La Democracia y el Liderazgo en la Postmodernidad (ll)

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Un nuevo humanismo y el reto de la educación.

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José Ignacio Moreno Leon
Análisis Libre

[dropcap]S[/dropcap]egún el Índice de Democracia, elaborado en febrero de 2022 por The Economist, en la actualidad existen 21 países con democracias plenas, 53 con democracias deficientes, 34 híbridas y 59 regímenes autoritarios. En 1942 solo 12 países operaban con sistemas democráticos y la cifra subió a 36 en 1962. Todo lo cual reafirma la tendencia hacia la democratización, especialmente en la cultura occidental, lo cual permite apreciar que, a pesar de las amenazas que en la postmodernidad se asoman para el funcionamiento de la democracia liberal tradicional y de las fallas propias en la operación de este sistema, es posible defender con éxito la permanencia  del mismo con los correctivos adecuados.

Como señalamos en la entrega anterior,  los retos y peligros que está confrontando la libertad y la democracia en la postmodernidad obligan a fortalecer  principios y valores que son fundamentales para asegurar la viabilidad de la institucionalidad democrática y que están estrechamente vinculados a la recta concepcion de la persona humana y a su apropiado desempeño en la sociedad. Pero igualmente se hace necesario que el funcionamiento democrático satisfaga las necesidades de todos los integrantes del conglomerado social, especialmente de los más necesitados y que en ese desempeño se involucre activamente una comunidad de ciudadanos bien educados en los principios de la activa participación en los procesos democráticos.

Las nuevas realidades y el proceso de globalización que están configurando el tránsito de la modernidad hacia la postmodernidad reflejan peligrosas tendencias que asoman una crisis ética y de otros valores que caracterizaron al pasado siglo y se evidencian como serias amenazas a la libertad y a la democracia. Así mientras se logran sorprendentes avances científicos y tecnológicos, la sociedad planetaria confronta graves crisis y preocupantes problemas ecologicos en un mundo en el que las instituciones de la democracia, con marcadas excepciones en algunos países, se han corrompido y perdido legitimidad frente a sus pueblos. Un mundo en donde se ha perdido la confianza en la justicia, en donde abundan actitudes y conductas despreciables como la corrupción, el narcotrafico, la inmoralidad, el racismo, el terrorismo, el secuestro y los delitos cibernéticos.

Frente a esas dramáticas realidades se impone la necesidad de promover un nuevo humanismo y así lo expresa en su encíclica Caritas in veritate el Papa Benedicto XVI cuando señala que la crisis “se debe a una economía sin ética y unas finanzas sin Dios” y proclama por la necesidad de que esos procesos de cambio respondan a las exigencias morales más profundas de las personas. Por otra parte Hans Kung (1928-2021) el reconocido teólogo cristiano suizo señala la necesidad de revalorizar la ética para humanizar la globalización, promoviendo un consenso ético global que oriente la globalización de los negocios, el desarrollo tecnológico y, en general la nueva economía y la política (1). Los postulados de esa visión ética y humanista  son fundamentales en la impostergable defensa global que debe promoverse para asegurar la viabilidad de la democracia y de la libertad en los completos tiempos marcados por la dinámica de cambios que identifican a la postmodernidad. Ese nuevo humanismo en defensa de la democracia debe promoverse con el convencimiento de que la democracia no puede limitarse a procesos electorales periódicos, la preservación de la libertad de expresión y de prensa, el libre desempeño de los partidos políticos y la división de poderes. Todo ello debe sustentarse en un soporte ético y moral como garantía de subsistencia de este sistema.

Es igualmente importante entender que las normas y valores que han sustentado el modelo democrático tradicional han perdido relevancia en el contexto de las nuevas realidades de la sociedad de la información y del conocimiento en la que, como lo señala John Naisbitt (1929-2022), gracias a la virtualizacion, esta surgiendo un individuo soberano que  tiene posibilidades al acceso directo  a los temas y asuntos de su interés, sin depender de la intermediación de operadores políticos, ni del juego político tradicional (2). Igualmente Davidson & Reyes-Mogg destacan  los impactos de de la revolución de la informática sobre la política y el modelo de democracia tradicional, señalando el posible surgimiento de nuevas instituciones políticas y de gobierno realmente representativas seleccionadas por novedosos sistemas de escogencia que satisfarán el interés de las grandes mayorías, en procesos en los que no habrá cabida para liderazgos mesiánicos, ni para políticos demagogos, ni para estilos maquiavélicos en la gestión política (3).

Es por ello que se está produciendo, casi a nivel global, una renovación tanto en el estilo como en la estructura y funcionamiento de la actividad política, con la desaparición del liderazgo caudillezco y de las viejas estructuras centralizadoras y excluyentes que han tipificado a los partidos políticos de la denominada democracia representativa, todo lo cual supone la conformación de un nuevo liderazgo político, bien informado y bien educado para de responder a los intereses de ciudadanos soberanos, igualmente bien informados  y con elevada cultura y capital social, capaces de preservar su libertad de acción individual  y para participar activamente en la promocion de los intereses del colectivo social.

