Venezuela: Chávez no es Gonzalo Barrios

Ricardo Escalante, Texas

Las elecciones presidenciales venezolanas de diciembre de 1968 fueron difíciles, importantes y ejemplares por muchas e inolvidables razones. Casi once años después de haber sido defenestrado el dictador Marcos Pérez Jiménez, fue reconocida por primera vez la victoria del principal candidato  opositor, Rafael Caldera, y, aunque persistían las dudas sobre la pureza del conteo de los votos, el representante del oficialismo se declaró perdedor de manera admirable y aleccionadora.
Fueron unas elecciones difíciles porque el entonces partido mayoritario, Acción Democrática (AD), acababa de salir de la traumática división que dio lugar al nacimiento del Movimiento Electoral del Pueblo, con Luis Beltrán Prieto a la cabeza, y el país todavía era víctima de fuertes coletazos de una guerrilla irracional y de intentos desestabilizadores de la derecha.
Los venezolanos venían de dos gobiernos adecos consecutivos y había dirigentes políticos tan sólidos y experimentados en las luchas por la democracia, como Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, que habían promovido y suscrito el Pacto de Punto Fijo para facilitar las elecciones de diciembre de 1958 y darle sustento al régimen que surgiera de ellas. Ese Pacto tuvo una duración corta pero se convirtió en símbolo de gobernabilidad y convivencia.
Gonzalo Barrios, un erudito de finos modales y amante del debate, de la confrontación de ideas y de la pluralidad política, siempre estuvo convencido de que la victoria le había sido arrebatada por trampas, pero aun así fue el primero en respaldar la proclamación de Rafael Caldera como Presidente de la República, como un sacrificio necesario para evitar el descalabro del sistema. Eran otros tiempos y otra madera ciudadana, que están allí para la historia.
Tuve la suerte de ser amigo y de haber conversado y entrevistado a Barrios en múltiples ocasiones. Una vez (noviembre de 1981) me declaró: “Caldera no me derrotó porque sacara 30 mil votos más, sino porque yo no pude demostrar una ventaja de 300 mil… Nosotros podíamos perder, pero no ganar por pocos votos. Era preciso demostrar, para confirmación de nuestra democracia, que los gobiernos sí pierden elecciones y que a mí me tocó ese papel, que hubiera podido ser muy triste si no hubiéramos estado convencidos de que hacíamos un aporte difícil pero necesario a la consolidación de las instituciones democráticas”…
¿Y por qué hago estas reflexiones ahora? Porque los venezolanos estamos a punto de celebrar unas elecciones en circunstancias que no parecieran ser ideales como ejercicio democrático, porque en los últimos años el poder ha sido concebido y ejercido por hombre y para un hombre, con todas las formas de abuso y violaciones a principios civiles y políticos. Y hoy más que nunca, cuando todo pareciera pronosticar que el ganador tendrá una modesta ventaja, hay que preguntarse si Chávez reconocería una derrota por 300 mil ó por medio millón de votos, porque en su cabeza solo caben él y su arbitrariedad.

Ahh y, por supuesto, no puede haber comparación entre Gonzalo Barrios y Hugo Chávez, porque el primero era un erudito formado en el combate de las ideas y el respeto al adversario, mientras el otro todavía anda metido en el uniforme y en el uso de tanques, ametralladoras para imponerse a toda costa. ¡Patria socialismo y muerte al adversario!, es la proclama de Chávez.

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