La Primavera de Praga: 50 años de un reprimido intento libertario

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«… es idílico pensar en cambios pacíficos hacia la libertad y la democracia de sistemas basados doctrinariamente en el llamado “socialismo real” o stalinismo comunista;  ya que los mismos operan como férreas dictaduras totalitarias, aunque recientemente se pretendan vender con nuevas etiquetas, como la del Socialismo del Siglo XXI.»

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Jose Ignacio Moreno León / Análisis Libre

La histórica plaza Wenceslao de la ciudad de Praga, capital de la actual república Checa, exhibe una monumental estatua que representa la autoinmolación de Jan Palach, recordado líder estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Carolina, quien el 16 de enero de 1968 se prendió fuego en esa plaza en protesta contra la invasión a Checoslovaquia de las tropas del Pacto de Varsovia, lideradas por la Unión Soviética para eliminar las reformas que del rígido régimen comunista se estaban intentando en ese país. Los sacrificios de este joven estudiante -de apenas 19 años-,  y de Jan Zajic, otro estudiante checo  de 18 años y cursante de la escuela técnica de Strední, quien igualmente, un mes más tarde – el 25 de febrero-  se inmoló de la misma manera y en la misma plaza, se recuerdan como un valiente y emblemático gesto  de la lucha anticomunista, impulsada por jóvenes estudiantes, y uno de los acontecimientos más notables de la llamada Primavera de Praga.

Y es que la Primavera de Praga es referida como un primer esfuerzo de liberación de las censuras comunistas, promovido  por el pueblo de la entonces  Checoslovaquia, en tiempos de la Guerra Fría, el cual se gestó desde el 5 de enero hasta el 20 de agosto de 1968, fecha en que la férrea y sangrienta represión ordenada por los jerarcas de la URSS acabó con esas luchas populares, las cuales se iniciaron en ese país con la llegada al poder, en enero de 1968,  del líder del partido comunista Alexander Dubcek, quien se propuso promover el comunismo en Checoslovaquia con un rostro más humano, más democrático y más comprometido con los problemas de los ciudadanos. Fue lo que él denominó como la doctrina del “socialismo de rostro humano”; un socialismo libre y democrático para otorgar mayor libertad política, incluyendo libertad de prensa y expresión y dar paso en lo económico hacia la participación de la iniciativa privada. Esos cambios generaron una fuerte reacción negativa de la dictadura del Kremlin, ante el temor de que  ese proceso libertario pudiera promoverse igualmente en otros países comunistas del Bloque. Recordar que ya antes, en 1956 se había producido la invasión soviética a Hungría para aplastar una primera revolución popular de los países bajo control de la URSS, promovida también inicialmente por estudiantes en el empeño por liberarse de la dictadura comunista.

Moscú, con la excusa de “reinstaurar el orden”,  procedió a la sangrienta y destructiva invasión de Checoslovaquia, enviando, entre el 20 y el 21 de agosto de 1968, cerca de 500 mil soldados de cinco de los países comunistas del Pacto de Varsovia, apoyados por más de 2000 tanques blindados y 550 aviones de combate que realizaron cerca de 4000 vuelos, para reprimir a una indefensa población y a un régimen que solo clamaban por mayor libertad. Más de 500 civiles checoslovacos resultaron heridos y se estima que cerca de 110 fallecieron en la invasión. Las fuerzas invasoras destruyeron todos los servicios de televisión y otros medios de comunicación, que ya habían empezado a operar con cierta libertad. Todo ello en un intento por evitar que el mundo no supiera lo que estaba pasando durante esos dos días de represión, aunque clandestinamente la televisión francesa logró captar imágenes de la resistencia popular y de la violenta represión. Moscú destituyó al líder reformista y el gobierno fue reemplazado por autoridades sumisas a la dictadura comunista del Kremlin y prácticamente el país fue ocupado por los soviéticos por más de 20 años.

El fallido intento liberalización política del pueblo checoslovaco, emblemáticamente referido como la Primavera de Praga y del cual se están cumpliendo 50 años, tuvo que esperar dos décadas para que esos objetivos de libertad y democracia se hicieran realidad para el pueblo checo. Fue así como, a raíz de la caída del Muro de Berlín, el 10 de noviembre de 1989, se inició el acelerado proceso de desmembramiento de la Unión Soviética y del sistema comunista  y, como parte del colapso de ese sistema, Checoslovaquia dejó de ser un satélite  Soviético para alcanzar su plena independencia y convertirse, en 1989,en un país capitalista, Luego en junio de 1992 se comenzo un proceso democrático que facilitó pacíficamente la disolución del país para constituir, a partir de enero de 1993 dos países autónomos la República Checa con su capital Praga y la República Eslovaquia  con su capital Bratislava.

Luego de cinco décadas de la histórica Primavera de Praga,  la evolución de los procesos políticos globales enseña que es idílico pensar en cambios pacíficos hacia la libertad y la democracia de sistemas basados doctrinariamente en el llamado “socialismo real” o stalinismo comunista;  ya que los mismos operan como férreas dictaduras totalitarias, aunque recientemente se pretendan vender con nuevas etiquetas, como la del Socialismo del Siglo XXI. También la Primavera de Praga nos enseña como la juventud, y especialmente la juventud estudiantil,  está dispuesta hasta dar hasta la vida en su lucha contra el autoritarismo y la violación de los derechos humanos para el logro de una sociedad libre y genuinamente democrática, luchas que aunque algunas puedan parecer frustrantes, al final alcanzan sus objetivos con el colapso de esos regímenes opresores.

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