Ofrenda a Satanás

[box_light]El Presidente Nicolás Maduro saluda a Lorenzo Mendoza, Presidente de Empresas Polar en la Conferencia de Paz (Foto: Prensa Miraflores)[/box_light]

[box_dark]Los empresarios no resuelven el problema existencial del gobierno.[/box_dark]

Ricardo Escalante / Análisis Libre

Nadie en sus cabales podría decir que en los últimos 16 años ha habido diálogo efectivo entre el gobierno venezolano y otros sectores.  Nunca, porque el gobierno habría tenido que renunciar a su estrategia truculenta y dejar resquicios al sistema democrático, en el cual jamás ha creído y menos se ha interesado.

Hasta ahora esa estrategia de “diálogo” ha servido sólo a los intereses chavistas. Y en esta ocasión, cuando la mayoría de la población está harta de promesas incumplidas, engaños, corrupción, inseguridad, inflación galopante, pisoteos a las leyes y flagrantes atropellos a los derechos humanos, la dirigencia opositora rechazó la invitación a otro “diálogo”.  Y, hay que repetirlo, las masas desbordaron el liderazgo y se lanzaron a las calles.

Pero, aunque la Mesa de Unidad Democrática cambió su línea, es obvio que entre los venezolanos no chavistas persisten enormes diferencias que los hacen frágiles.  No de otra manera se explica la presencia de representantes del empresariado en el palacio presidencial y, de manera especial, del dueño del conglomerado Polar, Lorenzo Mendoza.  ¿Qué pensar?  ¿El Ejecutivo les devolverá lo expropiado, los respetará, escuchará y tomará como buenas sus críticas? Pues no, pero queda en evidencia que el capital es débil y hasta enamoradizo ante el poder.

Los empresarios, y sobre todo Lorenzo Mendoza, enviaron la clara señal de que la oposición les importa un bledo. Además, es obvio que la mayoría de la población está hastiada, pero no por eso estamos ante el inminente derrumbe del binomio Nicolás Maduro-Diosdado Cabello.

El ambiente que se vio en televisión daba la sensación de que son hombres de negocios ingenuos frente a la sonrisa de muchacho bueno que a veces exhibe el mandamás, sin que se desvaneciera esa pregunta pegajosa, desagradable, que para los avezados en política comienza a tener los asomos de una respuesta digerible: ¿Maduro saldrá indemne con la ayuda empresarial?

¡No! Nicolás Maduro no se sostendrá porque apenas está pegado con alfileres y saliva de loro. Él baila y se sacude mientras el país gotea sangre. Los encapuchados pagados por nóminas secretas de los ministerios de Interior y Justicia, Defensa y la Secretaría, todas las mañanas salen en sus motos a sembrar el pánico a toda costa.  Maduro y su equipo han esquilmado los recursos nacionales. A pesar del billón de dólares que ha entrado desde el comienzo de la administración de Chávez, todo ha sido insuficiente para atender planes y programas serios y, por lo mismo, las importaciones están paralizadas. No hay dólares para cubrir las necesidades de alimentos (porque ya nada se produce en el país), medicinas, insumos industriales, repuestos y, como si fuera poco, las posibles fuentes de financiamiento externas ven a Venezuela con recelo. La industria petrolera es maula y deficiente.

El país arde por los cuatro costados. La carga burocrática es irresistible porque la insensatez de Hugo Chávez la elevó a niveles nunca antes vistos.  Cientos de empresas grandes, medianas y pequeñas fueron expropiadas sin razón alguna, con el sólo propósito de establecer un régimen de control férreo de la sociedad y, en esa misma medida, los trabajadores eran absorbidos por el aparato del Estado.  El resultado, por supuesto, no podía ser distinto al previsible: La mayoría de esas empresas han cerrado sus puertas pero sus nóminas se mantienen.

Las haciendas que abastecían de carnes y vegetales el mercado nacional, ahora son monte y culebras, o fueron vendidas por partes, con lo cual ciertos funcionarios se ganaron la lotería sin haber comprado un solo ticket.  Se hicieron millonarios, mientras el ingreso petrolero no ha podido disfrazar la ineficiencia y la deshonestidad.  Eso ocurrió con tomateras, empresas lecheras, cementeras, plantas químicas, fábricas de cartón y papel, líneas aéreas nacionales, periódicos, emisoras de radio y más.

En Venezuela hay hambre.  Es verdad que la violación de una joven fue la chispa que incendió la pradera en el Táchira -uno de los estados más golpeados por el gobierno-, pero echar gasolina en esa zona significa hacer colas de tres y cuatro horas y, como si fuera poco, a veces no hay combustibles durante dos o tres días.  Los mercados y automercados están vacíos porque todo va a parar a Colombia.

Por eso, y aunque haya venezolanos flojos de cascos frente al poder, la mayoría quedó curada con la dolorosa experiencia de abril de 2002 y sabe lo que espera al chivo que se devuelve.

@opinionricardo

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