100 años de la muerte de José Gregorio Hernández: La narración del conductor del auto del accidente

“Así lo quiso el cielo. Y quizá fue su voluntad para llevarse a un sabio, que ha quedado inmortalizado por su santidad”, señaló don Fernandp Bustamante, entonces de 84 años, en su conversación con José Emilio Castellanos, publicada en El Nacional de Caracas el 10 de Junio de 1977. Fue la única entrevista que concedió.

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 Tras 58 años de riguroso silencio en Junio de 1977 el conductor del auto involucrado en el fatídico accidente donde perdiese la vida el doctor José Gregorio Hernández (29 de Junio de 1919), accedió a narrar su versión sobre los hechos, junto a otros detalles de su vida, colocando en su lugar la verdad sobre las versiones generadas por la inventiva popular.

Una de ellas, la cual permitió quedase en libertad a los pocos días, fue que la muerte del médico nacido en Isnotú no la provocó el auto sino un hecho fortuito. Otra, que es falso hubiese solo 2 vehículos en Caracas, cuando en verdad están registrado más de mil.

Todo ello fue logrado por el periodista José Emilio Castellanos, del diario de El Nacional, publicado el 10 de Junio de 1977, con apoyo fotográfico del reportero gráfico Juan Quijano, el único con quien accedió don Fernando Bustamante (para entonces de 84 años de edad), conversar sobre el tema, tal cual como el  mismo lo expresase durante su entrevista.

Vale destacar que Fernando Bustamante, durante su declaración ante el juez, en 1919, fue el primero en hacer referencia a la Santidad del doctor José Gregorio Hernández, a lo cual se sumó el entonces joven ex seminarista y escritor Rómulo Gallegos. (JLT, periodista – teólogo)

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El Chofer del auto que le arrolló

 El Cielo Me Escogió para que José Gregorio Pasara a la Inmortalidad

 


Fue el primero en llamar santo a José  Gregorio Hernández, en el expediente de su defensa, «porque era la imagen que tenía de él, cada vez que iba a mi casa a prestar atención médica»

Sus declaraciones se producen 58 años después del accidente en la esquina de Los Amadores, ocurrido el 29 de junio de 1919.


 

José Emilio Castellanos - El Nacional (10 Junio 1977)

 Todos conocen a la víctima. José Gregorio Hernández. Muy pocos o nadie, quizás, podrían identificar al hombre que aquel 29 de junio de 1919 causó involuntariamente la muerte del médico y  catedrático de la Universidad de Caracas.

Fernando Bustamante, quien hoy tiene 84 años localizado por periodista de «El Nacional», es el hombre que aquella tarde conducía el auto Essex Super Six al cual se le atravesó el sabio de Isnotú, por distracción, en la esquina de Amadores, parroquia La Pastora, en momento que el tranvía eléctrico aminoraba su marcha por efecto de la subida. Esto, según relatos recogidos en el expediente.

El conductor no fue culpable del accidente. Así lo sentenció el Tribunal de Primera Instancia, en decisión del Juez Luís Sagarzazu que fuera confirmada por la Corte Superior Penal.

 

El ACCIDENTE

En torno al hecho se han tejido muchas versiones, producto de la inventiva popular. Una de ellas habla de la sola existencia de dos carros en Caracas, cuando su número pasaba del millar.

Del accidente se sabe que ocurrió el domingo 29 de junio de 1919 a las 2 y 15 de la tarde en la esquina de Amadores, cuando el médico cayó en la acera, tras recibir un golpe en el muslo izquierdo, y al chocar su cabeza contra la acera golpeándose la sien perdió la vida.

Un periódico de la época, «El Nuevo Diario», cuyo director era Laureano Vallenilla Lanz, en su número 2332 del lunes 30 de junio  -al otro día del accidente-  publicaba en primera página, a siete columnas y con gran titular, varias informaciones en torno al hecho: «Duelo de la Ciencia y de Caracas. Muerte del Doctor, José Gregorio Hernández».

Al dar detalles del suceso «El Nuevo Diario» señalaba: «Según los informes anotados en el propio lugar del suceso, el doctor Hernández salió de su casa, sita, entre las esquinas de El Embajador y San Andrés y llegó a Amadores cruzando en seguida a Urapal. A los treinta metros de la esquina de Amadores quiso tomar la acera de enfrente, y al bajar a la calle donde hizo por detenerse, pendiente del tranvía que subía en aquel momento, fue mortalmente atropellado por un auto. El golpe, de carácter gravísimo, lo recibió el doctor Hernández en la sien derecha, donde presentaba una herida de poca extensión”.

