No son dos, son tres Venezuela

El régimen venezolano es estatista, no sé si marxista; eso sí, es procubano y militarista, con evidentes rasgos fascista y comunista que no cree en la democracia como concepto de vida societaria.

Juan José Monsant Aristimuño *

Había algo que me molestaba y no lograba definir con respeto a la relación gobierno-oposición en Venezuela; si se quiere, la confrontación o contraste entre totalitarismo-democracia. Ubicar al régimen y el talante del gobierno de Maduro, precedido por el de Chávez, no ofrece duda; por el contrario, se encuentra perfectamente ubicado desde el punto de vista moral, académico, económico, político e ideológico, desde el mismo año de 1999.

El problema se me presentaba con la oposición formal a ese régimen, describirlo, interpretarlo y seguirlo, cuando primero irrumpió la llamada Coordinadora Democrática conformada por una combinación de partidos políticos, protagonistas individuales, empresarios, sindicalistas, periodistas, renegados del chavismo, muchos infiltrados que trabajaban para los dos bandos y, por supuesto, los oportunistas de rigor, que nos hacían recordar la frase del Capitán Luis Renault, jefe de la policía francesa en el film Casablanca cuando, luego de un asesinato, ordena detener a “los sospechosos habituales”. La CD fue lo más parecido a una feria de vanidades, repartiéndose espacios audiovisuales y futuros cargos inexistentes.

Luego, apareció la MUD como una necesidad electoral, con muchísimas taras que arrastró de su predecesor, pero con una promesa de opción válida para enfrentar el totalitarismo en el fondo y en la forma. Se quedó en la forma.

La MUD fue una combinación de partidos tradicionales con no tan nuevos debutantes en organizaciones partidistas como Un Nuevo Tiempo, partido regional fundado en el estado Zulia por un exmilitante de Acción Democrática, lo que fue el equivalente del Partido Social Demócrata de Guillermo Ungo en El Salvador; Primero Justicia fundado por antiguos militantes socialcristianos, algo semejante, solo semejante, al actual Movimiento de los 300 de El Salvador; Voluntad Popular; una fracción del Movimiento al Socialismo, Bandera Roja, y otra serie de partidos menores. A ella se les debe agregar la participación de los independientes Diego Arria y María Corina Machado, que gozan de un gran respeto nacional.

La Mesa de la Unidad se proyectó desde su inicio, por circunstancias coyunturales, como una organización cuya finalidad fue desplazar al chavismo mediante continuos procesos electorales; quizá por ello no tuvo el tiempo ni la oportunidad para desplegar una estrategia frente al problema de fondo: la lucha contra un régimen totalitario entregado al modelo cubano; es decir, contra el modelo estatista que se impuso en el país desde 1999. Se perdió el bosque por observar los árboles.

Con el reciente asesinato de Mónica Spears, de su esposo Henry Berry y la orfandad de su hija, lo vi claro, se me despejaron las dudas y, quizá las injusticias cometidas contra la MUD en mis apreciaciones.

Es que no son dos Venezuela como se afirma, son tres Venezuela, tres realidades, tres posiciones, tres conceptos y tres políticas. El régimen está claro, no ha engañado sino para doblegar, los medios justificando los fines. Es estatista, no sé si marxista; eso sí, es procubano y militarista con evidentes rasgos fascista y comunista que no cree en la democracia como concepto de vida societaria, por eso se identifica cómodamente con regímenes como Siria, Corea del Norte, Irán, Bielorrusia, Zimbawe, Sudán, Guinea Ecuatorial, y por supuesto Cuba. Están claros, sino totalmente, hacen buen uso en su disfrute personal.

Ahora, en la oposición existen dos visiones sobre cómo enfrentar el totalitarismo, ambas, en principio, de buena fe. La dominante, la de la MUD, parte del convencimiento que el gobierno venezolano no es totalitario ni tiene un proyecto histórico, por lo que solo por medio de elecciones sucesivas y el necesario diálogo, apelando a la razón y la buena fe, se puede acceder a la democracia  inclusiva. El resultado está a la vista.

La otra, parte del supuesto que el gobierno impone un régimen totalitario, sin principios, moral, ni respeto por las formas ni el fondo de lo que se entiende por Estado de Derecho sustentado en la separación de poderes, los derechos individuales y la pluralidad. Por lo que la estrategia y la acción para no perecer corporal y espiritualmente como ciudadano, debe ser diferente a la que se ha llevado hasta el presente. De allí el reclamo por una nueva conducción de la oposición, porque luego no habrá tiempo ni para lamentarnos.

Cuando observamos que en Centroamérica y en otros países de nuestra región se recrean en afirmar que su modelo de vida societaria es el gerenciado actualmente por Nicolás Maduro y Raúl Castro Ruz, no podemos menos que recordar que el asesinato corporal de Mónica y Henry, de los tantos miles que suceden en Venezuela, sin incluir los espirituales, han sido motivados por un régimen que desde 1999 se ha dado en alentar la delincuencia como medio para desmoralizar la sociedad, para así consolidar su proyecto totalitario.

* Ex-embajador venezolano en El Salvador                                [email protected]

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