Autopsia electoral

[box_dark]¿Aprenderemos algo de los resultados del domingo?[/box_dark]

Ricardo Escalante / Análisis Libre

Los resultados de las elecciones de alcaldes y concejales realizadas ayer domingo en Venezuela deben ser examinados con frialdad y como otra advertencia más a los jefes de la maquinaria opositora, que, sin lugar a dudas, han incurrido en errores estratégicos de bulto.

Las cifras reveladas por el Consejo Nacional Electoral dicen que –a pesar de la astronómica inflación, la galopante inseguridad individual y colectiva, y la ausencia de productos esenciales de la vida diaria-, el chavismo tiene el respaldo de la mayoría de los ciudadanos. Nadie puede engañarse con la lectura de lo que ocurrió en estos comicios.

Antonio Ledezma y los candidatos ganadores en Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, Mérida, Barinas, y en otros municipios, cumplieron una labor encomiable, pero lo cierto es que en términos nacionales totales la oposición obtuvo menor cantidad de votos y, por supuesto, eso es consecuencia directa de las falencias del liderazgo.

Henrique Capriles Radonsky se empeñó en ser el gran protagonista del proceso que acaba de concluir. Volvió a hacer demostraciones de fortaleza física y de ambición de poder. Desde temprano se ofreció como jefe de campaña para estas elecciones, que lo han dejado con plomo en el ala.  Los resultados deben ser interpretados como su tercera derrota consecutiva.  Su grave falla fue presentar la campaña como si se tratara de un plebiscito a la desastrosa gestión de Nicolás Maduro y ahora los resultados están a la vista:  Ni siquiera logró la victoria para su candidato en la capital del estado Miranda, del cual es gobernador.  Con esa derrota en Los Teques surge una interrogante: ¿Se sienten los pobladores de esa ciudad a gusto con su gobernador? Pareciera que Capriles quiere abarcar mucho pero aprieta poco.

¿Es tangible la estrategia equivocada de la MUD?  Pues, claro que sí. El discurso del secretario ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, que en esta ocasión tuvo una menor exposición pública, no estaba acorde con los tiempos de dificultades que viven los venezolanos. Él es un intelectual y político decente, con larga experiencia parlamentaria y de gobierno, cuyo carácter no está hecho para transmitir emoción a las masas. Su postura pausada, sosegada, de altura, seguía los cartabones de la política de salón, mientras las circunstancias reclamaban algo distinto, un poco de burdel.

No entendía que frente a la interminable cadena de desmanes del gobierno, hacía falta un liderazgo fuerte, capaz de hablar golpeado y hasta en términos desafiantes, sin que eso vaya reñido con procedimientos democráticos.  Durante el proceso que acaba de finalizar, nadie en la MUD cumplió ese papel.  Hasta Henry Ramos -conocido por sus discursos encendidos y demoledoras ironías-, en la recién finalizadas elecciones parecía haber bajado la guardia.

Los partidos políticos adversos al chavismo tendrán que reflexionar sobre el desempeño de su función como ejes fundamentales de la democracia prometida, porque hasta ahora han puesto énfasis en intereses parciales, para tratar de obtener beneficios que al final del día no dejan de ser escasos.  Un buen ejemplo de esto son los terribles resultados obtenidos en el municipio Libertador, por haberse empecinado en sostener a Ismael García, un candidato pésimo  -con limitada capacidad para expresarse y sin carisma-, a pesar de la desventura que las encuestas anticipaban.  La responsabilidad primordial de tal descalabro fue de Primero Justicia –la única organización política que ha tenido un crecimiento, aunque irrisorio-, al aliarse con la Causa R para impulsar a García.

En el mensaje publicitario opositor había graves puntos flacos. No pudo desenmascarar la ruidosa y bien hecha publicidad oficial, que hasta hacía creer que las empresas de Guayana y las grandes obras de los gobiernos democráticos, habían sido construidas por Hugo Chávez.

Todas esas cosas ocurrían mientras en el país faltaba papel higiénico, aceite, café y muchas cosas más, con un presidente que invitaba a saquear y a atropellar a los disidentes, que ha cercenado la libertad de prensa y hasta de pensamiento, que encarcela  y estimula desapariciones de ciudadanos.  Ahora, por supuesto, después de estas elecciones volvemos a lo mismo: ¿Podremos sacar esta vez conclusiones de nuestros propios errores? ¿Surgirá de allí el líder democrático con cualidades para estremecer a las masas?

No podemos pensar que estos comicios locales fueron una hecatombe, pero sí deberíamos reflexionar para producir lo más conveniente para todos.

www.ricardoescalante.com

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