Un dictador no se ruboriza

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Francisco Olivares
Análisis Libre

Romperle la cédula a un ciudadano y dejarlo sin identidad, en especial a un parlamentario que adicionalmente goza de inmunidad, según la Constitución, causa indignación al mundo democrático y afirma la condición del régimen no democrático que se asumió en Venezuela.

Si adicionalmente se justifica y se celebra el vandalismo, la agresión física al Presidente del Parlamento y a las personas que lo acompañan, que terminan trasladados a centros de salud de emergencia, los sucesos y las imágenes que recorren el mundo son un signo emblemático que ratifica que en Venezuela no existe institucionalidad.

Un grupo de agresoras muestra sonriente ante las cámaras, el zapato de un reportero que ha sido apaleado por la turba, como un trofeo de la jornada violenta ordenada por sus auspiciadores desde el gobierno. Hechos, que desde la visión de países que viven resguardados por la institucionalidad y las leyes, resultan complejos de descifrar, por tratarse de Venezuela, un país que tuvo durante 40 años progreso económico y convivencia, y no había padecido las vivencias de países africanos o del medio oriente en donde han prevalecido autocracias, gobiernos militaristas, intolerancia, guerras y los prejuicios con los cuales han convivido por cientos de años.

Sin embargo, como dijo el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y un jefe militar desde el aeropuerto de Maiquetía, “esa es una reacción espontánea de un pueblo indignado”.

Con el chavismo, Venezuela ha entrado en las cifras de países que se han apartado de la democracia y en el mapa de The Global State of Democracy 2019, junto a Cuba, resalta en el continente como los únicos países “no democráticos”; una condición que no ruboriza a Diosdado Cabello ni a Nicolás Maduro, quienes, por el contrario, celebran y exaltan las acciones violentas que puedan aplicar sus fieles seguidores sobre quienes no se alinean a sus intereses.

Por situaciones como las que vive Venezuela, el grupo Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), que integran 14 estados democráticos, señala que si bien en el planeta 57% de los países viven en democracia, en los últimos 25 años han surgido movimientos populistas que, a la par de reclamar reivindicaciones asistenciales, cuestionan los valores de la tolerancia y la institucionalidad. En esa situación, 15% de los países del mundo están hoy a medio camino entre el pluralismo y el autoritarismo.

Venezuela con Chávez en el poder produjo esa transición que todavía experimentan países como Nicaragua que aún no ha llegado al extremo de lo no democrático. Otros países de la Alianza Bolivariana como Bolivia y Ecuador, dieron un giro en el camino autoritario y buscar regresar al sistema de libertades.

Por estas razones, la dirigencia chavista no se conmueve ni se inmuta cuando los demócratas sustancian expedientes en la Corte Penal Internacional. Han trazado un camino y como suelen expresarlos los jefes del chavismo: es una vía sin retorno.

Pero, el camino de las dictaduras tiene un precio en el mundo. Las sanciones internacionales no dependen de que las pida Juan Guaidó o los jefes de los partidos que se oponen al chavismo, como tampoco un presunto desenlace armado o violento en Venezuela. Las democracias, encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea, enfrentan la amenaza del avance de las autocracias mundiales y sus acciones se miden en el terreno geopolítico, en donde se juegan los intereses económicos y el modelo que los ha convertido en las economías más estables del planeta y el lugar a donde millones de personas oprimidas que viven sometidas, como en Venezuela, anhelan emigrar.

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