Las BACRIM en acción

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Germán Gil Rico

Las Bandas Criminales (BACRIM) son organizaciones consolidadas en un espacio determinado. Las tiranías, sin excepción, crean las suyas reclutando el personal en el submundo en el cual moran y “trabajan”. Así las encontramos en la Italia de Mussolini, en la Alemania de Hitler, en la España de Franco, en la Argentina de Videla o en el Chile de Pinochet acuñados entre los cuerpos militares y policiales, con mandos independientes, entrenados para la represión que, en correspondencia con la naturaleza del régimen, torturaban y desaparecían activistas de la oposición, violaban a las mujeres, incendiaban librerías. Pero cuando un brigadista cobraba pública notoriedad o ejecutaba un trabajito ultra secreto contra un personaje importante, era liquidado porque “muerto no habla”.

Ahora bien, no se crea que son las dictaduras las únicas  en crear sus BACRIM. Las mafias de las drogas o de la minería y piedras preciosas, disponen de grupos irregulares para protegerse tanto de los representantes de la ley como de las otras mafias. En Colombia son de vieja data, pero pMara acortar tiempo señalemos la de las FARC y el ELN en conchupancia con los carteles de las drogas que, una vez dado de baja Pablo Escobar y firmado el vergonzoso Acuerdo de Paz, muchas se hicieron independientes y ocupan importantes espacios territoriales, aterrorizando a los colombianos. Son contratados para el asesinato de líderes sociales, de alcaldes, concejales y de periodistas, sin descartar que llegaren a escalar hasta el magnicidio.

En Venezuela aparecieron las BACRIM con el inicio de los gobiernos de Hugo Chávez, el advenimiento del socialcomunismo del siglo XXI y la creación de los COLECTIVOS, replica de los CDR cubanos, entrenados y pertrechados para la defensa de su Revolución Bolivariana, en el combate contra el Imperialismo Yankee. Crearon las Zonas de Paz, concentración del malandrage con licencia para apalear y matar opositores.

Ocurre con esos aparatos parapoliciales, cuyos efectivos son reclutados en los sectores deprimidos de la sociedad, donde la delincuencia tiene rango de autoridad, utilizados para hacer sentir el rigor de la dictadura, pero solo son leales hasta el momento en el cual toman conciencia de su poder, de lo que son capaces de hacer con el armamento y equipo; entonces emerge el líder de líderes, el “prán de “pranes” y reviran.

Así, comenzaron por cobrar “peajes” a los transeúntes y “vacunas” a los comerciantes, establecieron puesto de vigilancia y garitas de observación; para luego, con el poder de fuego con el que habían sido dotados por el gobierno revolucionario, rechazaron la presencia de la autoridad policial y militar. Se le fueron de las manos y enfrentaron el dilema de liquidarlos y quedar desguarnecidos frente a la protesta ciudadana por el desempleo, la ruina de los sistemas de educación y salud, el alto costo de la vida, la deficiencia de todos los servicios y la conculcación de la libertad. Es como para entrar en pánico, y así están, desde Maduro y Padrino López hasta el último representante del despotismo en el pueblo más escondido en la Guayana. ¿Qué va a ocurrir? No lo sé, pero cuando un Estado cae en barrena y entra en la condición de fallido, tiene que ser intervenido por la ONU o por una coalición de países, liderados por la potencia que viendo el eminente peligro de disolución y la tragedia que ocasionaría: en primer lugar a su  población y a los países vecinos, en segundo término, pero de importancia capital, el cataclismo geopolítico regional con su secuela en lo económico, social y cultural, Es decir, sin lugar a dudas, se impone el deber de proteger.

Lo ocurrido en Haití no es sorprendente. Allí, en el tiempo recorrido desde 1804 hasta el presente, el Estado no ha logrado fortaleza para garantizar su propia estabilidad y la seguridad de los habitantes. Las centenarias BACRI, incluida la Tonton Macoute, han controlado extensos territorios. Se impone una intervención de largo plazo y aliento, para refundarlo.

El gobierno del socialcomunismo de siglo XXI empuja a Venezuela hacia el despeñadero de la ingobernabilidad. Las BACRIM, envalentonadas, lo desafían. ¿Qué podría ocurrir después de la matazón? Ahí está el detalle.

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