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La tésis de una ecología integral y de una economía con sentido humano, impulsada por el Papa Francisco deben ser motivo de un debate inteligente y responsable en la próxima Conferencia de Cambio Climático COP25
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José Ignacio Moreno León
Es bien sabido que el alarmante proceso de deterioro que está sufriendo el medioambiente se relaciona fundamentalmente con los factores generadores del calentamiento global, pero igualmente con el irracional manejo y explotación de los recursos naturales de nuestro planeta, impulsado por el modelo economicista en que se sustenta la nueva revolución industrial que estamos viviendo. Por ello, estudios que se han venido adelantando en relación a este preocupante proceso señalan que la civilización humana está desestabilizando el medioambiente del planeta de varias formas, entre las más contundentes con el creciente proceso de deforestación y extracción de otros recursos del ambiente y la contaminación de los suelos, de las aguas y de la atmósfera.
Esa acción destructora está generando la desaparición de especies y plantas y, en general, el deterioro del ecosistema global. Así, están extinguiendo las barreras coralinas de Australia y valiosas especies marinas y se encuentra en grave peligro la selva amazónica. Se estima qué si se mantiene esa tendencia destructiva de la ecología, no solo estaría en peligro de extinción un gran porcentaje de formas de vida del planeta, sino igualmente se podría destruir los medios que sustentan nuestra raza y eso marcaría el final de los tiempos para los seres humanos.
El tema del cambio climático constituye la consecuencia más grave de la depredación del medio ambiente por lo que ya existe un consenso científico que alerta sobre la urgente necesidad de reducir drásticamente en los próximas dos décadas las emisiones de CO2 y otros gases generadores del llamado efecto invernadero, ya que de no lograrse esa meta, la temperatura promedio del planeta se incrementaría en más de 2 grados centígrados, provocando la acelerada desertificación de los suelos, la desaparición de grandes capas de hielo, con el consiguiente incremento del nivel de los océanos y se incrementarían otras catástrofes ambientales, tales como destructivos huracanes y lluvias torrenciales que ya están siendo muy frecuentes. A partir de ese incremento, el ritmo del calentamiento global podría ser indetenible y según estudios científicos eso conduciría a un Armagedón ecológico en nuestro planeta para el 2050. Estudios recientes demuestran que ya se está llegando rápidamente a esos niveles de riesgo medioambiental que serían irreversibles, aún con una dramática caída de las emisiones generadoras del cambio climático. Todo lo cual obliga a actuar, de manera perentoria, para evitar esa tendencia hacia el holocausto planetario. Desgraciadamente indicadores medioambientales de finales de 2018 señalaban que en lugar de reducción de los gases de efecto invernadero, la tendencia para esa fecha mostraban que esas perversas emisiones continúan incrementándose.
Frente al sombrío drama medio ambiental, el Papa Francisco -emulando a Francisco de Asís «patrono de la ecología»-, desde comienzos de su gestión como líder supremo de la Iglesia Católica se ha mantenido como un constante predicador en defensa de la naturaleza y por el cambio del modelo de explotación de los recursos naturales que está colocando a la humanidad al borde de su extinción. En 2015, durante su visita pastoral por América Latina, Francisco motivaba a los líderes del movimiento indigenista de Bolivia con un llamado para que los pueblos y sus movimientos exijan, a nivel mundial medidas urgentes y apropiadas en defensa de la Madre Tierra. Y en un encuentro con la sociedad civil en Quito, Ecuador, el Papa pedía a sus dirigentes para que, junto con otros países de la franja amazónica ejerzan la pedagogía de una ecología integral.
Pero la propuesta formal, como doctrina de su papado frente al drama ecológico, fue anunciada por el Papa Francisco en su segunda encíclica, firmada el 24 de mayo de 2015 y presentada el 18 de junio de ese mismo año bajo el título de Laudato Si – «Alabados seas, mi Señor» como cantaba San Francisco de Asis-; y cuyo tema fundamental plantea el cuidado de la casa común. En este fundamental documento de nuestra Iglesia Católica, Francisco resalta el llamado de sus antecesores los papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, en pro de la paz y de manejo más racional de los recursos de nuestro planeta y con respeto al medio ambiente. Y, luego de reconocer la preocupación de líderes de otras iglesias, de comunidades científicas y de movimientos ecologistas frente a la crisis medioambiental, Francisco llama a un nuevo diálogo en defensa de nuestra Casa Común, considerando al clima como bien común y al cambio climático como un problema global, con consecuencias no solo ambientales sino también sociales, económicas, distributivas y políticas, y señalando que es uno de los principales desafíos actuales que tiene la humanidad. Por lo que dedica la mayor parte de su encíclica al desarrollo del tema de la Ecología Integral que supone enfrentar la crisis medioambiental con una visión holística que supone, en palabras del Papa «…buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales.» Y agrega… «No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.»
Ese enfoque ecológico integral formulado por el Papa necesariamente obliga a pensar en un cambio del patrón global de desarrollo en el que se sustenta la civilización contemporánea. Un cambio que, como Francisco señala, debe impulsarse poniendo la ecología por encima de la economía, lo que implica reemplazar el modelo economicista por una economía con rostro humano, es decir un modelo de desarrollo económica en donde la dignidad humana y el interés planetario esté por encima de intereses crematísticos.
Más de 80 mil incendios acaban de arrasar con una importante porción del bosque tropical de la Amazonía, a ello se agrega el prolongado proceso de devastación de esa estratégica reserva forestal que es la selva más grande del planeta, con más de 600 millones de árboles que cumple una función vital en el ciclo del agua y para la regulación de la temperatura atmosférica y la generación de cerca del 20 % del aire que respiramos; además de albergar una importante comunidad indígena de cerca de un millón en 400 pueblos diferentes que hablan 86 lenguajes y 650 dialectos.
Frente a esa nueva tragedia medioambiental que se agrega a los preocupantes escenarios que hemos referido, el Papa Francisco designó el pasado 8 de septiembre al Cardenal Baltasar Porras para presidir, junto con otros dos cardenales de países amazónicos, un Sínodo sobre nuevos caminos para una ecología integral que se realizará en el Vaticano del 6 al 27 de octubre. Estamos seguros que, con la sabia conducción del Cardenal venezolano y los otros Presidentes Delegados surgirán valiosos aportes para el combate del calentamiento global y los cambios hacia un desarrollo sustentable que son imprescindible a fin de asegurarles un futuro vivible a las nuevas generaciones.
La tésis de una ecología integral y de una economía con sentido humano, impulsada por el Papa Francisco deben ser motivo de un debate inteligente y responsable en la próxima Conferencia de Cambio Climático COP25 que, con los auspicios de la ONU, congregará en Santiago de Chile, entre el 2 y el 13 de diciembre, a más de 25 mil personas de 196 países, incluyendo reconocidos expertos ambientalistas y a un estimado de 30 jefes de Estado.
Un comentario sobre “Crisis medioambiental: la Propuesta Papal y el Sínodo por una Ecología Integral”