LA HISTORIA COMO TESTIGO (I): El Fascismo

José Ignacio Moreno León*

Un muy reconocido refrán popular afirma que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces como la misma piedra. Y, algunos entendidos, señalan que eso es bueno pues permite el crecimiento personal por que supuestamente de cada error se deriva una experiencia y madurez. El problema es ¿a qué costo se puede alcanzar esa superación?, especialmente si esa consigna se proyecta a nivel de de conglomerados sociales; es decir, cuando sociedades, por ejemplo, cegadas por caudillos carismáticos e impulsados por movimientos hegemónicos y tiránicos conducen a esos pueblos hacia dramáticas situaciones políticas y sociales que, al final,  y por lo general, culminan en violaciones generalizadas de derechos humanos y en profundas crisis políticas, sociales y económicas.

La historia ha sido testigo de estos hechos que en diferentes épocas reflejan dramas de cuyas nefastas experiencias los  movimientos políticos de vocación democrática deben cuidarse para no incurrir en la repetición de estas dramáticas experiencias que, al final, victimizan a los pueblos y frenan su desarrollo. En esta primera entrega, nos vamos a referir al Fascismo como autoritarismo derechista cuyas secuelas dejaron profunda huella en la Italia de la posguerra y, en el próximo artículo comentaremos el caso de Velasco Alvarado, el caudillo militarista que lideró otro movimiento autoritario en el Perú, con rasgos similares al Facismo pero con una acentuada ideología marxista.

El Fascismo surgió en Italia como consecuencia de la crisis económica y política que se generó en ese país, luego de la Primera Guerra Mundial y frente a la creciente amenaza comunista, aunque sus métodos de acción política y su carácter estatista, militarista y totalitario guardaron una estrecha similitud con los regímenes marxistas de  entonces. Los orígenes de este movimiento se remontan a las reacciones de grupos socialistas frente a la Revolución Bolchevique de 1917 y fuertes enfrentamientos de trabajadores opuestos a la sociedad liberal democrática que, igualmente, se encontraba en crisis para entonces.Pero hablar del Fascismo, es hablar de Benito Mussolini, apodado “Il Duce(El Duque), caudillo fundamental de este movimiento, desde sus orígenes, para quién la doctrina fascista tenía como fin impulsar la grandeza moral  y material del pueblo italiano mediante la reorganización nacional y política de una nación en profunda crisis.

De origen humilde y como maestro, Mussolini se inició en la política en 1910 como militante socialista y con la publicación del semanario “La Lotta di Classe” (La Lucha de Clases), tornándose luego radical en su partido, al oponerse en la entrada de Italia a la Primera Guerra Mundial; luego en mayo de 1915 fundó el diario ultraderechista “Il Popolo” y, apoyado en la fuerte reacción popular contra los partidos de izquierda, señalados como los culpables de la misma, en 1919 promueve en Milan los Fasci Italiani di Combatimento, como agrupaciones armadas que fueron el germen de Partido Nacional Fascista en 1920. Electo diputado en 1921 con el apoyo de esa organización, impulso la llamada “Marcha sobre Roma” el 28 de octubre de 1922, lo que forzó al Rey Víctor Manuel a formar un nuevo gobierno encabezado por Mussolini como Primer Ministro, a pesar de no tener mayoría en el Parlamento. Luego en 1926, fue autorizado a gobernar por decreto y mediante la llamada La Ley Rocco, en ese mismo año suprimió los partidos y organizaciones sindicales, dejando solo los de carácter fascista. Prohibió el derecho a huelga; estableció el salario mínimo y congeló alquileres. Estableció el asociacionismo como instrumento de control social. Creó organizaciones paramilitares para afiliar y adoctrinar a jóvenes y niños. Estableció un férreo control del estado sobre la educación, incluyendo sobre los docentes con la obligación de promover los principios fascistas, al servicio de los cuales fueron sometidos igualmente todos los medios de comunicación y el sistema cultural italiano.fascismo 1

“Si estás conmigo eres un patriota, sino, eres un traidor y vende patria”  con esta consigna Il Duce pretendió forzar la absoluta lealtad de todos los italianos. Pero igualmente en su régimen autoritario propició el ultranacionalismo y la supremacía castrense, insuflándole a lo militar la connotación épica y dándole a los militares injerencia determinante en la gestión pública y como sostén del Estado, por encima de los ciudadanos. Por ello, en ese régimen –absolutamente militarista- , los militares fueron beneficiados con montos desproporcionados de recursos y exagerados privilegios, fomentando en estos cuerpos castrenses la permisividad, y discrecionalidad en su administración. Por lo anterior, los militares adquirieron un poder desproporcionado en el Estado Italiano,  desconociendo leyes y controles sin rendir cuentas, ya que Mussolini los utilizó, comprando su lealtad, como el arma más eficiente de su régimen para asegurar el control social. El régimen promovió igualmente el amiguismo y el compadrazgo para ganar lealtad incondicional en la función de gobierno, lo que generó una gestión pública poco trasparente, con grandes escándalos de corrupción y enriquecimiento ilícito de personeros gubernamentales.

En lo económico, Mussolini trató de impulsar con el Fascismo la conformación de un Estado Corporativo disolviendo las organizaciones empresariales y los sindicatos obreros. Todo ello bajo la premisa de luchar contra el capitalismo de libre mercado y contra el colectivismo soviético. La política económica se fundamentó en un fuerte control del Estado sobre el sector empresarial y una marcada intervención estatal en empresas públicas, dando prioridad a las grandes corporaciones y a la industria pesada. Se impulsaron campañas mediáticas para promover programas económicos y sociales, con connotaciones bélicas, tales como “la batalla del trigo” para impulsar ese cultivo; “la batalla de los nacimientos” para impulsar el crecimiento poblacional y “la batalla de la Lira” en defensa del valor de la moneda nacional.fascismo 2

Con su estilo militarista y totalitarista, Mussolini concebía a la sociedad italiana como una organización militar en la que no habia posibilidades de discrepancias ni disidencias, por lo que imponía la disciplina mediante la violencia y la fuerza, por medio de los grupos paramilitares de choq, los tristemente célebres “Camisas negras”, encargados de anular los movimientos y personas hostiles al régimen, incluyendo a socialistas, comunistas, anarquistas y demócratas.

El Estado Fascista que se inició formalmente en 1922, se extinguió dos décadas más tarde, con la derrota de Italia al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el último refugio de la República Socialista de Italia, un mini estado títere de la Alemania Nazi, fue tomado por los aliados y Il Duce capturado y fusilado con su esposa por grupos de partisanos comunistas de resistencia, en Villa Belmonte en la tarde del 28 de abril de 1945. Sus cuerpos, brutalmente maltratados fueron colgados boca abajo el día siguiente frente a una gasolinera en la plaza di Loreto en Milán. A siete décadas del ajusticiamiento de Mussolini y del colapso del Fascismo y de la crisis social y política provocada por ese régimen dictatorial, es prudente recordar que Italia pudo iniciar un exitoso proceso de reconstrucción nacional y de implantación democrática, con el apoyo de las fuerzas aliadas y la firme conducción del líder demócrata cristiano Alcides De Gasperi.

* Director General del CELAUP, ex Rector, Universidad Metropolitana
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