La Quinta Internacional

Fernando Mires *
Son tantos los disparates que uno sólo puede recordar el último hasta el día de mañana, cuando dirá una barbaridad aún más grande. Entonces alguien preguntará ¿dónde está el límite que separa al delirio de lo real? ¿No hay nadie que le diga, basta, la paciencia del mundo no es infinita? Pero este mundo aguanta mucho. Sobre todo cuando los delirios tienen lugar en ambientes propicios.
El ambiente era propicio: Caracas, Noviembre de 2009. Otra vez uno de esos congresos “mundiales” que financian todos los venezolanos. En medio de festivos viajantes, representantes de los andrajos de lo que fue una vez la izquierda mundial, venidos de los cinco continentes a escuchar la voz del profeta de los tiempos idos, habló el presidente de todos los chavistas llamando a formar la Quinta Internacional. Al día siguiente, como suele suceder, ni el mismo se acordaba de tan grande iniciativa. Nunca, en todo caso, volvió a insistir sobre el tema.
Pero ese 3 de Agosto de 2012, cuando en las Naciones Unidas fueron dados a conocer los resultados que condenaron por amplia mayoría los asesinatos en masa que comete Bashar El Asad, 12 gobiernos votaron a favor del genocidio. ¿Había nacido la Quinta Internacional?
La primera Internacional fue fundada por el socialista Marx y el anarquista Bakunin y su propósito era coordinar políticamente las iniciativas de los sindicatos obreros. La segunda la fundaron los socialdemócratas con el claro objetivo de democratizar al capitalismo hasta el punto que ya no se pareciera más a sí mismo (Bernstein). La tercera la fundó Lenin con el propósito de expandir la revolución socialista mundial. La cuarta la fundó Trotzki con el fin de arrebatar a Stalin el monopolio de la revolución mundial.
La quinta, en cambio, es la internacional de las dictaduras y autocracias y su proyecto es levantar un frente en contra de la que ellas llaman “el imperio”. Ahí no están todavía todos los que son aunque sí son todos los que están. Pero no todos son iguales. Observando al ominoso grupo podemos distinguir tres fracciones: Los aliados estratégicos, los salvajes, y los autócratas exóticos.
Los aliados estratégicos de Bashar El Asad son tres: Rusia, Irán y China.
Rusia e Irán forman parte junto a Siria de una tríada: la última línea de fuego erigida en contra del avance de la revolución árabe. Para Rusia, además, se trata de conservar el último bastión del imperio fundado por Stalin. Para Irán, a su vez, se trata de proteger a su único aliado en la región árabe. El caso chino es distinto.
Alguna vez habrá que decir que el milagro chino –que tanto cautiva el corazón de los neoliberales occidentales- fue resultado de un genocidio que costó millones de vidas. Que la clase obrera en China nunca ha podido defender sus derechos frente al Estado. Que China ha llegado a ser una potencia cruzando la economía industrial y digital nacida en occidente, con un régimen despótico de “tipo asiático” (Marx).
En el segundo grupo de la Quinta Internacional encontramos a las dictaduras más salvajes de la tierra: junto a Siria, la dictadura civil-militar de Birmania, la genocida de Zimbabwe, las dinastías de Corea del Norte y Cuba, y por cierto, la Bielorrusia de Lukashenko: “el último dictador de Europa”.
Mas, no todas las dictaduras del mundo forman parte de la Quinta Internacional. Hay algunas, como la de Arabia Saudita, que por razones económicas y religiosas han restado apoyo al dictador sirio. Hay otras que simplemente se abstuvieron. La especificidad del grupo de los 12, en cambio, es que han hecho de la dictadura un ideal de vida, del anti-occidentalismo una profesión de fe, y del crimen colectivo una virtud.
Llama la atención el hecho de que entre los 12 aparecen tres “exóticos” gobiernos latinoamericanos los que en sentido “clásico” no son considerados –todavía- dictaduras. ¿Por qué Bolivia, Nicaragua y Venezuela – ojo: Ecuador tuvo la decencia de abstenerse- se han convertido en fieles aliados de la dictadura siria? Vale la pena responder a esa pregunta, pues la respuesta no es tan obvia como parece.
Si se toma en cuenta que ninguno de los tres gobiernos mencionados tiene problemas económicos o territoriales con los EE UU y Europa, la respuesta es aún menos obvia. Más aún: los gobiernos de Venezuela y Nicaragua no sólo mantienen relaciones económicas con los EE UU; además las han duplicado durante el último decenio.
¿Razones culturales? Ninguna. Ni siquiera el gobierno de Bolivia -cuyo indigenismo se reduce a los trajes folklóricos de Morales- puede argumentar en ese sentido; mucho menos después de las feroces represiones cometidas a los indios del Tipnis.
¿O se trata simplemente de una estafa publicitaria destinada a crear la imagen de un imperio frente al cual los “pueblos pobres” se levantan conducidos pos sus caudillos a fin de lograr una segunda independencia que nadie les ha negado? ¿O se trata de otra fantasía del militar de Caracas para obtener dividendos electorales? Si es así, quiere decir que los gobernantes de Bolivia y Nicaragua se encuentran sometidos a un poder más arbitrario que todos los poderes coloniales del siglo XX.
Puede que los demócratas venezolanos no se hayan dado cuenta todavía. Pero si logran una victoria en las elecciones del 7. de Octubre, ese será también un triunfo de las ideas occidentales que nos legaron los propios libertadores: Bolívar antes que nadie. La responsabilidad que tienen en sus manos es entonces muy grande.
* Fernando Mires, profesor emérito de la Universi dad de Oldenburg, Alemania, autor de numerosos artículos y libros sobre filosofía política, política internacional y ciencias sociales, publicados en diversos idiomas

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