Venezuela, “callejón sin salida”

 

El mandatario venezolano, Nicolás Maduro.

Tras la cancelación del referendo para revocar el mandato de Nicolás Maduro, la oposición venezolana insta a sus seguidores a presionar al Gobierno en las calles y en los comicios regionales. Tibia ha sido la respuesta.

DW

Más de uno fantaseó con el pacífico desenlace de la crisis institucional venezolana cuando se enteró de lo ocurrido en Gambia este 20 de enero: Yahya Jammeh cedió a la presión de sus vecinos y entregó la jefatura del Gobierno al ganador de las elecciones presidenciales de 2016, Adama Barrow. «Se derroca a un dictador sin derramar una gota de sangre”, comentaba en Caracas el periodista Luis Carlos Díaz desde su cuenta de Twitter. Habiendo fracasado la diplomacia, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) le dio a escoger a Jammeh entre el exilio y una intervención militar. El tirano dimitió tras 22 años en el poder.

Pero Venezuela no es Gambia, subraya Stefan Peters, de la Universidad de Kassel, al ser consultado por DW sobre la flagrancia de las infracciones constitucionales cometidas por Jammeh y el «hombre fuerte” de Caracas, Nicolás Maduro. «El mandatario venezolano se mueve todavía en una zona gris lo suficientemente amplia como para hacer inviable una amenaza de injerencia militar externa. Además, aparte de indeseable, un recurso de presión como ese es inimaginable en Latinoamérica hoy día”, asegura el experto. Si no es Gambia, ¿existe otro precedente que deje entrever cómo podría resolverse el problema de gobernabilidad venezolano?

«Es difícil hallar un caso parecido al de Venezuela. En América Latina y el Caribe brilla por su ausencia una organización regional capaz de obrar y de imponerse como lo hizo la CEDEAO en la crisis de transición gubernamental de Gambia. La OEA, la CELAC, la UNASUR y otras uniones subregionales se diferencian entre sí por su escala, pero tienen en común su debilidad; hasta ahora, ninguna de ellas ha logrado convencer a un Gobierno de aceptar sugerencias para la resolución de sus conflictos con sus opositores”, sostiene Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), con sede en la capital alemana.

Elecciones que nunca llegan

Como muestra, un botón: aunque Venezuela es la manzana de la discordia en el continente, nadie espera que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) discuta a fondo los desafueros del estamento chavista en su quinta cumbre, que culmina este miércoles (25.1.2017); cuando mucho, allí se le pedirá al Ejecutivo de Maduro y a sus adversarios que regresen a la mesa de diálogo abandonada en diciembre de 2016 debido al incumplimiento de los acuerdos. Otro ejemplo: la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) ha exigido en vano que la máxima autoridad electoral de Venezuela fije la fecha de los comicios regionales.

Según la Constitución venezolana, las votaciones para designar a 23 gobernadores y 335 alcaldes debían haberse realizado en 2016; el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que éstas tendrían lugar entre junio y diciembre de 2017, pero no ha publicado el cronograma correspondiente. La oposición ya protestó, alegando que las elecciones no podrán llevarse a cabo si no se llama a las urnas antes de que enero llegue a su fin. El Gobierno tuvo éxito al aplicarle esas mismas tácticas dilatorias a la organización del referendo para revocar el mandato de Maduro, que debía celebrarse antes del 10 de enero de 2017 y terminó siendo cancelado.

«Venezuela se encuentra en un callejón sin salida y nada apunta a que esa situación cambiará positivamente este año. Ya se da por sentado que el diálogo fracasó”, dice Peters, el investigador de Kassel, agregando que «nunca estuvo previsto que esa negociación condujera al resultado esperado por la oposición o que el Ejecutivo de Maduro buscara algo más allá de ganar tiempo. El Vaticano no tiene en Caracas la misma influencia que exhibió cuando medió entre Washington y La Habana”. Con Peters coinciden otros especialistas que critican a la oposición antichavista por su ingenuidad, cuando no por su falta de transparencia.

Escuálidas marchas

Ivo Hernández, de la Universidad de Münster, atribuye la escualidez de las marchas convocadas por la oposición para este lunes (23.1.2017) al desencanto de sus seguidores. «Esa gente está cansada de que Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo –los tres partidos que acapararon para sí la alianza de partidos antichavistas MUD, dejando sin voz ni voto a diecisiete formaciones– no respondan por las promesas rotas, hastiada de que la inviten a marchar y luego se deje perder su ímpetu, harta de no saber si en las negociaciones de ese trío con el oficialismo hay más en juego de lo que se anuncia públicamente”, arguye Hernández.

«Yo percibo a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como el esfuerzo más sensato que se hizo en el último lustro para hacerle frente a la dictadura de Maduro y como un proyecto que debe refundarse porque ha sido deformado por las ambiciones electorales de unos pocos. Los miembros de la MUD están unidos por una amalgama de intereses que no coinciden con las necesidades de la mayoría de la población, hoy sumida en la miseria. El cambio debería empezar con un acto donde los actuales dirigentes pongan sus cargos a la orden, como lo hacen los directores de empresas y jefes de Gobierno cuando sus planes fracasan”, sigue Hernández.

Considerando que también abundan los chavistas decepcionados por la gestión del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ¿cabe prever acercamientos entre éstos y los desilusionados de la MUD? «Yo no lo veo posible en este instante. El discurso de la MUD todavía da pie a una interpretación contraproducente: se entiende que su aspiración es retornar a la era pre-Chávez y no la de crear un nuevo modelo político sobre la base del consenso y de la inclusión de exchavistas o chavistas críticos. Esa incapacidad de tender puentes es otro de los fracasos de la MUD”, opina Maihold, de la fundación SWP.

Autor: Evan Romero-Castillo

 

 

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