Al suceso – prosigue-,  el conductor detuvo el auto, y ayudado por algunas personas presentes, recogió de suelo al herido, ya en estado agónico, y lo condujo a toda velocidad al Hospital Vargas a donde el infortunado médico llegó sin vida”.

“En el Hospital Vargas -añade-  los señores bachiller Rafael Otamendi G, y R.V. Astorga, ayudaron solícitos al  atribulado chofer a sacar el cadáver del automóvil. En el mismo carro el bachiller Otamendi salió en busca del doctor Luis Razetti, quien se presentó al instante y diagnosticó la fractura de la base del cráneo. También estuvieron de presentes, tan oportunísimos como solícitos, los doctores Requena Ayala, Capriles, Inocente y Temístocles Carvallo. Hecho el reconocimiento de ley, el cadáver del extinto doctor, fue conducido a la casa de habitación de su hermano el doctor José Benigno Hernández, situada de Tienda Honda a Puente de la Trinidad”.

“UN SINO DEL DESTINO”

“El Nuevo Diario” no mencionaba la identidad del chofer. Pero algunos periódicos expresarían luego que este iba “ la increíble velocidad de 30 kilómetros”.

Fernando Bustamante, quien nació en Mérida el 30 de mayo de 1893, por vez primera accede a dar una narración detallada del suceso, y de lo que fue su vida a partir de ese ramalazo del destino.

Fernando Bustamante accidente José Gregorio Hernández

[box_dark]Fernando Bustamante, José Emilio Castellanos, entrevista del 10 de Junio de 1977, la única que aceptó. Foto Juan Quijano, archivo El Nacional.[/box_dark]

 

Bustamante, quien tiene ahora 84 años, iba a ser compadre del doctor José Gregorio Hernández, su amigo y médico de su hijo. Su esposa estaba en estado de gravidez, y esperaban que el ahijado del sabio, aun por nacer, fuera varón. Ambos tenían amistad desde hacía varios años.

Al recordar aquel incidente que tomó, con el devenir del tiempo, gran trascendencia debido a la notoriedad de la víctima, Fernando Bustamante no pudo superar el efecto psíquico y emocional que ello le produce, tras lo cual en el transcurso de la entrevista, su voz se entrecorta y sus ojos se humedecen.

“Preferiría no hablar de ello, que es para mí muy lamentable”, nos dice.

Luego hace una advertencia: ”toda mi vida he rechazado el licor, pero por encima de ello he rechazado y rechazo la publicidad. Hay gente que da cualquier cosas por una copa de aguardiente, y paga lo que sea por salir en el periódico”.

[box_dark]Fernando Bustamante, José Emilio Castellanos. Foto Juan Quijano. Archivo El Nacional[/box_dark]

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En su apacible residencia  Bustamante –quien mantiene una gran vitalidad física e intelectual- tiene un retrato de su amigo, el doctor José Gregorio Hernández, a quien llamaba santo, según nos dice, antes que se le diera ese trato al sabio de Isnotú, “porque eso era lo que pensaba de él cada vez que iba a mi casa, a darle atención médica a mi hijo, sin cobrarme nunca, tratándome con gran afecto y cariño, que yo le devolvía con regocijo”

Son sus palabras, mientras nos muestra sus diplomas de optometrista, dentista y su “Grado 33” de la masonería. Y nos recuerda que la primera vez que se dio carácter de santidad a la vida del médico trujillano “fue en aquella defensa y explicación que hice del caso, cuando ante el tribunal señalaba que nadie ha lamentado más que yo, ni a nadie puede haberle sido más sensible y dolorosa que a mi la muerte casual del sabio y santo doctor José Gregorio Hernández.”

Bustamante, quien lleva lentes fabricados por el mismo, se entrecorta, o mejor, se inhibe ante la presencia de los periodistas (el entrevistador y el reportero gráfico). Tiene temor a las polémicas porque considera que su edad no le permitiría dar frente a fanatismos aislados de la verdad de los hechos.

“He considerado aquel infausto día, como un sino del destino. Y considero que el cielo me escogió para abrirle al doctor Hernández las puertas de la inmortalidad”.

Tiene 9 hijos, y aquel que iba a ser ahijado del sabio trujillano, murió a los pocos meses de haber nacido, a consecuencia de una afección cardíaca. Sus nietos pasan de 40, casi todos estudiantes. Su vida en la actualidad transcurre entre sus descendientes, a quienes va visitando en forma reiterada; viajando a los lugares del interior del país donde se encuentren residenciados.

 

SU NARRACIÓN DEL ACCIDENTE.

[box_dark]Certificado de Aptitud para conducir automóvil con motor de gasolina, Número 444, otorgado por el Gobernador del Distrito Federal el 6 de Mayo de 1913 (Foto archivo José Emilio Castellanos) [/box_dark]

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Nos revela que para la fecha del accidente en que perdiera la vida el doctor Hernández, tenía 28 años, y llevaba algunos meses como profesional del manejo. Entonces a estos se les llamaba choffeur (como decía el título de conducir) y se les concedía una hoja oficial, firmada por el gobernador, que certificaba la aptitud para conducir automóviles con motor de gasolina.

“Yo era entonces mecánico de un taller de máquinas de escribir. O mejor dicho, poseía un taller porque en verdad el trabajo lo hacían algunos empleados. Entre mis clientes estaba el propio doctor Hernández, quien siempre andaba muy ocupado”.

Aquel domingo –prosigue-, tomé la ruta del puente de El Guanábano hacia La Pastora, por la vía de Urapal y Amadores. En esa calle iba subiendo, en el mismo sentido que lo hacía yo, el tranvía eléctrico, que no tenía puertas, porque así eran los de antes. En esa subida el tranvía aminoraba la velocidad, por el esfuerzo en su ascenso y la poca fuerza del motor eléctrico. Entonces, cada vez que asi ocurría, los pasajeros comenzaban a bajar, con el vehículo en marcha, y por cualquiera de sus lados. Era una costumbre muy caraqueña”.

 

Cuando igualé al tranvía, en la subida de Amadores –explica-, hube de poner la primera a mi auto Hudson Essex Super Six, para que no se me desmayara, y miré hacia un lado, precisamente donde iba el tranvía, para reparar si alguno de los pasajeros descendía por mi vía. Fue cosa de segundos, naturalmente. Pero cuando volví la vista al frente, vi que estaba el doctor José Gregorio Hernández, quien reaccionaba ante la presencia del tranvía y de mi auto. Quiso devolverse, pero el pie se le quedó por algunos segundos entre las piedras con que estaban hechas las calles. Cuando logró darse vuelta y yo detenía mi auto, el guardafangos le tocó el muslo izquierdo. Él perdió el equilibrio y trató de agarrarse de un poste, frente a la Farmacia, pero se enredó y resbaló, cayendo aparatosamente, golpeando con su cabeza el filo de la acera”.

 

El hombre que ahora nos narra aquel suceso recuerda que inmediatamente se bajó a prestar auxilio a su amigo, el médico que atendía a su hijo, y que a esta acción se sumaron quienes venían en el tranvía y algunos parroquianos que estaban en la Farmacia Los Amadores.

 ¿Quién era Fernando Bustamante en aquella época?

Fernando Bustamante y el doctor José Gregorio Hernández frecuentaban algunas familias en común, en aquella Caracas  pueblerina.

Bustamante era compañero y amigo de Alí Gómez, el favorito entre los hijos del general Juan Vicente Gómez (por quien el General Gómez construyó el Nuevo Circo de Caracas apoyando sus inquietudes taurinas).

 

Siempre andábamos juntos –no dice-, y recuerdo que en varias ocasiones le acompañé a su casa de Maracay, donde estaba su padre. El general, las veces que fui, estaba acostado en un chinchorro, detrás de un parabán que tenía un pavo real hecho en marfil, junto a la entrada del cuarto. Cuando me veía llegar en compañía de su hijo, me decía: llegó el amigo. Siempre me dio ese trato –amigo-, y me identificó con Alí”.

También conoció a Cipriano Castro, “El Cabito”, cuando era muy joven. “Un día me llamaron unos amigos para que recitara unos versos porque yo declamaba. Eso fue en el Club Caracas. Estaba presente el general Castro, a quien le gustaron los versos. Entonces dijo: me gusta lo que recita ese muchacho. Pónganle uniforme de capitán. Y dio la orden. Pero  la semana siguiente dije otros versos en el mismo sitio, que no le gustaron. No retiró la orden del uniforme, pero se cambió de lado la moneda”.

En 1922 hubo un accidente en Antímano, en el cual se perpetraba un atentado contra el general Juan Vicente Gómez. Bustamante se encontraba de visita a una familia que residía cerca del suceso, por lo cual entró en sospechas. Hubo de marcharse a Curazao, donde entró de ayudante en una óptica. Fueron sus inicios como optometrista (que concluirían con lo que fuese su exitosa cadena de Optima Bustamante en gran parte del país).

Va narrando cada uno de estos pasajes, pero luego retorna al accidente del sabio Hernández.  Y allí, finalmente, repite una de las expresiones que nos ha dicho antes:

“Así lo quiso el cielo. Y quizá fue su voluntad para llevarse a un sabio, que ha quedado inmortalizado por su santidad”.

 

pd.- Fernando Bustamante falleció en Caracas el 1 de Noviembre de 1981 (Día de todos los Santos). 

 

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