Manual de Economía de Robert y Nicolás

 

Francisco Olivares / Análisis Libre

Cuando Nicolás Maduro reafirma que “lo que estamos haciendo no está en ningún manual de economía”; el resto del país comprende que el drama destructivo seguirá su camino hacia un foso más oscuro y tenebroso.

Desde luego que subir el salario mínimo cada noventa días corriendo detrás de la hiperinflación, en el contexto de un severo control de cambio, expropiaciones y empresas del Estado quebradas, no existe como manual en ninguna academia económica en el mundo. El único precedente de un disparate de esas dimensiones lo vivió Zimbabue bajo la conducción del también socialista de similar ideología, Robert Mugabe.

Lo único que tenía de manual de economía, el plan lanzado el pasado 20 de agosto, era el nombre: “Programa de Recuperación Económica” pero que lejos de recuperar siquiera algo llevó a la quiebra a 40% del comercio del país, el cierre de innumerables empresas y profundizó la fuga de la mano de obra calificada del país a otros destinos en el continente, Europa y hasta Asia.

 

En aquella ocasión, al presentar el plan, Maduro había sembrado una pequeña luz de sensatez cuando habló de “libre fluctuación de las divisas” y “mecanismos de libre mercado”; seguramente sugerencias de alguno de los asesores. Pero, al contrario, los controles de cambio han continuado y las restricciones sobre el sistema financiero se han hecho más severas con intervenciones de cuentas bancarias y prohibición de operar y hacer transferencias desde el exterior.

En esta nueva ocasión, a parte de haber aumentado el salario mínimo en 150%, lo que profundizó Maduro es la repartición populista desde el Gobierno, con bonos y regalos a quienes poseen el carnet de la patria. En Venezuela ya no se habla de trabajo, de producción, de formación tecnológica.

Ya no hay salario que permita llevar un nivel de vida básico y la gran masa laboral vive parcialmente de los subsidios ya que asistir regularmente a un puesto de trabajo resulta más costoso que el salario a recibir. De manera que la dádiva gubernamental está creando una masa improductiva que se extiende dramáticamente.

 Un efecto de este drama es en lo que se ha convertido la capital venezolana. Un estudio del departamento de investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ubicó a Caracas entre una de las ciudades más violentas de América Latina y El Caribe, junto a San Pedro Sula (Honduras), San Salvador (El Salvador), y Acapulco de Juárez (México).

En Caracas ya no hay vida nocturna, sus calles han acogido el aspecto tenebroso de una ciudad dominada por el miedo y la escasez. Comercios cerrados y sus sitios emblemáticos de una época floreciente desaparecidos. A esas horas lo que se ve son grupos de ciudadanos con morrales a la espalda que hurgan en la basura que ahora se esparce en las calles de la capital, sin envoltorios ni contenedores.

Estas escenas no se ven desde el poder. Cual San Nicolás, Maduro, decreta que éstas serán “las navidades más felices y con más color en los últimos años”. Para eso van a repartir 20 millones de kilos de pernil, 35 millones en piezas de calzado y ropa, 15 millones de juguetes y garantizará los productos para las hallacas.

Son medidas que seguramente en el futuro aparecerán en un nuevo manual de “economía del desastre” desarrollado por estos dos hombres que fueron jefes de Estado: Robert y Nicolás.

Twitter: @folivares10

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