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José Ignacio Moreno León
Venezuela y Cuba vivieron en la década de los años 60 tiempos de gran turbulencia política y de promoción guerrillera y terrorista. Tiempos que en este nuevo año conviene recordar porque, en cierta forma explican la estrecha vinculación existente en la actualidad entre los gobiernos de estos dos países aupada por el actual régimen venezolano.
Este año el régimen cubano está cumpliendo 61 años desde que se estableció en la isla, luego del triunfo de la Revolución, para impulsar la férrea dictadura que aún impera en ese país, la cual desde sus comienzos siempre ha tenido una vocación expansionista con su prédica anti imperialista enfocada contra el gobierno norteamericano. En el entorno de estas circunstancias dos sucesos de trascendencia internacional se produjeron en Cuba en los primeros años de la Revolución, además de diversas acciones de apoyo a la insurgencia guerrillera y terrorista que, durante la década de los años 60, estuvo acosando al régimen democrático surgido en Venezuela, luego de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Del 17 al 19 de abril de 1961 se produjo en la isla caribeña una invasión integrada por exilados cubanos con intentos de derrocar el régimen castrista que ya empezaba a mostrar sus sesgos comunistas y dictatoriales. Fue la conocida históricamente como la invasión de Bahía de Cochinos, operación que tuvo inicialmente el apoyo del gobierno de los Estados Unidos pero terminó en un fracaso, exacerbando la tendencia anti norteamericana del régimen, el cual el 1 de mayo de ese mismo año declaró a Cuba como República Socialista, acrecentando las intenciones expansionistas de la Revolución que en poco tiempo se empezó a sentir en Venezuela.
Entre el 16 y el 28 de octubre de 1962 se produjo la llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre, cuando el presidente Kennedy conminara al jerarca soviético Nikita Kruschev a desmantelar -a pesar de la resistencia inicial de Fidel Castro- las primeras bases de lanzamiento de misiles balísticos con cabezas nucleares, capaces de impactar vastas regiones de los Estados Unidos que el régimen castrista había comenzado a instalar sigilosamente en la isla, pero que fueron descubiertas por aviones espías del país del norte, luego de que los servicios de inteligencia de Francia advirtieran a la CIA de la instalación de ese arsenal nuclear. Fue un acontecimiento que pudo haber llevado a la humanidad a una hecatombe nuclear.
En el caso de Venezuela los primeros gobiernos de la democracia tuvieron que enfrentar en la década de los años 60 serias confrontaciones desestabilizadoras, algunas de ellas con tendencia derechista y militarista, pero las más importantes con orientación izquierdista, como fueron las ocurridas en mayo y en junio de 1962, recordadas como El carupanazo y El porteñazo. Ambas con soporte militar y, en algunos casos, con aporte logístico del régimen castrista de Cuba, lo que, ya en enero de ese mismo año y a instancias del gobierno venezolano, había provocado la expulsión de ese país como miembro de la OEA. Posteriormente, en noviembre de 1963, surgieron otras graves denuncias ante ese organismo internacional, formuladas por el presidente Rómulo Betancourt, señalando el apoyo que en armamento soviético le estaba suministrando Fidel Castro a los grupos guerrilleros que estaban operando en Venezuela y provocando asesinatos de policías, guardias nacionales, asaltos a bancos y comercios, dinamitando oleoductos y realizando otras acciones terroristas.
Pero la injerencia más directa y abierta de Fidel Castro, en su empeño por derrocar la democracia venezolana para exportar su Revolución a nuestro país, estuvo representada en la participación de milicias cubanas en dos fracasadas invasiones guerrilleras: la primera en julio de 1966 cuando un grupo de 40 guerrilleros, entre ellos 14 milicianos cubanos comandados por el mayor Arnaldo Ochoa –veterano de la Sierra Maestra, con entrenamiento militar en la Unión Soviética, y quien llegó a alcanzar el grado de general y Héroe de la Revolución Cubana, para al final terminar fusilado luego de un juicio sumario por acusaciones de narcotráfico- y el resto guerrilleros del partido comunista venezolano; todos bajo el comando del guerrillero venezolano Luben Petkoff, quienes desembarcaron en las playas de Chichiriviche, en el estado Falcón, con el objeto de unirse al frente guerrillero que en la zona comandaba Douglas Bravo. Y la segunda el desembarco el 8 de mayo de 1967 en las playas de Machurucuto, región de Barlovento, al oriente del estado Miranda, también de un grupo de guerrilleros cubanos y venezolanos, con objetivos de reforzar el frente guerrillero que comandaba Fernando Soto Rojas, en las montañas de El Bachiller. En ambos intentos los invasores fueron derrotados, gracias a las fuerzas armadas del ejército venezolano, que en esa ocasión supo ser fiel al mandato constitucional de defensa de las instituciones democráticas y de la soberanía nacional.
Con el triunfo de la candidatura de oposición de Rafael Caldera, en diciembre de 1968, la joven democracia Puntofijista de Venezuela se fortalece con la alternancia partidista en el poder y, a partir de 1969, el presidente socialcristiano con su política de pacificación logra reducir sustancialmente por el resto de su período de gobierno, la acción de los grupos guerrilleros, cuyos principales líderes se fueron incorporando progresivamente a legalidad democrática. Aunque se señala que en ese año hubo contactos del Che Guevara con la guerrilla venezolana, pero el astuto jefe guerrillero desistió en su apoyo, porque según sus propias palabras “en aquella vaina todos querían mandar”(1).
Quedó sin embargo en el registro histórico de América Latina el hecho del empeño armado castrista por derrocar la democracia venezolana, no solo para exportar la revolución comunista a nuestro país, sino fundamentalmente para tener libre acceso al petróleo venezolano, como soporte económico del régimen cubano.
A seis décadas de los turbulentos años vividos en Venezuela por la acción guerrillera y los intentos desestabilizadores del castro comunismo, el 2020 representa el gran reto para que, un genuino liderazgo nacional, sea capaz de convocar a la activa participación de todos los venezolanos para el rescate de la institucionalidad democrática y de la plena soberanía, como condiciones fundamentales a fin de superar la profunda crisis nacional y emprender, sin complejos estatistas, rentistas ni populistas, el camino hacia el progreso compartido.
- Fenya Antonatos-Kazana, La invasión Cubana a Venezuela: Breve cronología de una historia aún no escrita”,es.orbinews.com, 16 agosto 2017.