Cumbre de Katowice y futuro energético y económico de Venezuela

Venezuela requiere un cambio radical del modelo rentista petrolero con las connotaciones económicas, políticas y culturales que ello implica.

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José Ignacio Moreno Leon

Análisis Libre

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La grave controversia en que se encuentra sumida la colectividad de Venezuela ante la incertidumbre política derivada del agotamiento del actual período presidencial y el ilegal empeño continuista del  gobierno, a pesar del rechazo de la mayoría nacional y de relevantes gobiernos e instituciones de la comunidad internacional, ha solapado mediáticamente un importante evento mundial en el que se tomaron decisiones medioambientales que, por su impacto  en el cambio de la producción y consumo energético  van a tener repercusiones determinantes en el futuro a corto y mediano plazo de nuestro país.

Y es que los cada vez más frecuentes desastres ecológicos,  con sus saldos de destrucción y muerte, le están recordando a la humanidad la perentoria necesidad de cumplir oportunamente con las medidas propuestas por los expertos para combatir la peligrosa tendencia destructiva del medio ambiente, derivada fundamentalmente del actual esquema de producción industrial y de consumo energético -principalmente de hidrocarburos fósiles- que alimenta la tendencia al calentamiento global o efecto invernadero. Es por ello que en la pasada cumbre del clima  de 2018 (COP24), realizada en Katowice  (Polonia) del 3 al 14 de diciembre pasado, 193 países se reunieron convocados por el programa de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en un nuevo esfuerzo para hacer operativo el llamado Acuerdo de Paris de noviembre de 2016 en el que se definieron varias opciones de lucha contra el calentamiento global.

El referido Acuerdo, ratificado por 184 países, establece el compromiso de los estados firmantes de asumir medidas para limitar el aumento de la temperatura atmosférica por debajo de 2ºC, con la meta de no sobrepasar un incremento superior a 1.5ºC. Y es que según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que es la agencia creada por la ONU como asesora en las negociaciones de la Cumbre en el esfuerzo para controlar el calentamiento global por debajo de los niveles señalados, ese esfuerzo es necesario para evitar daños medioambientales que pueden tener consecuencias devastadoras  para el planeta y la especie humana, con deterioros irreversibles para el habitat animal en regiones del Artico y la Antártida. Por ello en su informe para la Cumbre, el citado grupo de expertos ha advertido sobre las olas extremas de calor, cada vez más frecuentes y la tendencia a la escasez de agua que puede poner en grave riesgo la vida de más de 300 millones de seres humanos. Igualmente se advierte sobre la desaparición de los arrecifes de coral que son sustento de la vida marina; como también el aumento del nivel mar que amenaza seriamente ciudades costeras y pequeños estados insulares con lo que más de 50 millones de personas serían afectadas,

La meta medioambiental señalada por los expertos para evitar las catástrofes referidas plantea la necesidad de reducir las emisiones de CO2 en un 45% de ahora hasta el 2030, lo cual implica, entre otras medidas, realizar cambios fundamentales  para reemplazar el uso de los combustibles fósiles – principales generadores de gases de efecto invernadero- por fuentes de energía limpias y renovables, sobre lo cual ya 160 países han asumido ese compromiso en la Cumbre de Katowice, y el resto deberá hacerlo para el 2020. A esto hay que agregar los avances  tecnológicos que en paralelo se han venido haciendo para la producción y uso comercial competitivo de fuentes energéticas limpias como la solar, la eólica y la nuclear, con el objetivo de satisfacer mediante estas energías renovables, la demanda energética  mundial en un 52% para las próximas tres décadas. De lo anterior se deriva que la mayor porción de los recursos de combustibles fósiles de reservas conocidas, incluyendo los crudos pesados  de la faja petrolífera del Orinoco no serán explotadas, por las referidas razones medioambientales y económicas.

Frente a ese crítico,escenario energético global que se vislumbra para las próximas dos o tres décadas, no cabe dudas que en Venezuela se requiere un cambio radical del modelo rentista petrolero con las connotaciones económicas, políticas y culturales que ello implica. Se impone igualmente la promoción de fuentes energéticas como la solar y la eólica, dadas las favorables ventajas naturales de que dispone nuestro país para el desarrollo de estas energías limpias y no agotables. En cuanto al grave endeudamiento y deterioro operativo que ha sufrido nuestra industria petrolera en los últimos quince años, la reactivación de la misma para incrementar el potencial de producción debe responder a una estrategia que involucre la inversión privada de consorcios de reconocida experiencia en el área  y tome como referencia la tendencia mundial hacia la caída de la demanda petrolera que se estima empezará a sentirse notablemente en las próximas tres décadas. Si a esto agregamos el grave deterioro de la economía del país y el colapso financiero del mismo, se impone considerar -sin complejos ni resabios tecnocráticos- la opción de la dolarización como forma de cortar de inmediato el nefasto proceso hiperinflacionario. Igualmente se requiere impulsar un plan de diversificación económica, en el que inicialmente el petróleo va a cumplir un importante papel, pero a mediano y largo plazo dicho plan debe sustentarse en políticas y programas orientados a configurar un desarrollo productivo, diversificado y que responda a las demandas de las nuevas realidades globales.

Es importante resaltar que para generar este cambio hacia un desarrollo inclusivo y sostenible se requiere, en primer lugar,  configurar un sólido respaldo político y social para asegurar la gobernabilidad de ese proceso. Igualmente se hace necesario empoderar el principal recurso del país que es su capital humano, mediante una profunda reforma educativa para lograr una sociedad bien educada y motivada; es decir una sociedad emprendedora, productiva y solidaria, integrada por ciudadanos con sólidos principios democráticos y valores éticos, como garantes del trascendental reto que implica la necesaria transición hacia la nueva Venezuela a la que todos aspiramos. Por ello se trata de magno objetivo que requiere del esfuerzo de todos.

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