Quién robó el diagnóstico de Chávez y se lo entregó a Dan Rather?

Por:Manuel Malaver / Análisis Libre

El periodista norteamericano, Dan Rather, vivió a mediados de semana en Venezuela, no sus 15 minutos, sino sus 100 años de fama, con una nota publicada en su portal de Internet donde, simple y escuetamente, informaba: «El presidente venezolano, señor Chávez, sufre de rhabdomyosarcoma metastásico, un cáncer agresivo que ha sumido en la etapa final».

Líneas premortuorias, pero con olor a obituario, que en cualquier otro lugar del mundo hubieran sido leídas con curiosidad, tal vez con extrañeza, pero que en la patria del previsible occiso dispararon los titulares de los medios impresos y radioeléctricos, y todavía en la mañana siguiente eran objeto de exploración afanosa en la televisión y la radio por analistas políticos, astrólogos y adivinos que, otra vez, hacían su agosto.

Nada comparable, sin embargo, al sacudón o tsunami que las «líneas de Rather» desencadenaron en la estructura interna de gobierno, entre la nerviosa burocracia cuyo centro y motor se estaba dando por muerto, y a la cual le era urgente, urgentísimo, no desmentir o confirmar la noticia, sino contestar la pregunta:

«¿Cómo, cuándo y a través de qué medios y manos había llegado el diagnóstico a míster Rather?».

Porque, una cosa era cierta, el diagnóstico del «rhabdomyosarcoma metastásico» entregado a Chávez por médicos cubanos, a raíz de los resultados de su última operación en La Habana, estaba en su habitación de Miraflores, pero no entre los papeles de su escritorio, ni en la mesa de noche de su cama, sino en una caja fuerte a prueba de chips y GPS cuya endiablada combinación sólo conoce el desconfiado y socarrón comandante.

En sentido estricto, es su arca de la alianza, su santo grial, protegida por rituales de babalaos y paleros, a la cual no permite acercarse ni siquiera al mismísimo general Jacinto Pérez Arcay, y cuyo misterio se disfraza respondiéndole a los preguntones que es la «caja chica» conque el jefe de Estado compensa a los que dentro y fuera del país encargan misas, romerías, rituales y promesas por su salud.

«Es mucho dinero» dejó filtrar recientemente un oficial del primer anillo «Cientos de millones de los verdes. Nunca se habían visto misas, aquelarres, ni invocaciones a Yemaya, el Negro Felipe y las «Siete Potencias» tan caras. Y veces hay estafas, como la de los chavistas de Manizales que se llevaron 200 mil dólares para ofrecer una misa a los espíritus de Los Andes y no fue nadie. No es por nada, pero colombiano es colombiano, y su apellido es robo».

«Rhabdomyosarcoma metastásico» palabras mágicas, escritas en máquina de escribir Underwood (porque los médicos cubanos aún no usan computadoras), que Chávez, al filo de la medianoche, cuando siente que está solo, solo, y sin que lo perturbe ni el vuelo de una brizna de polvo, va y saca de la caja fuerte, se lleva consigo a la cama, se acuesta, y lee una y otra vez, mientras llora amargamente.

Nadie, ni llamadas de Fidel, ni de Raúl, ni de Elías, ni de Diosdado, ni de Maduro, ni de Rangel Silva, ni de la familia, pueden interrumpir esta especie de encuentro con el rostro del «Dios desconocido» de que habla San Pablo y que ahora, más que nunca, se niega responder a su pregunta:»¿Por qué, por qué?».

Son las 3 de la madrugada en Caracas, los vientos del Ávila empiezan a barrer los últimos sofocos de una temperatura de casi 30 grados, los sedantes minan la tensión del enfermo, deposita el papel en la caja fuerte y se va a la cama, no comprende si agotado o resignado.

En otras palabras: que el jueves a primera hora de la mañana, entre 5 y 6, ya está instalado en Miraflores un equipo de superagentes del G-2 cubano, e invitados rusos, y bielorrusos (exNKGB), trazando las primeras coordenadas, variables, datos, insights, prospecciones, cruces que debían dirigirse a responder la pregunta:

¿Quién robó y puso en manos del periodista gringo una carta-diagnóstico que estaba guardada entre siete llaves?

-Ja, ja, ja -dijo el bielorruso Alexeie Rubashenko, arrellanándose en su sillón- esto me recuerda aquel cuento de Poe, «La Carta que fue robada» que, por cierto, dio origen a la novela policial.

-Póngase serio, camarada, Rubashenko-lo atajó el cubano, Calixto Malmierca- esto es mucho más serio que el caso del cuento que reporta, esto es un asunto de estado del cual depende la salud económica de por lo menos 15 gobiernos, incluido el suyo. Para darle una idea, ya Fidel me ha llamado 30 veces desde que se conoció el artículo de Rather.

