“Matar un ruiseñor”

Germán Gil Rico

He titulado este artículo con el de la novela escrita por Hasper Lee, donde narra lo acontecido en un imaginario pueblo ubicado en Alabama (USA), publicada en 1960 y llevada al cine en 1962, con  guión de Horton Foote y dirección de Robert Mulligan, porque la discriminación racial y la segregación política van de la mano. Son abrevaderos del odio, abono de sementeras donde germinan tragedias. Tom Robison fue acusado de violar a una mujer blanca. Su abogado, Atticus Finch, demostró su inocencia, que Mayella, la acusadora, estuvo en la casa de Tom haciéndole insinuaciones sexuales. Pero fue condenado a cadena perpetua. Tom era negro. Trató de fugarse y lo asesinaron a balazos.

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El asunto tiene extraordinaria similitud con lo que ha venido ocurriendo en Venezuela, a lo largo de 16 años de desgobierno del Socialismo del Siglo XXI. La venalidad del Poder Judicial condenó y mantiene encarcelados a los comisarios y agentes de la Policía Metropolitana que custodiaron la multitudinaria marcha del 11-04-2002, procurando detener su avance hacia Miraflores porque el gobierno había colocado francotiradores desde las proximidades de El Silencio hasta las adyacencias del palacio presidencial, sobresaliendo los apostados en Puente puentellaguno1Llaguno, entre los que destacan Nicolás Maduro, el ilegítimo Presidente de la República y otros mandos gubernamentales de menor rango. La muerte hizo abundante festín y los pistoleros oferentes están en libertad y enchufados en la administración pública, empezando por quien preside la usurpación.

La parca se torna insaciable cuando los poderes públicos la estimulan. A los muertos y heridos del 11-04-2002 le siguieron los de la plaza de Altamira y de Los Altos mirandinos, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal y de todo el país; los perseguidos que lograron escapar de la jauría policial que los acosó y continúa haciéndolo más allá de nuestras fronteras, como por ejemplo Carlos Ortega, Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela; junto con él los 20 mil empleados de PDVSA botados y perseguidos, así como miles de venezolanos en diáspora, cuya excelencia ha contribuido en crecimiento económico de otros países.

Los mandos gubernamentales han dilapidado y robado los dineros públicos. Arruinaron la  producción agropecuaria y las plantas de producción industrial, Implantando el desabastecimiento con sus secuelas. Han conducido la República a la indignidad de andar por el mundo con la mano extendida, solicitando por caridad préstamos que den transitoria vida al exhausto erario, para resolver el 15 y último, así como para honrar, de momento, los compromisos que dimanan del masivo endeudamiento exterior. La deuda interna no les preocupa. Le “aprietan las tuercas” a los bancos para que le compren Bonos. Si no lo hacen… ¡exprópiese! No hay seguridad jurídica, nadie invertirá y, de no abordarse un período de transición la ruina será total.

Justamente por plantear la urgencia de programarse para la inevitable transición, apresaron a Leopoldo López y a Antonio Ledezma;  María Corina Machado, Julio Borges y muchos más están en lista de espera; como quien dice en salmuera. Consecuencia de la represión desbocada, palpable en la brutalidad del aparato policiaco-militar y para-militar, en fecha reciente fueron asesinados 2 jóvenes activistas de la oposición, habitantes del 23 de Enero. Fueron encontrados en un matorral, maniatados y con disparos en la cabeza.
Kluiverth-RoaComo este gobierno, conducido por malandros militantes del Socialismo del Siglo XXI, requería una nueva víctima, ejecutaron a Kluiverth Roa, un inocente estudiante de 14 años. Tendido quedó sobre un charco de sangre en una calle de San Cristóbal. Pero con él también murió el alma de Javier Mora, joven policía (23 años) atrapado en la vorágine de odio predicada por el finado Hugo Chávez Fría que lo motivó para “matar un ruiseñor”.

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