El “papa negro”, el dialogo y la transición impostergable

Se impone un gran acuerdo nacional a fin de asegurar la gobernabilidad.
 .
Jose Ignacio Moreno Leòn *
“Ni el gobierno ni la oposición tienen un plan para el país”. Esa fue la afirmación de mayor contundencia contenida en la primera rueda de prensa que el 18 de octubre pasado ofreciera el padre Arturo Sosa, a apenas 4 días de haber sido elegido como el primer latinoamericano que ostenta la suprema dirección de los Jesuitas del mundo. Para contextualizar esa polémica sentencia del “papa negro” conviene recordar que, en agosto de 2014, el padre Sosa ya había señalado duras criticas al proceso político venezolano, en una conferencia en Medellín, denunciando la naturaleza militarista y estatista del régimen y los peligros de que el mismo evolucionara hacia una dictadura en el entorno de una sociedad venezolana herida y resentida en el que “ha hecho aparición la violencia como instrumento también político.” Y finalizo -como lo acaba de reiterar ahora desde su alta jerarquía eclesiástica- señalando que “no existe en Venezuela una alternativa política al chavismo… con un proyecto y un programa” y advirtiendo, al final, sobre la necesidad de promover la reconciliación. Han sido expresiones de un prelado que ahora ostenta la máxima jerarquía en la Compañía de Jesús, sustentado en una sólida formación académica, con doctorado en Ciencias Políticas en la UCV, en donde ha sido investigador y docente en diversas cátedras. Fue además catedrático y rector de la Universidad Católica del Táchira y profesor invitado en la Universidad de Georgetown en Washington.
Coincidimos con el padre Sosa sobre las criticas que en su rueda de prensa de octubre hiciera en relación a las consecuencias del modelo rentista petrolero y al creciente estatismo que dicho modelo ha generado, especialmente durante la actual gestión gubernamental, en la que además se ha acentuado el militarismo, el autoritarismo y el populismo con los graves resultados que, en todos los aspectos de la realidad nacional, está padeciendo el país; lo que permite asegurar que ese modelo no puede sostenerse y que el rentismo petrolero está colapsado. Sin embargo podemos afirmar, -a pesar de lo dicho por Sosa- que el gobierno si tiene un plan, pero que el mismo, dados sus obsoletos fundamentos y nefastos resultados no tiene futuro, ni mucho menos capacidad para resolver la grave crisis que el mismo ha provocado. El Prepósito General de los jesuitas -que es el cargo oficial y vitalicio que ahora ostenta este notable sacerdote venezolano- denuncia la ausencia de un plan alternativo para salir a largo plazo de la crisis y del modelo rentista petrolero. Ya hemos señalado que ese plan es necesario no solo porque el petróleo, en un horizonte no muy lejano, va a perder protagonismo como fuente energética fundamental, sino porque el rentismo petrolero ha actuado como freno al desarrollo nacional y ha alimentado el estatismo y el populismo y erosionado los fundamentos de la democracia, al promover la cultura parasitaria  y el vicio de la dádiva y el clientelísmo, generando -palabras de Sosa-  mendigos de la renta y deteriorando los valores de la ciudadanía.
No hay dudas que, frente a la crisis y para lograr el plan de largo plazo, se impone una transición que debe estar soportada en un gran acuerdo nacional a fin de asegurar la gobernabilidad de esos cambios requeridos para desmontar el modelo rentista y estatista e impulsar las políticas y programas necesarios para fortalecer las instituciones democráticas, superar la cultura rentista y asegurar un sistema político y de gobierno comprometido con las transformaciones  que a largo plazo se requieren para impulsar una economía diversificada y productiva, gerenciada con eficiencia y sólidos principios éticos, como metas fundamentales que soporten el desarrollo humano, inclusivo, participativo y sustentable del país. La transición es igualmente impostergable para evitar que la crisis arrastre al país a situaciones inmanejables, y para que mediante el acuerdo de gobernabilidad, se pueda ejecutar -con la urgencia requerida- las medidas para reactivar la economía con los ajustes apropiados en el ámbito monetario y cambiario y de políticas de precios y medidas para conjurar la elevada inflación  que está diezmando el poder adquisitivo de los venezolanos y para impulsar una política social compensatoria.
Lo anterior apunta a que el objetivo fundamental de esa impostergable y necesaria transición debe ser sembrar las bases para iniciar la transformación de la histórica cultura rentista  y clientelar hacia la cultura de una sociedad proactiva, con nuevas creencias, valores y actitudes que fortalezcan nuestra ciudadanía y faciliten la gobernabilidad, en democracia, de ese programa requerido para enrumbar el país, -sin exclusiones- hacia el progreso económico y social, promoviendo que los frutos de ese progreso se distribuyan equitativamente, tanto a nivel regional, como a nivel de las diversas capas sociales. Todo lo cual demanda, como lo señala el superior general de los Jesuitas, la necesidad de “construir puentes” que interpretamos como la necesidad de que la dirigencia política, sensata y de todos los bandos, se abra al debate  sobre estas cuestiones fundamentales, con una visión compartida con todo el liderazgo del país, es decir, convocando la participación de otras instituciones fundamentales como las universidades y las academias, el sector productivo,  los gremios y colegios profesionales y  la Iglesia católica y demás organizaciones relevantes de la sociedad civil, para definir en forma consensuada y con un horizonte de largo plazo, un programa que le asegure a Venezuela un futuro de progreso sostenido e incluyente, con la promoción de la cultura ciudadana como capital social a fin de asegurar su ejecución en una genuina democracia y en un ambiente de paz social.
* Ex Rector Universidad Metropolitana, Director General del Celaup

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