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En un país que en 25 años vivió tres intentos de golpe de Estado y que atraviesa una grave crisis económica y política, es normal que muchas miradas estén puestas en el ejército.
Es lo que sucede hoy en Venezuela, donde desde hace cinco semanas parte de la población protesta en la calle contra un gobierno con un fuerte componente militar no ajeno a las tensiones.
Hay varios datos que indican la fuerte conexión entre ejército y gobierno. Estos son algunos.
De los 29 ministros del gabinete, 10 son militares o exmilitares.
Pese a que las fuerzas armadas deben ser apolíticas, según la Constitución, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, cierra así sus comunicados: «Chávez vive, la patria sigue. Independencia y patria socialista».
Desde septiembre del año pasado hay oficiales encargados de la distribución de aceite, arroz, café y de muchos otros rubros de alimentación e higiene. Incluso hay uno responsable del papel higiénico, las toallas sanitarias y los pañales desechables.
Decenas de personas arrestadas recientemente en protestas y saqueos están siendo juzgadas por tribunales militares, lo que ha generado las críticas de ONGs y hasta de la Fiscalía.
Y recientemente, el presidente, Nicolás Maduro, dijo que la Constituyente que prepara para rehacer la Carta Magna será «militar», aunque no dio más detalles.
Estas son algunas razones por las que el ejército es un actor político clave hoy en día.
Dependencia constante
«Nunca antes como ahora habíamos visto tanta presencia militar en la sociedad», dice a BBC Mundo Hernán Castillo, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar y experto en seguridad, defensa y en relaciones civiles y militares en Venezuela.
Esa dependencia entre sociedad y ejército es constante en la historia contemporánea de Venezuela.
Sobre todo desde que el comandante Chávez promovió la recuperación de los derechos políticos de los militares en la Constitución de 1999.
Pero ahora aún alcanza una cota mayor.
«La Fuerza Armada se involucró más en el desarrollo nacional y en la vida pública», analiza en diálogo con BBC Mundo el exmilitar Clíver Alcalá, leal a Chávez, al que acompañó en el intento de golpe de febrero de 1992, pero crítico con su sucesor, Maduro.
«Ahora con Maduro se ha generado mayor exceso en la dependencia del presidente ante la Fuerza Armada, porque ha ido perdiendo apoyo político en los civiles. Ha asumido un viraje hacia lo militar en la búsqueda de mantener apoyos», dice Alcalá.
A más presencia pública, más responsabilidad le achacan los opositores al ejército en un momento en el que culpan al gobierno de la crisis económica y política y hasta de una deriva autoritaria.
De ahí que las apelaciones cada vez sean más directas.
«Hago un llamado a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. No dejen que se les utilice como herramienta de presión política», dijo, por ejemplo, Julio Borges, uno de los líderes de la oposición y presidente de la Asamblea Nacional.
El diputado opositor José Manuel Olivares, por su parte, fue más contundente este miércoles: «Fuerza Armada Nacional, generales, capitanes, tenientes, ustedes son el muro entre la Venezuela que quiere cambio y la Venezuela que defienden con balas».
El gobierno asegura que con esos llamados lo que buscan sus rivales políticos es una insurrección golpista. La oposición dice que solo quiere apelar a la conciencia de los rangos medios y bajos del ejército para que no cumplan las supuestas órdenes de represión.
Hermetismo
En el hermético mundo militar poco trasciende. La cúpula da muestras de cercanía con un gobierno que ha dado a las fuerzas armadas una gran cuota de poder más allá de la defensa y seguridad, como por ejemplo con la importación y distribución de alimentos.
Alcalá, que fue mayor general y estuvo 34 años en el ejército, considera «contra natura» que haya empresas militares involucradas en la administración económica del país.
Aunque la cúpula parece bastante leal a Maduro, algunos analistas dicen que el descontento es palpable en los rangos medios y bajos.
El líder opositor Henrique Capriles reveló hace varios días que 85 oficiales fueron detenidos por mostrar descontento y que más de 1.000 soldados están pidiendo la baja por el mismo motivo.
«Eso sería un cisma en la fuerza armada», dice a BBC Mundo Rocío San Miguel, experta en defensa, directora de la ONG Control Ciudadano y escéptica ante los números que da Capriles, dos veces candidato presidencial.
«Esa cifra especulativa no existe, no existe tal cantidad de oficiales por subversión, en lo absoluto», rechazó en una entrevista con la agencia EFE el ministro de la Defensa, Padrino.
El gobierno sí confirmó a final de abril que tres militares habían solicitado refugio en Colombia y pidió su entrega. Los acusa de querer instigar un golpe de Estado.
«El verdadero sentir no se ve», dice Alcalá. «Siento que la cosa no está bien, definitivamente hay un quiebre», afirma sin dar información que lo respalde.
La sombra de Baduel
En la sombra aparece la figura de Raúl Baduel, exmilitar, exministro de Defensa con Chávez y hombre clave en el retorno del presidente al palacio de Miraflores tras el golpe de 2002.
Baduel se fue alejando de Chávez y en 2010 fue condenado a ocho años por un delito de corrupción.
Este mes de enero, cuando ya disponía de libertad condicional, fue arrestado de nuevo. Días después se publicó una carta supuestamente escrita por él en la que llamaba al «desconocimiento de un régimen autoritario».
¿Pero tiene el ejército la solución al conflicto?
«La participación política de los militares en las crisis venezolanas es tradicional. Sin embargo, en esta oportunidad, la crisis no requiere de la intervención de los militares», opina el profesor Castillo.
«La intervención agudizaría todos los problemas«, agrega sobre un eventual golpe. El experto sí cree que podrían presionar para una salida pacífica y la convocatoria de unas elecciones generales, reclamo de la oposición.
Y la sombra del golpe
El golpe de Estado es una salida que rechazan prominentes líderes opositores como Henry Ramos Allup, diputado y expresidente de la Asamblea Nacional, quien esta semana en el parlamento lo consideró un «peligro» y lo calificó como solución «nefasta».
El profesor Castillo lo descarta de pleno, pese a cierta tradición golpista en la historia contemporánea del país.
«Una salida militar no es deseable y afortunadamente no es posible. Un golpe clásico como en los (años) 70 no es posible. Además, la coyuntura internacional ya ha cambiado, ya no estamos en Guerra Fría», afirma.
Para Alcalá «no hay necesidad» de un golpe, sino de hacer cumplir la Constitución.
«Siento que cada día se acerca más el cumplimiento de la Constitución», dice con el mismo aire críptico que rodea hoy en día a la Fuerza Armada de Venezuela.