Venezuela y Chávez: Nuevos aportes al análisis de una locura

por Gustavo Coronel
Washington
Conversando con un psiquiatra amigo sobre la situación mental del presidente saliente de Venezuela, Hugo Chávez, me dice lo siguiente:

Mira, la locura es una enfermedad mental de tal severidad que la persona no es capaz de distinguir entre la fantasia y la realidad, no puede descargar sus tareas debido a su estado psicótico o está dominada por una conducta impulsiva, incontrolable. Esta aflicción está generalmente acompañada por tics faciales y por la excesiva repetición de algunas palabras, frases o manerismos, así como por una constante demostración de egoismo.

Y por qué egoismo? Le pregunto. Y me responde: Oscar Wilde lo explicó bien. El decía que el egoismo no consiste en vivir como uno desea vivir sino en exigirle a otros que vivan como uno desea vivir. A los venezolanos esas dos características de la locuramencionadas nos resultan muy familiares, porque las vemos a diario en el comportamiento del presidente saliente. Mientras una persona normal reconoce que todos los seres humanos poseen libre albedrío el loco piensa que solo él tiene derecho a poseerlo pero los demás no, ya que deberían hacer lo que a él se le antoja deseable.

La locura – continua mi amigo – no elimina la posibilidad de la astucia. En base a esa astucia el loco habla de sus fracasos como grandes muestras de acierto. Así lo oímos decir : “hemos recuperado la soberania nacional”, cuando somos menos soberanos que nunca. O, “ahora si funcionan las empresas de la CVG”, precisamente en el momento más crítico de su existencia. O, en demostración de gran audacia : “Capriles se puede estar volviendo loco”. Internamente el tirano se siente esclavo de sus temores y trata de llevar a cabo un proceso de transferencia de sus propios demonios, traspasándolos a sus enemigos.

Otra manifestación de irracionalidad es esa de crear conflictos geopolíticos o de naturaleza difusa, como excusas para no hacer las tareas que si son de su incumbencia. Thomas Mann decía: “La guerra es la manera como los cobardes se escapan de los problemas de la paz”. UNASUR, Assange, el mundo multipolar, los submarinos nucleares y las bases aero-espaciales, son las excusas que utiliza Chávez para no recoger la basura en Guasdalito o no mantener el Puente de Cúpira. El dirá que esto último no solo no es “sexy” sino “Cooño, Nicolás, es burda de complejo”. Y, sin embargo, esa debería ser su verdadera tarea, no la andar de payaso, gastando el dinero de los venezolanos en pendejadas, pegando brincos por el planeta. La paranoia, apunta mi amigo, es la obsesión por mostrarse precisamente como no se es.

Otra característica de la locura – prosigue el psiquiatra, paladeando un Malbec de $10 la botella – es esa insistencia de estar “viviendo una revolución”, poblada de insectos históricos como Ezequiél Zamora y Maisanta y de asesinos disfrazados de héroes como Mao, Ché o Velasco Alvarado . Franz Kafka nos dice que « Cada revolución se evapora y solo deja atrás una costra de burocracia”. Es que acaso nos quedará de esta revolución algo más que la memoria de Iris Varela abrazada con el Pran al borde de la cama , de Diosdado Cabello contonéandose de manera obscena en la tarima mientras canta “Chávez los tiene locos” o de los reptiles del Tribunal Supremo de Justicia coreando : “Uh, ah, Chávez no se va”?

No olvidemos la maniobra típica del paranoide, segun la cual el loco termina adoptando la característica que le achaca a su enemigo. Cuando dice que “quien no es chavista no es venezolano” viola algunas de las verdaderas características del venezolano, como son su instinto igualitario y su innata cordialidad. Al hacerlo se despoja de su naturaleza venezolana, deja de “ser” venezolano, termina siendo lo que odia, es decir, apátrida o, a lo sumo, castróbano. Así lo afirmaba el Obispo de York: “Las personas llenas de odio terminan pareciéndose a lo que odian”.

Tampoco pasemos por alto el síndrome de la “grandiosidad paranoica”, segun la cual la persona desea tenerlo y controlarlo todo. Los psiquiatras llamamos esto “complejo de centralización”, esa necesidad de mandar, regular, controlar simbolizada por el orgásmico “Exprópiese”!

Clara señal de desequilibrio mental es tenerle a los criminales más consideración que a sus víctimas. Los asesinos de Puente Llaguno fueron condecorados. Los golpistas de 1992 promovidos. Los pranes son consentidos por Iris. El narco-general está mandando. El presidente de PDVSA que dió un discurso carajeando a sus gerentes no “gojitos” fue felicitado. La jueza que condenó a los comisarios fue designada embajadora en Holanda y el fiscal que presentó testigos falsos nombrado embajador en Italia. El tránsfuga que acompañó a los castristas en su invasión por Machurucuto fue hecho presidente de la Asamblea Nacional.

Aun otra manifestación de la locura es la mentira compulsiva. Dice la Biblia: “El pan de la mentira es dulce para el hombre. Pero después la boca queda llena de piedras”. Proverbios 20:17. Ejemplos: “Hemos terminado con el analfabetismo”. “Todo lo que comemos es producido aquí”. “Hemos construído 150.000 casas este año”. “Aventajo a Capriles por 25 puntos”.

“El poeta,- decía Lionel Trilling – “ es dueño, pero el loco es esclavo de sus fantasias”. El presidente saliente es esclavo de sus fantasías. Su odio y su agresividad anti-imperialistas son la expresion de la envidia que siente hacia sociedades más desarrolladas. Mi amigo me dice: Un psiquiatra de la escuela freudiana se remontaría al período de lactancia para analizar estos malos humores.

Mi amigo se despide. “Tengo que visitar a una paciente”, me dice. Y le da a su chofer la dirección del Consejo Nacional Electoral.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *