De dictadores, tiranos y demócratas

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Juan José Monsant Aristimuño
Análisis Libre

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Se nos hace complicado distinguir el poder fáctico ejercido por un dictador o por un tirano. En principio, pareciere que fueren sinónimos; pero no es así. Todo tirano es un dictador, más no todo dictador es un tirano. Y para mayor dificultad, en nuestro ámbito hispanoamericano muchas veces ambas expresiones del poder absoluto se encuentran unidas.

Por supuesto, estas dos condiciones del ejercicio del poder público nacieron en Grecia y Roma, los verdaderos padres del origen de la democracia, por la cual se rige nuestro continente y la totalidad de los países de Europa occidental. Claro está, enriquecida con valores éticos y morales judeocristianos ( no digo religiosos, porque esta es una disposición de trascendencia humana individual, pero que sus requisitos de comportamiento consigo y ante “el otro” se integran en la filosofía del derecho y en la ética, que fundamentan y le otorgan sentido a la convivencia humana organizada.

El título de dictador (el que dicta), la dictadura tiene un origen “democrático” (recordemos que la democracia como la asumimos hoy no es igual a la de los tiempos griegos).

En todo caso ese título se lo otorgaban los magistrados romanos a otro magistrado para que en determinadas circunstancias, normalmente en caso de guerra, ejerciere el poder absoluto en el ámbito de su mandato específico. Cargo que una vez superado el conflicto o la circunstancia por el cual se le diere, el dictador retomaba su anterior investidura.

El primer dictador romano fue Tito Larcio (año 501 a.C) nombrado por el senado, con el encargo específico de organizar el Estado luego de las largas guerras civiles por las que se había pasado. Y el último, el muy conocido Julio César (año 32 a.C).

El tirano igualmente es una figura de origen romano y griego, pero esta vez, el magistrado accede a esa investidura por decisión consular o por la vía de los hechos, que habitualmente iba acompañada por lo que hoy se conoce con la violación masiva de los derechos humanos.

Tiranos, Tiranos no hemos tenido en el pasado, salvo quizá el llamado “Tirano Aguirre,” conquistador español instalado en Perú quien se rebeló contra el rey de España por no responder sus cartas de reclamos a lo que él daba por hecho le correspondía Condenado a muerto por las autoridades españolas, huyó con sus fieles servidores por el Amazonas hasta alcanzar las costas de la provincia de Venezuela; en Margarita sembró el terror, para luego pasar a tierra firme, donde fue abatido a las afueras de Barquisimeto en 1561, no sin antes asesinar a su hija para impedir que fuere capturada y violada por la soldadesca  española.

En nuestra región el dictador más célebre ha sido don Gaspar Rodríguez de Francia, nacido en Paraguay. Teólogo, maestro y abogado, quien fuere nombrado por el Congreso el 12 de octubre de 1814 Dictador Supremo de Paraguay por un período de cinco años; y en 1816; dos años después, designado Dictador Perpetuo de la República, cargo que ejerció hasta el día de su fallecimiento el 20 de septiembre de 1840.

Rodríguez de Francia ( Yo, el Supremo, como lo designó el escritor paraguayo Augusto Roa Barrios, Premio Cervantes 1989 ) organizó la defensa de la provincia que se independizaba de España, detuvo las pretensiones expansionistas de Brasil, y la de Buenos Aires de subordinarla como mera provincia de la naciente Argentina; organizó la hacienda pública, la economía, controló la influencia de la Iglesia católica en la cosa pública, alfabetizó la nación y, definitivamente, creó la Republica de Paraguay

Simón Bolívar llegó a ejercer igualmente (al estilo original romano) el título de dictador de la Gran Colombia desde 1828 hasta su fallecimiento en 1830. Investidura que aceptó dada la inestabilidad y creciente amenazas de guerras civiles que comenzaban a expresarse, sin haberse aún alcanzado totalmente la independencia.

Las otras dictaduras hispanoamericanas han sido meros golpes militares sin mayor trascendencia, en beneficio de un reducido sector nacional, normalmente el económico dominante.

Un alcance diferente a la dictadura y la tiranía es la “auctoritas” o capacidad de ejercer el mando con firmeza bajo el imperio de la ley, y en función del Bien Común al cual se está obligado a servir con inteligencia, transparencia y seguridad. Auctoritas sin complacencias a parcelas de influencia para alcanzar la paz social requerida en la convivencia.

“El sistema de Gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”, tal como lo definió Simón Bolívar (Discurso de Angostura, 15.02.1819)

La democracia es un fin es si misma, siempre que vaya acompañada de los objetivos propuestos, y la “auctoritas” es consustancial con la democracia; “demos” (pueblo) y “cracia” (dominio, autoridad, mando) esto es, “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” como la definió Abraham Lincoln (Gettysburg, 19.11.1863). Si en El Salvador o en cualquier país del mundo se está atendiendo ese mandato, y no a parcela de influencia social alguna, es obvio que se está en presencia en y con el pueblo.

Un comentario sobre “De dictadores, tiranos y demócratas

  1. Excelente aporte para la historia y deja abierta la puerta para el análisis y la reflexión política actual en nuestra región. Muy bueno.

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