Etica y medios ¿Cuál ética?

Ricardo Escalante, Texas

El debate sobre la ética en el uso de los medios de comunicación es rico, complejo e interminable, aunque hay quienes lo consideran anacrónico por la diversidad mediática actual o porque defienden la  tesis absurda de la libertad total del individuo.

Hay aspectos que a pesar de haber sido considerados por décadas siguen vigentes y tal vez seguirán así de manera indefinida.  Y surgen de manera cíclica como consecuencia del uso y abuso de quienes dominan los medios, aunque, por supuesto, la amplitud de las redes sociales es no solo inevitable sino difícil de abordar, dado que internet abolió la territorialidad de los medios y está reduciendo en forma acelerada la importancia del papel.

La discusión existe y existirá porque hay movimientos e individuos con finales inconfesables que están en la red y difunden sus mensajes con impunidad. Sólo gobiernos poderosos pueden eliminar páginas web terroristas, promotoras de abusos sexuales, discriminación, etc., pero, por ejemplo, las FARC y otras agrupaciones narcoterroristas han utilizado por años esos mecanismos de la nueva comunicación.  Gobiernos y líderes violadores de derechos civiles y políticos, como el de Hugo Chávez, en Venezuela, utilizan las redes sociales para proyectarse como “democráticos” y tienen millones de seguidores.  ¿Quién los controla?  ¿Es eso ético?

Hace poco la vetusta monarquía británica replanteó el tema de la ética y los medios de comunicación e introdujo una demanda contra la revista francesa Closer por haber publicado fotografías de la princesa Kate Middleton, la flamante esposa del príncipe Guillermo, mientras soleaba y ventilaba sus senos.  Los medios británicos se autocensuraron.  Semanas antes, fueron igualmente publicadas fotos del príncipe Harry desnudo en una de sus bacanales.

Esa rica y poderosa familia se sonroja y enardece en la defensa de su privacidad, pero, por supuesto, también está la pregunta sobre el límite entre lo privado y lo público cuando se trata de figuras públicas.  Y, por supuesto, por el otro lado aparece la desvergüenza extrema de periódicos del magnate Rupert Murdoch, que se sentían en libertad para grabar conversaciones privadas y para practicar chantajes con fines de enriquecimiento. También es válido preguntarse si ha sido ética la difusión de fotos del cuerpo ensangrentado del embajador americano en Libia, Christopher Stevens, asesinado por turbas que atacaron la sede diplomática.

Y el problema de la ética se plantea en casos de ilegalidad extrema y abuso de poder, como el uso de los medios del Estado venezolano para difundir conversaciones privadas. Todo con el propósito de desprestigiar a los adversarios políticos. Y lo último: el video del joven político opositor de moral reblandecida que recibía dinero de un empresario rupestre, que se hizo archimillonario en componendas con figuras del régimen.  Ahh, pero Chávez con sus mentiras y medias verdades, en lo que constituye una peor versión de Tomás de Torquemada, no llama pillo a ese empresario “revolucionario” y ni siquiera lo menciona por su nombre.

Cito estos pocos ejemplos en este limitado espacio solo para decir que en múltiples ocasiones el abuso o, mejor, la inmoralidad se cobija en la supuesta divulgación de la verdad, pero, al mismo tiempo, debemos recordar la tesis catastrófica (Jean Baudrillard) según la cual los medios de comunicación son apenas el comienzo del final de la civilización.

www.ricardoescalante.com

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