¿Cuál será la actitud que le dé a la sociedad venezolana las mejores posibilidades de redención, de regresar a ser una sociedad civilizada y digna?
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Gustavo Coronel
Washington, D.C.
Amigos que me merecen total confianza por su buen criterio y su honestidad intelectual me han advertido en varias ocasiones contra mi tendencia a escribir sobre la oposición venezolana de una manera tal que da a entender que todos quienes estén en desacuerdo con mis opiniones son traidores o malos venezolanos. Por esta razón mis apreciaciones sobre la situación venezolana, agregan mis amigos, corren el riesgo de perder credibilidad, al ser percibidas como poco objetivas.
Esta advertencia me preocupa porque no deseo ser injusto.
Hasta ahora les he respondido a mis amigos diciendo que es difícil emitir un juicio de valor si uno debe hacer detalladas excepciones. A veces decimos, por ejemplo: “la oposición venezolana ha mostrado excesivo pragmatismo y muchos de sus integrantes han llegado al colaboracionismo”. Al decir “muchos” no queremos decir “todos” pero hay lectores que lo entienden así.
¿Cómo podemos evitar parecer injustos? Tendríamos, quizás, que añadir: “Esto no es cierto de fulano, mengano, perencejo y muchos otros, quienes si han mostrado gran valentía en su actitud ciudadana”.
Enumerar las numerosas excepciones que ciertamente existen cada vez que somos híper críticos de la oposición venezolana parece poco práctico. Nadie sabe cuántos miembros de la oposición son colaboracionistas y cuantos son héroes ciudadanos. Cuando emito un juicio de valor negativo lo que deseo decir es que el efecto neto de los esfuerzos de la oposición es claramente negativo, que parece existir un excesivo pragmatismo entre la oposición y muchos intereses particulares o tribales involucrados en el proceso de negociación con el régimen.
¿Cómo puedo – repito – evitar la injusticia en mis apreciaciones? Quizás una manera de hacerlo es tratando de establecer una separación lo más clara posible entre tipos de oposicionistas, es decir, intentar una clasificación de la oposición, a fin de colocar la discusión en un plano más objetivo y cuantificable.
Creo que, de una manera totalmente empírica, se pueden distinguir tres grandes grupos principales de oposicionistas y tratar de definir cada tipología en base a lo que cada quien manifiesta públicamente. Estos grupos pueden ser denominados así: (1), los Principistas Radicales; (2), los Pragmáticos Bien Intencionados, (3), los Colaboracionistas.
(1), LOS PRINCIPISTAS RADICALES
En este grupo se colocarían todos quienes tienen la convicción de que no es aceptable negociar, dialogar o transigir con el régimen que ha destruido al país. Este grupo cree que una transacción, un intercambio de concesiones, violaría los principios éticos que deben ser defendidos a toda costa. Piensan que el régimen debe ser expulsado del poder mediante el rechazo de los venezolanos, por la vía de una rebelión popular que está consagrada como deber constitucional, con la ayuda bienvenida de aquellos países que pueden ejercer presión sobre el régimen.
Ven este tipo de acción como la única vía de restituir a los venezolanos su dignidad hecha trizas. No hacerlo, según ellos, sería admitir que el crimen si paga y tal admisión conduciría a la sociedad venezolana a la mediocridad crónica y a ser presa fácil de futuros aventureros iguales o peores de lo que nos han azotado en los últimos 20 años.
En este grupo creo ver la presencia de – entre muchos otros – líderes, activistas sociales y analistas como María Corina Machado, Antonio Ledezma, Diego Arria, Pedro Burelli, Alfredo Romero, Rodolfo Izaguirre, Tamara Suju, Carlos Blanco, Joaquín Chaffardett, Andrés Velásquez, Manuel Malaver, Gustavo Tovar Arroyo, Julio César Arreaza B., Ramón Peña, así como de grandes sectores de la opinión pública nacional, los cuales pudieran ser mayoría, pero no puedo asegurarlo. Yo estoy 100% alineado con este grupo y así lo he mantenido en numerosos escritos, en los cuales me he mostrado bastante rígido.
Si he pecado de vehemente y ofendido en mis escritos a quienes difieren de buena fe de mi postura, les pido mis sinceras excusas.
(2), LOS PRAGMÁTICOS BIEN INTENCIONADOS
En este grupo se integran muchos ciudadanos venezolanos de indudables credenciales democráticas, animados de las mejores intenciones de detener la situación trágica de la sociedad venezolana y dar a los sufridos habitantes del país un respiro, un alivio a su penosa situación de indefensión, humillación y privaciones. Consideran indeseable una solución que lleve a la violencia, ven como lesivo a nuestra soberanía una intervención militar extranjera para cambiar el régimen, prefieren la vía electoral, aunque admiten que es una vía controlada por el régimen y muchos de ellos han ido cambiando de una posición abstencionista electoral por una posición de asistencia a elecciones que – aunque imperfectas – puedan lograr algún avance de las fuerzas democráticas del país. De igual manera han accedido a sentarse en la mesa con el régimen porque sienten que se podrían lograr algunas concesiones que acerquen al país a un regreso a la democracia y mejoren las condiciones de vida del pueblo venezolano. Han llegado a esta conclusión por estar convencidos de que no existe en la oposición disposición alguna para generar una rebelión popular ni existe en los países de la región intención alguna de venir a nuestro rescate por la vía de una intervención militar. Entre los integrantes de este grupo se encuentran Leopoldo López, Juan Guaidó, Julio Borges, José Guerra, Jon Goicochea, Carlos Vecchio, valiosos jóvenes líderes como Manuela Bolívar y Carlos Paparoni, Miguel Pizarro, Tomás Guanipa, analistas políticos y activistas sociales como Carolina Jaimes Branger, Ismael Pérez Vigil, Luis Salamanca, Michael Penfold y muchos otros. ¿Cuantos venezolanos apoyan esta postura? Difícil saberlo, pero forman un sector apreciable de la población venezolana. No ha sido nunca mi intención meterlos en el mismo saco de los colaboracionistas, excepto cuando percibo que pasan a serlo.
Hay casos especiales, como el de Eduardo Fernández, un demócrata por muchos años, quien, en ocasiones, ha mostrado tendencia a pasar del grupo (2) al grupo (3).
(3), LOS COLABORACIONISTAS
En este grupo figuran esencialmente venezolanos y algunos extranjeros quienes desean obtener posiciones relevantes en el quehacer nacional, bien por motivos de prestigio personal o de aprovechamiento material y político, así como empresarios y otros actores en la sociedad que aspiran a recibir parte del menguante botín de la hacienda pública. Algunos tienen como impulso principal el resentimiento. Muchos de ellos comenzaron como miembros del grupo (1), pasaron en algún momento al Grupo (2) y han terminado desplazándose hacia el Grupo (3), ansiosos de recuperar vigencia política o de recibir alguna cuota de poder real o imaginario.
Los miembros de este grupo generalmente piensan que es estratégicamente deseable coexistir pacíficamente con los villanos. Su lema parecería ser: “Agarrando aunque sea fallo”.
Entre los miembros de este grupo veo a Timoteo Zambrano, Claudio Fermín, Felipe Mujica, Henri Falcón y sus seguidores a lo Eduardo Semtei, a Manuel Rosales, Enrique Ochoa Antich y José Bernabé Gutiérrez. Encuestadores como Oscar Schemel, ahora vendido totalmente al régimen y otros que aún navegan entre dos mares, como Jesús Seguías y Luis Vicente León.
PERMEABILIDAD ENTRE LOS GRUPOS (2) y (3)
Creo que entre el primer grupo y los otros dos existe poca o nula permeabilidad. Los miembros del primer grupo se aferran a sus principios, no aflojan su brújula. Entre los otros dos grupos – (2)y (3) – hay mayor permeabilidad e intuyo que están ocurriendo movimientos frecuentes del segundo hacia el tercer grupo, motivados por las circunstancias políticas cambiantes. Cuando la situación personal o política se le hace insostenible a un miembro del grupo (2), aumenta su propensión a emigrar hacia el grupo (3).
Creo que en este momento hay una fuerte tendencia de los pragmáticos a emigrar hacia el grupo colaboracionista, ninguna tendencia al movimiento contrario.
CONCLUSIÓN
Estas ideas preliminares sobre la tipología de la oposición venezolana tienen como objetivo hacer un aporte al debate sobre lo que podría denominarse el dilema actitudinal del venezolano.
¿Cuál será la actitud que le dé a la sociedad venezolana las mejores posibilidades de redención, de regresar a ser una sociedad civilizada y digna? ¿Es deseable hacer concesiones que violenten los principios para resolver problemas de coyuntura? ¿Existe un punto en el cual es más ético actuar de manera pragmática que aferrarse a los principios?
Estas y otras similares interrogantes son difíciles de responder con certeza. Lo único que podemos hacer es actuar con entera sincera y honestidad intelectual, sin pensar en lo que sería más cómodo o beneficioso para nosotros a título individual.