Caída del Muro de Berlín: a 30 años del triunfo popular frente al comunismo

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 El derrumbe del muro de Berlín señaló el principio del fin del sistema comunista imperante en la Europa del Este y el comienzo de la reunificación de Alemania, la cual se concretó en octubre de 1990.

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José Ignacio Moreno León
Análisis Libre Internacional

En 1967, con motivo de una visita a la Imprenta Federal Alemana en la dividida ciudad de Berlín para hacerle seguimiento a la impresión de un libro sobre temas fiscales, como parte de un convenio entre el Ministerio de Hacienda de Venezuela y el gobierno de la República Federal Alemana (RFA)-el cual en ese entonces disponía la impresión en esa instalación del papel moneda y los sellos postales y timbres fiscales de nuestro país-, tuve ocasión de observar el muro que recientemente había instalado el régimen comunista del este para dividir físicamente esa importante ciudad Alemana. Dicho muro materialmente separaba en dos mitades al inmenso edificio sede de la referida imprenta, y desde la terraza superior de la porción occidental tuve la histórica ocasión de apreciar el contraste entre el pujante desarrollo que ya se evidenciaba en el Berlín Occidental y el deprimido Berlín Oriental, bajo el régimen comunista impuesto por el gobierno soviético.

Tres décadas han transcurrido desde que, el 9 de noviembre de 1989, la rebelión popular que se venía gestando en contra de la represión y el autoritarismo comunista imperante, culminó con la forzada decisión  para que las autoridades de la Alemania del Este, llamada República Democrática Alemana  (RDA) permitieran la apertura de las fronteras. Esa misma noche  miles de alemanes del este se agruparon activamente frente al muro de Berlín, llamado «muro de la vergüenza» y comenzaron a derrumbarlo.

Previamente las múltiples manifestaciones populares de los alemanes del este que habían estado sometidos al yugo del gobierno controlado desde Moscú, lograron el 18 de octubre de ese mismo año la destitución  de Erich Honecker, como el último jefe de Estado y dictador comunista de la RDA e impedido que su sucesor Egon Krenz mantuviera  el régimen opresor, ya que el 27 de ese mes cientos de miles de alemanes del este continuaron sus protestas en la principales ciudades de la RDA, lo que forzó la renuncia de la mayoría de los miembros de la cúpula comunista gobernante que, desde finales de la segunda guerra mundial había establecido un gobierno totalitario y opresor en esa parte de la Alemania que había quedado bajo la ocupación rusa, al final de la segunda guerra mundial.

El derrumbe del muro de Berlín señaló el principio del fin del sistema comunista imperante en la Europa del Este y el comienzo de la reunificación de Alemania, la cual se concretó en octubre de 1990.

Significó igualmente la destrucción del símbolo más emblemático de la Guerra Fría y el colapso del bloque soviético que culminó en 1991, con la destitución de Mijaíl Gorbachov y la extinción de la Unión Soviética. Conviene resaltar que desde 1989 a 1990 se celebraron elecciones libres en Polonia, Checoslovaquia, la RDA, Hungría, Rumanía y Bulgaria, en las cuales todos los partidos y movimientos comunistas fueron desplazados del poder, después de más de cuatro décadas de ser gobierno en estos autoproclamados países socialistas. La caída del comunismo europeo se había iniciado con el surgimiento en Polonia del liderazgo de Lech Walesa, con el apoyo del Papa Juan Pablo II, quien fue un importante promotor del cambio hacia el sistema democrático, el cual se concretó cuando el movimiento Solidaridad alcanzó una amplia victoria electoral en junio de 1989, desplazando del gobierno al régimen comunista. Es importante destacar que ya en Hungría, en mayo de 1989 la presión popular había forzado al gobierno a cortar las oprobiosas alambradas de púas que separaban a ese país de su frontera con Austria.

Hay que recordar que el muro de Berlín formó parte desde el 13 de agosto de 1961 de la frontera que dividió a Alemania en dos estados, con dos regímenes ideológicamente enfrentados. Físicamente dicho muro duró 28 años y, como hemos señalado, separaba a la capital berlinesa en dos partes, una en el espacio físico y económico de la referida República Federal Alemana (RFA) y la otra, al este, constituyendo parte de la República Democrática Alemana (RDA), bajo el control del régimen soviético. Antes de la construcción del muro y por la deprimida economía que imperaba bajo ocupación comunista ya habían emigrado hacia la RFA  más de 3.5 millones de alemanes orientales atraídos principalmente por el crecimiento económico del Berlín Occidental.

