En contra de los derechos humanos

Por Andrés Oppenheimer | LA NACION

MIAMI.- En los últimos meses, algo muy peligroso ha estado pasando casi inadvertido: el ataque contra el sistema de derechos humanos de la región. A principios de esta semana, los países latinoamericanos eligieron a Venezuela como nuevo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Sí, leyeron bien, Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez defiende al caído dictador libio Muammar Khadafy, al carnicero sirio Bashar al Assad, a los hermanos Castro en Cuba, entre otros tiranos.

Mientras los países europeos presentaron cinco candidatos para ocupar las tres bancas rotativas de su región, los latinoamericanos sólo presentaron tres -Venezuela, Brasil y la Argentina-, lo que resultó en la elección automática de Venezuela. «Les habíamos pedido a otros países latinoamericanos que presentaran sus candidaturas, pero ninguno se presentó, lo que fue muy desafortunado», me dijo Peggy Hicks, del grupo de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch, tras la elección de Venezuela el 12 de noviembre.

Las organizaciones de derechos humanos están furiosas, pero no del todo sorprendidas. Aunque el Consejo de Derechos Humanos de la ONU critica a veces violaciones de derechos humanos en Siria o Irán, tuvo entre sus miembros a dictaduras como las de China o Cuba, y muchas veces ha funcionado como un club de mutua protección entre algunas de las peores dictaduras del mundo.

Pero la elección de Venezuela es tan sólo un síntoma de algo mucho más serio que esta ocurriendo en la región: el desmantelamiento de las instituciones interamericanas de protección de los derechos humanos.

A pedido de Ecuador y Venezuela, y bajo el tramposo pretexto de «fortalecer» la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, los países latinoamericanos han iniciado un proceso de audiencias en esa organización con el objetivo de reducir los poderes de la Comisión de Derechos Humanos y de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la institución.

Ambas agencias gozan de independencia para investigar casos concretos en países miembros de la OEA, y publicar informes sobre ellos. Son, de lejos, lo mejor -quizá lo único- que tiene la OEA. Contrariamente a la afirmación de Chávez de que la Comisión es una herramienta del «imperio», la Comisión el año pasado emitió más medidas cautelares contra Estados Unidos que contra cualquier país de la región, con la excepción de Honduras.

Sorprendentemente, la ofensiva de Ecuador y Venezuela contra los derechos humanos ha logrado conseguir un apoyo tácito de la Argentina, Brasil y otros países supuestamente defensores de los derechos humanos universales, que le deben a la Comisión de la OEA gratitud por haber denunciado en su momento a las dictaduras militares de sus países en la década de 1970.

En lugar de defender la independencia de la Comisión, los cancilleres de los países miembros de la OEA tienen previsto reunirse en marzo de 2013 para aprobar su debilitamiento. «El sistema Interamericano de Derechos Humanos está en serio peligro», me dijo esta semana el director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco. «Quieren quitarle su poder de investigar abusos de los gobiernos y convertirla en un foro de conferencias y seminarios».

Mi opinión: el silencio pusilánime de la mayoría de los países latinoamericanos ante la ofensiva contra la Comisión de Derechos Humanos y la Relatoría de Libertad de Expresión de la OEA es algo verdaderamente escandaloso.

Se puede entender que presidentes narcisistas-leninistas que pretenden perpetuarse en el poder, como los de Venezuela y Ecuador, quieran desmantelar el sistema inter-americano de derechos humanos. Pero la táctica complicidad de Brasil y la Argentina, que sufrieron sangrientas dictaduras militares y cuyos actuales funcionarios en muchos casos fueron defendidos en su momento por la Comisión de derechos humanos de la OEA, es vergonzosa.

Si no se detiene este ataque contra la Comisión y la Relatoría de la OEA, América latina pronto se verá privada de su mejor línea de defensa contra los abusos de los derechos humanos, actuales y futuros.

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