¿Que vedo? Traición e indignidad

        «La oposición no ganará nunca en Venezuela», afirma el ministro de la defensa  
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Gustavo Coronel
Uno pasa buena parte de la vida oyendo que los venezolanos somos los más chéveres, los más estos y los más aquellos. Que Venezuela es el ombligo del universo. Que nuestro hielo es el más frío y que somos los hijos de Bolívar, miembros de una raza superior predestinada al éxito. Por muchos años estuvimos entre los pueblos más felices del mundo, según encuestas de Gallup y Latino Barómetro. Nuestras mujeres las más bellas, nuestras montañas las más altas, nuestras playas las más hermosas, éramos los compradores de todo y de a dos, porque uno no era suficiente.
 
                                         LA PANDILLA
En 2020 Venezuela es el país más pobre de la región, más pobre que Haití, según las últimas estadísticas comparativas. El nombre de Venezuela es sinónimo de estado fallido y rueda por los pantanos morales del planeta. El nombre de Bolívar devaluado, al ser apropiado indebidamente por una pandilla de delincuentes para designar lo que ha sido una verdadera involución. El estado en quiebra colonizado y tutelado por ideólogos salvajes de la Cuba castrista, pasto de la codicia de los iraníes, rusos y chinos, sin control del territorio, acogotado por un régimen usurpador narcotraficante, asesino y lava dinero.  
¿Y entonces?  ¿Cómo pasamos de aquello a esto en tan corto tiempo? Todavía en 2010 un obeso paracaidista, luciendo un reloj de $50.000 en la muñeca, nos decía que teníamos las reservas de petróleo más grandes del mundo, que éramos los líderes de la región y que él era el niño mimado del antimperialismo. Se desayunaba con Putin, cenaba con Fidel y se hacía traer en aviones de PDVSA a Naomi Campbell. Apenas uno que otro líder extranjero lo mandaba a callar. En las Naciones Unidas este rústico payaso decía: “Fó, me huele a azufre, aquí estuvo el diablo”, refiriéndose al presidente del país donde se encontraba, el cual era todavía su socio comercial más importante.
 
                                       Con Noemí Campbell
 
Patanerías que la gentuza “progresista” le aplaudía.
Hoy es otro el patán – si ello fuera posible, peor aún que el anterior – quien tiene el poder de las armas de su lado. El excremento verde oliva se ha encargado de apuntalarlo y de ensuciar las armas y el alma de Venezuela. La obesa humanidad que se autodenomina Alto Mando Militar ha convertido a la nación en botín, mientras mantiene en el poder a su títere cuasi analfabeta.
Perecería que no éramos los más chéveres, si hemos permitido que el país  esté en las garras de esta desvergüenza.
 
                                  GENERALATO TRAIDOR
 
Hoy vemos a uno de los miembros de la pandilla militar retirarse muy orondo de la presidencia de PDVSA después de haber permitido su colapso y los actos más descarados de corrupción. Hablo del General de opereta Manuel Quevedo, primero hacedor de casas que se caían en el plano, luego zar de un petróleo que en su gestión permaneció bajo tierra porque no hubo taladros, ni personal, ni capital, ni gerencia que lo hiciera posible, apenas existió una zamurada verde oliva llamada CAMIMPEG, ansiosa de engullir los pellejos restantes de lo que fue un gigante petrolero.
 
                                      M. QUEVEDO
 
Y le hemos oímos decir a sus cómplices, en el momento de pasar a retiro, con su cara muy sonriente: «Compañeros: Misión cumplida. Orgullosos de servir a la patria con lealtad Irreductible. Fueron 33 años de vida defendiendo la soberanía, la independencia y contribuyendo al desarrollo nacional»… agregando con descaro: «lo hicimos y seguiremos honrando el juramento ante dios y la patria. Honor y gloria».
Oír en la boca de este traidor inepto conceptos como servir a la patria, defensa de la soberanía, independencia, desarrollo nacional, honor y gloria, hace hervir la sangre, porque este personaje ha sido uno de los destructores de nuestra nación, algo que está a la vista y que exige ejemplar castigo.
Generales de zarzuela, desde Padrino López para abajo, si es que puede haber un para abajo de ese personaje, han escrito una historia de ignominia tan grande en la Fuerza Armada de Venezuela que yo considero la institución irrecuperable. Aunque parece políticamente imposible eliminar este cáncer nacional a corto plazo, afirmo que Venezuela nunca podrá salir adelante mientras exista una institución parasitaria, tan permeada de corrupción y mediocridad a todos los niveles, como la Fuerza Armada. Siento decir esto porque a ella han pertenecido, en el pasado, familiares y amigos que me merecen respeto y consideración y no dudo que hoy existan miembros dignos y decentes, pero el balance de su comportamiento es abiertamente condenable, un comportamiento represivo, arbitrario, poco profesional, violatorio de su misión y de sus juramentos. Entre sus filas existen hoy contrabandistas, narcotraficantes, lavadores de dinero, torturadores, ladrones, ineptos, carentes de la más elemental ética profesional. En sus filas el silencio – un sinónimo amable de la cobardía – es el equivalente de complicidad.  
Ya estoy demasiado viejo y demasiado indignado para utilizar clichés como ‘el carácter institucional de nuestro ejército, forjador de libertades”,  blá, blá, blá. 

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