Ese nuevo líder de la postmodernidad debe ser fundamentalmente un  agente de cambio con profundos valores éticos y humanistas y consciente de que su objetivo fundamental debe ser la representación de los intereses de una comunidad o de un grupo. Debe ser ante todo el custodio de los objetivos de su organización y debe orientar y motivar a su partido por su rectitud moral y virtudes éticas, su capacidad de persuasión para conducir democráticamente a sus seguidores y así lograr el reconocimiento de sus adversarios y de la ciudadanía en general, a quienes debe motivar por su  ejemplo e influencia para el logro compartido de grandes cambios en la búsqueda del bienestar colectivo. Debe ser finalmente un agente de cambio que, deslastrado de conductas caudillescas y demagógicas, entienda su participación  en la política como el ejercicio de un servicio público y no como un negocio y que, como líder político de la postmodernidad, comprenda la complejidad del mundo globalizado con el conocimiento y la capacidad  para enfrentar exitosamente los retos de una nueva democracia, actuando con transparencia y humildad para reconocer  y corregir errores y así poder exigir la misma conducta a sus simpatizantes.

La democracia en la postmodernidad y el nuevo liderazgo necesario para asegurar su vigencia requieren de un esfuerzo educativo prioritario, orientado a la formación ciudadana para la participación y el libre desempeño personal y colectivo en los procesos de toma de decisiones de interés individual  y social, como debe ser en una democracia de ciudadanos. Ese esfuerzo prioritario se requiere tomando en cuenta que sin educación peligra la libertad y la democracia y sin democracia peligra la  educación. Pero la educación en el entorno de las nuevas realidades que caracterizan la globalización y la postmodernidad requiere de profundos cambios para asegurar la eficiente defensa de la libertad y la democracia.

Se imponen transformaciones fundamentales del sistema educativo, en todos sus niveles, para darle un sentido integral, incorporando  desde el preescolar la pedagogía de educación en valores y la enseñanza de la ciudadanía, la solidaridad, la cohesión social, la creatividad y la productividad en el trabajo. Se trata de  un prioritario esfuerzo de reformas para la construcción de un nuevo paradigma educativo que, con el uso apropiado de las novedosas herramientas y nuevas tecnologías de las telecomunicaciones y la telemática,  permita  el logro de una educación inclusiva y de excelencia para responder con eficiencia a las demandas de la sociedad de la información y del conocimiento, preservando los principios y valores éticos y las normas de convivencia social para fortalecer el capital social como objetivo del desarrollo integral del individuo. Todo lo cual supone además que la nueva escuela debe fomentar en el educando, desde la infancia, el desarrollo del pensamiento crítico y de actitudes y habilidades para ser capaz de auto gestionar su aprendizaje, es decir aprender a aprender, a hacer y a emprender. Con una visión humanista el nuevo paradigma educativo debe igualmente enseñar  los valores y practicas de la democracia, del patriotismo y de la participación ciudadana, potenciando su dignidad humana para asegurar el desarrollo humano sostenible, es decir un desarrollo en el que la persona humana, la equidad social y la defensa del medio ambiente pasen a ser el centro y objetivo de la sociedad.

El nuevo paradigma educativo para enfrentar las demandas de la postmodernidad,  asegurando la libertad y la democracia, debe promoverse entendiendo que frente a la sociedad del conocimiento se requiere promover una sociedad educadora, lo que supone un esfuerzo concertado entre el Estado, la familia y la sociedad civil y sus instituciones para impulsar un dinámico cambio en el proceso educativo, en el que debe destacarse el papel de los medios de comunicación, de los agentes del sector productivo y el sector laboral y de las Iglesias. Las universidades deben desempeñar igualmente un liderazgo conductor, deslastrandose del academicismo puro y asumiendo, sin reservas, ese compromiso cívico y responsabilidad social, que implica además el justo reconocimiento social y la garantía de adecuadas condiciones de calidad de vida a los docentes, como actores protagónicos para el cumplimiento de los retos de cambio propuestos.

En conclusión, la sobrevivencia de la democracia y los cambios requeridos para lograr ese objetivo supone igualmente cambios para conformar el nuevo liderazgo e impulsar un nuevo humanismo, fundamentado en los principios y valores de la cultura judeocristiana. Por ello en los complejos tiempos que conforman la postmodernidad adquiere mayor validez la sentencia de Juan Pablo II cuando en su Encíclica Centesimus Annus afirma “Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de Derecho y sobre la base de una recta concepcion de la persona humana”.

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  • Hans Kung, “A Global Ethic for Global Politics and Economics”,New York-Oxford, Oxford University Press, 2001.
  • John Naisbitt, “Global Paradox”, Avon Books, New York, N.Y.1995.
  • Davidson y Rees-Magg, “The Sovereing Individual”, Simón&Schuster, New York, 1997.

2 comentarios en “La Democracia y el Liderazgo en la Postmodernidad (ll)

  1. MUY INTERESANTE Y UNA VERDADERA VIA PARA DARLE UN MAYOR VALOR A LA HUMANIDAD Y DESARROLLAR LAS VIRTUDES Y PRINCIPIOS ETICOS Y MORALES QUE NOS CONDUZCA A UNA LIBERTAD Y DEMOCRACIA BIEN ENTENDIDA Y MEJOR VIVIDA CON GENTE QUE SEAN MAS CIUDADANOS Y NO SIMPLES HABITANTES, QUE PUEDEN SER FACILMENTE MANIPULADOS Y EXPLOTADOS.

    MAR

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