Orquestaron una nueva Triple Alianza contra Paraguay

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Orquestaron una nueva Triple Alianza contra ParaguayLo acontecido ayer en Montevideo en la 42ª Cumbre Presidencial del Mercosur pasará a la historia como un burdo intento por pisotear la institucionalidad del Paraguay y menoscabar el derecho comunitario actualmente vigente en el bloque regional. De la mano de nuestros países “socios”, estuvo a punto de consumarse una más moderna versión del ignominioso tratado secreto de la Triple Alianza, suscrito el 1 de mayo de 1865 por Argentina, Brasil y Uruguay con la expresa intención de arrasar a nuestro país.    

Muy bien lo graficó el ex canciller uruguayo y senador del Partido Blanco Sergio Abreu, al expresar a la radio Monumental de Asunción  que se trata de “una moderna manera de volver a ingresar en la Triple Alianza. Otra vez Uruguay, Brasil y Argentina pasan por encima de la soberanía popular paraguaya. Una vez más, vestidos de otra manera, están Mitre, Don Pedro II y Venancio Flores”.    

Es probable que de no haber sido por la generalizada movilización de las fuerzas vivas de la sociedad paraguaya –opinión pública, partidos políticos democráticos, diplomáticos de trayectoria y académicos– el presidente Fernando Lugo jamás hubiera tenido el temple suficiente para evitar que las instituciones republicanas de nuestro país fueran olímpicamente ultrajadas por aquellos que maquinaban el forzado ingreso de Hugo Chávez al Mercosur, de espaldas a todo lo que establecen el derecho internacional y la Constitución Nacional.

Increíblemente, cuando todos los países del Mercosur suelen mostrarse tan implacables ante cualquier atisbo de avasallamiento al orden constitucional de un país miembro, en el caso del Paraguay eran ellos mismos quienes a gritos nos pidieron violentar nuestra propia institucionalidad, despreciar la legalidad y pasarle por encima al Congreso para que los designios de un déspota megalómano pudieran cumplirse y, sobre todo, salvarse los millonarios negocios que mantienen con él.    

De hecho, no les importaba que el propio Tratado de Asunción disponga que para la admisión de nuevos países al Mercosur se debe contar con la unanimidad de los socios, ni que el primer artículo de la Cláusula Democrática contenida en el Protocolo de Ushuaia establezca que la plena vigencia de la institucionalidad democrática es un requisito esencial para el desarrollo del proceso de integración, ni mucho menos que nuestra Constitución Nacional defina que los tratados internacionales deben ser ratificados por el Congreso. Todo lo supeditan a la abultada petrochequera del gorila caribeño.    

Paraguay y los paraguayos merecemos mejor suerte que la que nos depara el Mercosur, donde nuestra presencia genera molestia y nuestra voz es constantemente despreciada. En este sentido, lo que sucedió en Montevideo es sintomático del estado maltrecho en que se encuentra el proceso de integración regional y, por sobre todas las cosas, de las dificultades que encuentra nuestro país –debido seguramente a la implementación de una política exterior miope, inepta y negligente– para hacer valer un principio básico y rector del derecho internacional: el de la igualdad de los Estados.    

Está visto que ni siquiera el otro país “pequeño” del Mercosur, que tradicionalmente se llamaba amigo y aliado del Paraguay, está dispuesto a acompañar a nuestro país en la causa de su dignidad. En cuanto los grandes lo tientan, se va con ellos y nos abandona a nuestra suerte.    

En este sentido, es preciso que nadie se llame a engaño. La Cumbre de Montevideo no representa más que un paréntesis. La política de sistemático hostigamiento contra nuestro país y sus instituciones continuará intacta en el futuro inmediato, porque ninguno de los presidentes del bloque descansará hasta no ver cumplido el capricho de Hugo Chávez de meterse en el Mercosur de contrabando y por la ventana, que es la única forma en que podrán seguir beneficiándose con los ingentes recursos del sufrido pueblo venezolano que este manirroto les hace llegar abundantemente a sus “aliados”.    

Y quien lo dude, que lea con detenimiento las expresiones que el gorila bolivariano ayer mismo pronunciaba en la capital uruguaya, los dardos que disparaba contra los legisladores paraguayos, al afirmar que: “No tiene precedentes que un pequeño grupo político de un país detenga el avance de un proyecto como el Mercosur”, desconociendo descaradamente que el “pequeño grupo político” al que hace alusión es ni más ni menos que la mayoría de la dirigencia de los partidos democráticos de nuestro país con representación parlamentaria.    

Afortunadamente para la honorabilidad de los paraguayos y para la reputación internacional de esta nación gallarda, esa mayoría indiscutida es la que sigue evitando, al decir de los ex presidentes del Uruguay Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle Herrera, el “suicidio del Mercosur”; una autoeliminación que, sin lugar a dudas, están decididos a concretar los que pretenden que un déspota como Hugo Chávez se meta por la fuerza en la región, aun cuando esta declaró formalmente que el respeto por la democracia y los derechos humanos es un valor esencial de su convivencia comunitaria y de su proyecto integrador.    

Pero la batalla aún no termina. El Congreso nacional seguirá estando en la mira de la región y del mundo. Ahora la lucha de sus adversarios no estará orientada únicamente a que este se expida sobre un asunto en particular, sino que su empecinamiento es en que lo haga como ellos pretenden, a la medida de su antojo. Por este motivo, es necesario que los parlamentarios compatriotas sigan estando alertas, bregando denodadamente por la debida autonomía de una institución central de la democracia paraguaya.

La dignidad del pueblo paraguayo está en juego.

21 de Diciembre de 2011

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