Luego de la construcción del muro se instalaron minas de fragmentación SM-70 que explotaban al intentar escalarlo desde el interior. La estructura llegó a tener más de 120 kilómetros, con una altura de 3.6 metros. Además en toda la frontera oriental se instalaron rollos de tela metálica reforzada, con cables de alarma, cercas de alambres de púas, trincheras para impedir el tránsito de vehículos y más de 300 torres de vigilancia y 30 búnkeres para albergar la tropa de seguridad. La policía represiva tenía además órdenes de impedir por todos los medios la evasión de cualquiera que intentara tratar de cruzar el muro, incluyendo el mandato de hacer uso de armas de fuego, aún a costa de la vida de los fugitivos. Y se llegó a incorporar a principios de la década de 1980 un cuerpo de cerca de  mil perros policía. Sin embargo, a pesar de esos sórdidos sistemas de control y vigilancia, el régimen no pudo evitar que más de 5000 berlineses del este huyeran hacia la libertad al Berlín Occidental. En esos intentos de escape 192 personas murieron por disparos, más de 200 resultaron heridos y 57 se fugaron por un túnel construido desde la frontera occidental del muro durante los días 3, 4 y 5 de octubre de 1964.

La evolución de la postguerra marcó un significativo contraste entre las dos partes de la Alemania dividida, por lo que el muro que las separó sirvió de histórico testigo para resaltar el contraste de las dos economías que operaban antes de la reunificación. Así, la Alemania Oriental bajo el sistema comunista de planificación centralizada, para 1989  sólo tenía un PIB equivalente al 31% de el de la Alemania Occidental, cuyo desarrollo se impulsó mediante el modelo de economía social de mercado; ello a pesar de que antes de la guerra la región oriental era más desarrollada, con un PIB per cápita superior en más del 27% al de la parte occidental.

Luego del derrumbe del muro de Berlín, el proceso de reunificación de  Alemania, realizado entre 1990 y 1991 encuentra a una República Democrática Alemana cuyo PIB per cápita y productividad laboral, bajo el sistema comunista, eran cerca de la mitad de las cifras de la República Federal de Alemania, una tasa de desempleo del doble de la de la RFA y un nivel de salarios de apenas la mitad del prevaleciente en la Alemania Federal. El crecimiento de esa denominada República Democrática Alemana, que bajo el sistema económico  estatista y comunista había reducido el número de empresas privadas del 23% del sector industrial en 1950 a solo 4%, diez años después, no sólo se había estancado en la década de los 80, sino que había sido negativo, cayendo a -15.6% del PIB en 1990, con un desempleo de 10.3% en 1991.

El colapso del comunismo que emblemáticamente simbolizó la destrucción del muro de Berlín hace tres décadas, pero que igualmente estuvo representado por la conquista de la libertad y la democracia en varios países de la Europa Oriental que habían estado bajo el yugo comunista del imperio soviético, representa una sólida demostración histórica señalando que regímenes con sistemas económicos y políticos de corte estatista y totalitario no sobreviven por la crisis económica y social y la violación de derechos humanos que generan, ya que se derrumban frente al reclamo de los pueblos por la conquista de la libertad y la democracia. Y es que la libertad constituye un elemento esencial de la condición humana, como el bien más importante después de la vida. Como un principio sustantivo de la convivencia de los seres humanos en sociedad, solo limitada por las normas y valores que aseguran esa convivencia. Todo lo cual nos compele a la defensa del binomio libertad y democracia, como factor esencial para facilitar el desarrollo de la ciudadanía, el normal desempeño de la actividad política y el fortalecimiento de las instituciones, condiciones fundamentales para que opere una sociedad moderna y realmente democrática, entendiendo con Octavio Paz que «sin democracia la libertad es una quimera».

 

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Pero en América Latina las amenazas a la libertad y la democracia siempre estarán presentes mientras no se resuelvan las graves iniquidades sociales, el déficit de capital social que se refleja en la frágil cultura ciudadana como caldo de cultivo del populismo y del resentimiento social, y mientras persistan los frecuentes casos de gobiernos ineficientes y salpicados por el nefasto cáncer de la corrupción. Por ello el ejemplo de la Alemania unida, con el esfuerzo de todo el país para el logro de un y vigoroso desarrollo con equidad social, luce como una valiosa referencia para lograr en nuestros países el crecimiento económico sostenido, con justicia social y sólidas instituciones democráticas, como valiosa defensa frente a las recurrentes amenazas del estatismo y el totalitarismos populistas que caracterizan a las retrógradas propuestas comunistas del llamado socialismo real, en su fracasada versión latinoamericana.

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