Ricardo Escalante: Nadie me llama

Ricardo Escalante, Texas

Después de haber analizado durante varios días la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sin dormir un minuto y sin siquiera ir al baño, tengo la autoridad que yo mismo me confiero para sentarme en este taburete a esperar una llamada desde La Habana, desde Miraflores o hasta de la Moderna Universidad de Desahuciados (MUD).  Nadie me ha llamado, pero eso va a ocurrir porque mi interpretación terminará por ser necesaria o, mejor, indispensable para regir los destinos cubano-venezolanos, que ahora son los mismos.

Con mi desvergüenza habitual admito que este es el mismo taburete hecho con cuero de chivo traído de Coro por mi venerable Maestro de Derecho Constitucional XVIII, Nicolás Maduro, cuyas enseñanzas han sido fundamentales para el éxito de mi vida profesional. Recuerdo que en sus sesudas clases el Maestro siempre decía que lo esencial del Derecho Constitucional era el principio aristotélico conforme al cual “chivo que se devuelve se esnuca”, válido para el manejo del país y también de los autobuses del Metro de Caracas. “¡No lo olviden!”, exclamaba a cada rato.

Solo después de tanto tiempo, ahora he venido a comprender la trascendencia de aquel principio aristotélico incorporado al Derecho Constitucional moderno por mi Maestro en su famoso tratado de obligatorio estudio tanto en Miraflores como en cursos en la reconocida escuela de cuadros rojos rojitos de La Habana.  Y descubro, por ejemplo, por qué el Maestro acaba de dictaminar que en el caso del Presidente Chávez, no hay ni falta absoluta ni temporal y ni siquiera todo lo contrario y que, además, la juramentación es solo un formalismo porque “la ruta de la Patria está fijada por nuestro pueblo”.  Más claro no canta un gallo: “chivo que se devuelve se esnuca”…

Nunca olvido al exigente y sabio profesor cuando con su cara de niño y su bigote una vez recortado a lo Hitler, poco a poco pero de manera firme levantó el índice derecho para proclamar en tono solemne: “El Derecho Constitucional y los autobuses son casi lo mismo. Ustedes aceleran y luego pisan el freno. No lo hagan de manera simultánea, porque a mí eso no me funcionaba”…

Durante estos días mi venerado Maestro ha querido advertir por qué la Constitución “es apenas un formalismo”, a pesar de lo cual muchos no quieren entender que ahora “se abre una flexibilidad dinámica” constitucional.  Pero… ¿Y si eso es perfectamente inteligible, no sé por qué carajos entonces vengo yo con mi desatado atrevimiento a tratar de explicar lo que no necesita explicaciones?.  Tampoco sé por qué he pasado tantas horas en este precioso taburete, cuando en realidad todo está dicho de manera diáfana: “El que tenga ojos que escuche”, como ha dictaminado el ilustre tratadista.

Ahh, por cierto, no puedo dejar de recordar ahora que en sus clases magistrales de Derecho Penal Compulsivo del siglo XXI, él muchas veces citaba a un tal profesor Enrico Ferri para ilustrar los principios de navegación del ferry hacia Margarita, y nos remitía a su tratado que reza: “A la oposición a palos y con encapuchados”…  Por eso comprendo las razones del constitucionalista para denunciar “una ofensiva internacional en complicidad con la derecha criolla para enrarecer las aguas”…

“¡Chivo que se devuelve se esnuca!”  “¡Que viva Maduro (In)!”

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