Autor: Thaelman Urgelles
Carlos “Chacho” Álvarez, ex-vicepresidente de la República Argentina, tenido en aquel país como hombre honrado y ajeno a extremismos, vino a Venezuela como jefe de la delegación de UNASUR, una entidad que no terminamos de saber para qué sirve, salvo hasta ahora de comodín diplomático de la alianza de presidentes que se organiza alrededor de la petrochequera venezolana de Hugo Chávez.
Su escogencia para esa misión nos pareció de lo más astuta de parte de Alí Rodríguez y de Chávez, en realidad quien tomó la decisión de traerlo como jefe de la “misión”. Se trata de una figura menos polémica y su imagen no era la de uno de esos chavistas latinoamericanos más cercanos a la petrochequera, como hubiesen sido un Pino Solanas o una Hebe de Bonafini. El perfecto “tonto útil”. Tal vez por eso, nadie entre los sectores de oposición cuestionó su presencia en el país ni se preguntó cuál sería su conducta en el estéril “acompañamiento” para el que estuvo comisionado.
También por eso, a nadie sorprendieron sus declaraciones antes de tomar el avión de regreso a la Argentina: “Venezuela es ejemplo de democracia para la comunidad internacional…” y “… lo que sucedió en Venezuela echó por tierra las ideas mal intencionadas de que en este país no había democracia”. Y por supuesto, la sempiterna complacencia “por la alta participación de electores en los comicios”.
Por supuesto que Don Chacho no se paseó por los abusos de poder cometidos en la campaña. Por ejemplo, por los 10 minutos de propaganda obligatoria y gratuita por radio y TV que el gobierno gozó durante toda la campaña, mientras el candidato opositor sólo tuvo 3 minutos diarios para sus avisos, a lo cual hay que sumar los 30 minutos diarios -en promedio- de cadenas nacionales de radio y TV que disfrutó Chávez durante los tres meses de contienda. En su acompañamiento de Nicolás Maduro por restaurantes y hoteles de la ciudad no tuvo Ud. tiempo de reparar en el uso de los recursos públicos para la multimillonaria propaganda electoral del candidato del gobierno, en los camiones de Corpoelec colocando pendones y pancartas de Chávez mientras simultáneamente retiraba las de Capriles.
En la apretada agenda de turismo revolucionario que le prepararon la cancillería y el poder electoral, el ilustre “acompañante” no tuvo quizás tiempo para ver las tendenciosas cuñas del CNE, como aquella donde una votante recorría todo el proceso de votación con su número de cédula impreso como una aureola sobre su cabeza, una descarada advertencia de que en todo momento se sabría quiénes son los votantes y su identidad, sobre todo en el momento de emitir sus votos. Tampoco pudo ver las colas de militantes del PSUV a las puertas de los centros electorales, esperando a los adultos mayores beneficiarios de pensiones, y traídos en busetas pagadas por PDVSA, para ofrecerles su generoso “voto asistido”, no fuera a ser que sus dedos se deslizaran erróneamente hacia la parte inferior del tarjetón.
Tampoco se enteraría de las numerosas agresiones violentas sufridas por el candidato y militantes opositores en sus movilizaciones por sectores que la mafia gubernamental mantiene secuestrados. Mucho menos le dejarían saber de los dos activistas opositores asesinados por bandas chavistas, junto a 7 de sus compañeros heridos. Claro que Don Chacho no pudo evitar ser testigo de la extensa comparecencia televisiva del candidato oficial junto a él y el resto de los ilustres “acompañantes”. Aquella celebrada en la víspera de la elección, cuando estaba prohibida toda propaganda electoral y su anfitrión se explayó en intervenciones claramente proselitistas. Tal vez no se dio cuenta de ello, ensimismado como estaba en sus cavilaciones sobre la perfecta democracia que tenemos en Venezuela.
Tal vez por su condición de visitante Super VIP no se tropezó en el aeropuerto con su compatriota periodista Jorge Lanata, quien fue obligado a recibir acompañamiento de los cuerpos de seguridad para abandonar el país, vejado, requisado su equipaje y decomisadas sus cintas grabadas, fotografías y notas periodísticas.
Ya regresó a su país de origen, cuya presidenta lo estará esperando para asignarle otra misión propia de la “vaca sagrada” que va usted siendo. Quién quita y este acompañamiento que vino a hacerle a Don Hugo Chávez le haya agregado puntos para que él –gran y quizás único elector de la patética UNASUR- le designe nuevo secretario general del organismo, dado que al inefable Alí Rodríguez le debe estar tocando su próxima rotación, en el carrusel de burocracia que ha tenido en estos 14 años.
Feliz viaje, pero sepa que en este país dejó otras hojas curriculares. Por lo pronto, queda su nombre en el selecto All Star de los políticos latinoamericanos que contribuyeron a lavar el rostro de la autocracia ventajista, corrupta y tramposa que sufre el pueblo de Venezuela, aunque una decreciente mayoría aun vote por ella. Quede su nombre inscrito en la infame galería de personas no gratas al pueblo democrático de Venezuela.