-Pues si está tan interesado-intervino el ruso Mijail Ivanov-dígale que lo primero que vamos a hacer es un barrido de la carta-diagnóstico que vino de La Habana, pues para mí llegó envenenada, con un chips, que es el que está enviando la información que la CIA reparte entre periodistas de Estados Unidos y de Venezuela

Estupor, escándalo, gritos, protestas, pero al final la decisión de ir a la habitación del presidente Chávez, quitarle la llave sin despertarlo, abrir la caja fuerte, sacar la carta, examinarla, aplicarle el detector de chips a suelos, paredes, techos, muebles, baños, al mismo presidente, que siguió en su sueño profundo, cataléptico y ajeno a lo que sucedía.

Once de la mañana: otra sala de Miraflores, y e mails de Cuba, Rusia y Bielorrusia con los resultados de los barridos y luego el mismo estupor: todos habían dado «negativos», no había chips en la habitación del presidente, en su cuerpo, ni en la carta-diagnóstico.

Malmierca no salía de la confusión, el sopor, el desconsuelo, y a cada rato exclamaba: «Hay que inventar algo, hay que inventar algo, Fidel me va a matar…Rubashenko»… y aquí entró una secretaria con cartapacios y cartapacios de e mails con información sobre el periodista, Dan Rather. El cubano se lanzó sobre sobre ellos como poseído de la «intuición frenética» que, según el Poe de «Los Crímenes de la Calle Morgue», es indispensable para resolver los casos más irresolubles. Y leyó, leyó, por horas, ascultó, comparó, subrayó y a eso de la 4 de la tarde dio un grito:

-Eureka» proclamó «he encontrado, he visto la luz, aquí hay un nombre» y se preparó a revelarlo, mientras el resto de los superagentes lo rodeaban atónitos:

-¡Roy Chaderton!, diplomático cuartarrepublicano trucado en bolivariano, embajador de Venezuela en Londres durante los años 96 y 98, después del 2000 embajador de la Revolución en Bogotá, traído de Colombia para ser canciller hasta el 2003, luego embajador en Francia, Asesor en la ONU, y ahora en la OEA donde se ha convertido en un radical que clama por la renuncia del gobierno bolivariano a la CDIH.

-Malmierca-le interrumpió Rubashenko-¿pero no sé a dónde quiere usted llegar con todo eso?

-Ahora viene lo mejor-sonrió Calixto-Desde los tiempos de Londres, Chaderton es gran amigo de Dan Rather, cuyo porte de lord inglés estima, y cenas, ya en la City, ya en Nueva York, y cartas, y llamadas telefónicas y muchas confidencias de esas que ruedan por los pasillos de las cancillerías, se cuchichean en las fiestas y brindis de las embajadas y son oro en polvo para los periodistas.

-Estó bien Malmierca-se adelantó Ivanov -y permítame ser Monsieur G, el prefecto de París que contrató a Dupón en el cuento de Poe- pero eso no resuelve el misterio de la carta-diagnóstico que fue robada.

-Sí lo resuelve, si te detienes en el hecho de que hace semanas, creo que un mes, anunciaron que Chaderton regresaba a Caracas a integrar un tal Consejo de Estado que presidiría su exjefe, José Vicente Rangel. Y el hombre empezó a hacer maletas, vendió el carro, antigüedades, cuadros, hasta que se informó por Rangel, que todo había sido un fiasco, que Chávez los había engañado, los había utilizado para meterle miedo a estos muchachos que quieren sucederlo en la presidencia y en la candidatura.

-¿Quiere decir entonces-saltó Ivanov-que Rangel…?.

-Eso mismo-dijo Calixto-robó la carta, la entregó a Chaderton y Chaderton a Rather. En algún momento de las reuniones que se hicieron para la creación del tal Consejo de Estado, entró a la habitación del presidente, lo encontró dormido con la carta-diagnóstico en la mano, la leyó, anotó, salió a dar una vuelta y cuando regresó, ya el presidente había despertado, y la había guardado en la caja fuerte.

-Jajaja…juego perfecto-celebró Rubashenko, que era un fanático del béisbol desde que vivió en Cuba en los 80-ni Dupin hubiera descubierto al ladrón… Vamos ahora a hablar con el presidente que nos está esperando.

En el escritorio de su habitación, un Chávez visiblemente repuesto, vistiendo un irreprochable Scutaro, canoso pero enérgico y en absoluto dando muestras de cansancio o sedación, terminó de leer el informe y lo tiró a un lado:

-Qué bolsas-acotó- esos son los que me van a tumbar a mí: un gringo jubilado que no sabe que inventar y unos politiqueros y diplomáticos vernáculos que no saben en qué palo ahorcarse. Preocupado estaba yo de que hubiera sido Diosdado el hombre del robo y la infiltración, ese si tiene guáramos y fuerzas conque tumbarme. Pero unos políticos desfasados y pensionados. ¡Martín, Teresa, traigan café para brindar con los muchachos!.

Once de la noche cuando los superagentes abordan sus naves y se despiden en el patio de Miraflores. Rubashenko le dice desde su Camry a Malmierca que ya prende su BMW:

-Dígame Calixto…¿Y usted ha leído a Poe y «La Carta que fue robada»?

-En mi puta vida-responde el cubano-Yo lo único que he leído en mis 62 años es el Granma y los discursos de Fidel… y mire que me han servido bastante, demasiado.

 

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