Reflexiones sobre el futuro de Venezuela – Gustavo Coronel

REFLEXIÓN DOMINICAL

Gustavo Coronel / analisislibre.org
A mi edad no es agradable saber que el país que he amado quede en las ruinosas condiciones actuales.  La Venezuela  de hoy  continuará existiendo de  manera maltrecha  por más tiempo del que tengo disponible. La única ventaja  que le veo  a esta triste situación es que me permite tratar de ver hacia el futuro del  país de una manera más desapasionada, más clínica. Puedo expresar con entera libertad mis temores, desesperanzas, apreciaciones y extrapolaciones sobre la calidad de la  sociedad en la cual viví por unos 65 años. Puedo especular, hasta con audacia,  sobre la Venezuela del futuro (quien podrá decirme que estoy equivocado? ).
No me refiero a predecir quien será el presidente (a) que reemplaze al régimen actual. Quien quiera que este (a) sea  será un venezolano (a) relativamente joven, lamentablemente no exento de la influencia populista que ha prevalecido por décadas en la política venezolana, aún durante las etapas más luminosas de nuestra democracia.  Por algun tiempo, difícil de cuantificar,  el liderazgo post-chavista seguirá pensando en términos de empresas básicas, del control del Estado sobre actividades  “estratégicas”, de educación y salud gratuitas o altamente subsidiadas y de gasolina barata.  Ello será así no solo porque los herederos posibles (con excepción notable de uno (a)  de ellos (a))   estarán mentalmente condicionados a pensar en términos de ese modelo, sino porque se lo impondrá la realidad política venezolana. La herencia que dejará este régimen que está a punto de expirar es una herencia brutal de millones de venezolanos ignorantes y apegados a la limosna del estado paternalista. Es una herencia brutal de un país espiritualmente degradado, en el cual la corrupción y la cobardía se han apoderado de venezolanos de todas las clases sociales, hasta el punto de que –  casi en cada familia venezolana – existen héroes y villanos ciudadanos, miembros dignos y miembros indignos, miembros honestos hasta el sacrificio de sus vidas y de su tranquilidad y miembros que no aguantaron la tentación de la riqueza con deshonor.  En esa sociedad significativamente prostituída y carente de valores será imposible para un nuevo líder imponer un súbito “vuelvan caras”, porque demasiada gente no lo entendería. Habrá que ir, a pulso, apretando los millones de tornillos sueltos e instituyendo  – en paralelo – programas de largo plazo de educación ciudadana, que puedan  transformar en unos 20 años  buena parte del  gentio indefenso que es hoy Venezuela en una sociedad de ciudadanos dueños de su destino.
En paralelo con esta sistemática re-siembra de valores en el  desolador erial dejado por  el chavismo ocurrirán cambios geopolíticos inevitables en nuestro hemisferio  que ayudarán a moderar nuestro  ultra-nacionalismo,  revaluar con más sensatez el legado bolivariano y revisar la dañina creencia de que somos el ombligo del mundo, una potencia mundial, el país más chévere, y que –por tanto- es justificado asumir  aires de superioridad. Este cambio de actitud debe ser promovido por el nuevo liderazgo, a fin de que podamos  entender nuestra verdadera posición  en el mundo, un país de mediano tamaño, con profundas carencias sociales, el cual debe atender con diligencia  sus debilidades más que al cacareo vacío de pretendidas fortalezas.
No habrá una Venezuela en posición de despegue hacia el verdadero progreso antes de 25 años.  El país está en ruinas y la labor de limpieza física y espiritual es gigantesca. No estoy enteramente seguro de que podremos hacerlo.  Hacia el final de mi  viaje puedo darme el lujo de carecer del optimismo automático que es casi obligatorio para quienes vivirán en esa  Venezuela.  Está bien que nuestro liderazgo futuro hable con confianza en nuestra capacidad de llegar a ser una gran sociedad , pero también es necesario que se diga que tal objetivo puede no darse  y no se dará, a  menos que la sociedad venezolana exhiba un radical cambio actitudinal, el cual no vendrá por obra y gracia del espíritu santo, sino que será el resultado de un esfuerzo sistemático y consciente de creación de ciudadanos, de una labor de liderazgo verdadero que hable claro y deseche para siempre la retórica populista,excluyente y sembradora de odios.
Veo la probabilidad de que en  algun momento de los próximos 50-60 años se concrete una verdadera integración física y políitica de, al menos, tres naciones andinas: Venezuela, Colombia  y Ecuador. Ello representaría la concreción efectiva de la gran visión de Bolívar.  Esto será posible en la  medida que disminuya la fiebre patriotera que es alimentada por los acomplejados. Una Gran Colombia, o como se quiera llamar, podría ocupar un puesto en el concierto de naciones que nuestros tres países por sí solos  jamás podrán alcanzar. Quien oiga hablar a los venezolanos de Maracaibo, a los colombianos de Barranquilla y a los Ecuatorianos de Guayaquil – o a Merideños, Bogotanos y Quiteños –  se darán cuenta de que somos un solo páis, separados por fronteras políticas artificiales. Nuestras diferencias culturales son apenas el producto de la altura sobre el nivel del mar, no de fronteras políticas.  Nuestro proceso de tribalización deberá revertirse en la medida en que el patrioterismo deje de prevalecer en nuestros países.
El petróleo tendrá que ser gerenciado de manera desprovista de dogmas y religiones.  Esto será difícil por algun tiempo, por esa tendencia venezolana, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, de pensar en conceptos errados de soberanía y pensar que solo el control propietario y de la operación directa  de la industria petrolera puede ser admisible, cuando lo esencial  es el control fiscal y el poder de regulación.   Podremos ir a  concesiones, a empresas mixtas,  a contratos de operación , todas estas modalidades simultaneamente, a ser aplicadas en cada caso específico. No es necesario pensar siempre en máximos ingresos a  corto plazo sino en óptimos ingresos a largo plazo. No debe existir tabú alguno si la sociedad está conscientede su valor y abandona los complejos y los clichés.   La arrogancia insultante  y la pretensión altisonante y hueca  de soberanía son características de sociedades y regímenes de baja auto-estima.

Por supuesto, hay mucho más que decir sobre el tema de nuestro futuro.  Ojalá quienes se preparan para tomar las riendas de la nación post-pesadilla, consideren que el  mejor camino hacia el futuro deseado no es necesariamente el más  trillado. Ese está bien pra los bueyes cansados, no para una sociedad con deseos genuinos  de superarse y de enfrentar sin miedo sus carencias

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