Logias lautarinas

Juan José Monsant Aristimuño

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«Nunca reconoceremos por Gobierno legítimo de nuestra Patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo…”.

El Comisario Oscar Pérez fue miembro de las fuerzas especiales de la Policía Judicial que se rebeló contra la tiranía castrovenezolana mediante un acto mediático y simbólico. Piloteó un helicóptero oficial y sobrevoló la ciudad de Caracas con una pancarta donde se podía leer  “Fuera la dictadura de Venezuela, se dirigió hacia  la sede del Tribunal Superior donde arrojó a su fachada vejigas llenas de pintura, para luego desaparecer hacia algún lugar del litoral central, y de allí a la eternidad del imaginario popular, donde lo veremos junto a José Gregorio Hernández, María Lionza y El Gauchito Gil.

Unos, desconfiaban y aseveran que era una trampa del Gobierno. Los almidonados de la MUD lo ignoraban, lo veían como una competencia que no creía en la buena fe del Gobierno. Alguna vez me preguntaron y dije: no sé, para mí es un enigma, no me atrevo a calificar sus intenciones.

Finalmente lo asesinaron, junto a sus hombres y a la compañera de uno de los guerreros por la libertad. Aparentemente hubo una delación luego de una entrevista que Oscar concediera a CNN desde el refugio donde se encontraba.

Rodeados en una casa de dos pisos en una región montañosa cercana a Caracas, optaron por rendirse ante un oficial de la Guardia Nacional; pero aparecieron los colectivos armados con órdenes paralelas y acabaron con la casa y con quienes allí se encontraban, con un bazucazo de fabricación rusa; si alguno sobrevivió, no se sabe, pero todos aparecieron con un tiro de gracia en el cráneo. Simplemente los masacraron, ante el asombro del mundo civilizado, para que supiéramos a que atenernos si se nos ocurriera una aventura semejante.

Al día siguiente procedieron allanar las logias masónicas existentes en Venezuela, porque Oscar era miembro de una de ellas; buscaban armas y cómplices según dijeron por televisión.

Hace un par de días me encontraba cenando en un pequeño restaurante dominicano con compañeros de promoción, donde se comentó sobre la orden impartida por Maduro a la Fiscalía Nacional para que abriera una averiguación penal a dos obispos católicos, por las homilías pronunciadas durante la multitudinaria procesión de la Divina Pastora en la ciudad de Barquisimeto; lo que provocó un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal y un llamado a la feligresía a proteger a sus pastores, así como el inmediato respaldo de la Conferencia Episcopal Latinoamericana a la Iglesia venezolana. Intervine para recordar que a esa amenaza de la narcodictadura había que agregar los allanamientos realizados a los templos masónicos, luego del asesinato del Comisario. Maduro no solo ataca la iglesia católica sino a la evangélica, a los judíos y ahora a los masones, no solo por su innata ignorancia sino por miedo, y al dominio de los paleros cubanos y sus ritos satánicos.

Maduro no sabe con quien se mete, agregué, los masones están en todas partes y nadie sabe donde; y tres de los comensales levantaron el brazo para decir que familiares cercanos habían pertenecido o pertenecían a la masonería.

Las revoluciones independentistas se fraguaron en el seno de las logias masónicas traídas desde España e Inglaterra por los prohombres que luego conducirían las gestas americanas, desde Miranda hasta San Martín, pasando por Andrés Bello, Bolívar, Jefferson, Bernardo O´Higgins, Emparan y toda esa espléndida generación que se agrupó en la logia Felipe Lautaro, una rama de la logia Gran Reunión Americana fundada en Londres en 1798 por Francisco de Miranda, e integrada por esa pléyade de prohombres sureños, cuya finalidad fue alcanzar la independencia de Hispanoamérica del Reino de España y establecer gobiernos liberales y republicanos.

El encomillado de la frase de este escrito no fueron palabras del valiente Comisario Oscar Pérez, sino el juramento que pronunciaban los iniciados al incorporarse a  la Logia Lautaro, por allá a inicios del siglo XIX. Apenas se comienza.

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