parlamentarios, matiene el equilibrio precario en el que se sostiene la gobernabilidad de Sánchez.

Podrían, igualmente, haber apelado al PSOE serio, ese que conoce y aún recuerda lo que significó Venezuela para la vuelta de la democracia en España. Ello podría ayudar a futuro, por si hay algún margen de rectificación, aunque me temo que no sea así.

El Podemos de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, mercenarios ideológicos del régimen de Nicolás Maduro, pueden tener más peso que el interés de un gobierno europeo, en el valor institucional de una política exterior seria, coherente, y sobre todo, respetuosa de los derechos humanos de un pueblo amigo y hermano.

Dejo testimonio de afecto y respeto por los excelentes profesionales de la diplomacia española, y especialmente con los que compartí experiencias durante los cinco años que estuve acreditado ante el Reino de España, como representante diplomático de Venezuela. Pero el respeto a los derechos humanos de un pueblo está por encima de cualquier otra consideración.

Periodista  Digital

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