El Salvador: Decisiones

        Juan José Monsant Aristimuño

No, no se trata del álbum “Buscando América” de Rubén Blades, grabado en 1983 y presentado en 1984, entre cuyas canciones se encuentra Decisiones, muy comentado para la época; y otra, que las estaciones de radio del momento,se negaron a transmitir, “Desapariciones”, para evitarse  problemas con las autoridades de turno, aunque el álbum fue grabado en Nueva York.

Blades, en todas sus composiciones, el contenido social está presente, con esa mezcla de jazz con salsa y un tanto de cumbia que acompaña la letra. Son como manifiestos políticos de denuncia, con anhelos de cambios de comportamiento tanto de la institucionalidad formal, como del individuo ante el mundo que le rodea y le torna miserable, al sentirse condenado a una unidimensionalidad impuesta por el entorno,  sus falencias y propias decisiones.

Al final es el libre albedrío, esas dos palabras que son una sentencia que nos condena o libera. No solo por hacer el bien o evitar el mal, sino porque ese libre albedrío, consubstancial con la cultura occidental y con el cristianismo, no solo nos condena o libera, sino que condena o libera al entorno social al cual pertenecemos, desde el mismo seno de la pareja, la familia o de la sociedad a la cual pertenecemos, llámese ciudad, nación  o país.

En lo espiritual, una mala decisión por acción u omisión se le juzga por la intención, si hubo o no intención de causar un daño. Igual sucede con la legislación penal, por ello hay delitos dolosos y delitos culposos. Los primeros son aquellos cometidos con intención de causar daño, en los segundos no existió la intención, pero se causó igualmente por descuido, ignorancia o fuerza mayor.

De modo que cada acción u omisión nuestra trae una consecuencia buena, mala o indiferente. Y como somos observadores del hecho social, es inevitable trasladar nuestras observaciones, criterios y deducciones de la particular a lo general, de lo individual a lo social. Por ejemplo, leo el editorial del  diario El Mundo de El Salvador dedicado al proceso electoral del próximo domingo cuatro de febrero, con el fin de elegir al presidente de la República y a los sesenta diputados que integrarán la Asamblea Nacional.

Estas elecciones son excepcionales e inéditas en ese país centroamericano “El pulgarcito de América”, por muchas razones; pero las dos más importantes son: 1) se elige por primera vez desde la Constitución de 1983 a un presidente en forma consecutiva y, 2) porque desde 1992 la Asamblea que contaba con 84 diputados, fue reducida por ley a 60 diputados, y coincide este año con la presidencial, dado  que normalmente estos procesos son separados, más, este año coincidieron las dos convocatorias.

Hay otra reflexión señera, salvo el Partido Nuevas Ideas del actual presidente Nayib Bukele, el antiguo sistema partidista dominante, el FMLN  y el gobierno presidido por Alfredo Cristina de ARENA, prácticamente desaparecieron del panorama político nacional (los firmantes de los Acuerdos de paz de 1992), y sus actuales candidatos presidenciales son muy poco representativos de las que fueren esa dos instituciones políticas en el pasado. Y la otra circunstancia es que todas las encuestas coinciden en señalar que el presidente Bukele posee una intención de voto superior al 70 por ciento del electorado.

De allí que el editorial haga un llamado para que “el electorado decida con sensatez, con criterio propio, alejado de la emoción despertada por la propaganda electoral, para tomar una decisión lo más libre de influencia posible…analice lo que han hecho los aspirantes a la silla presidencial, la gente que le rodea…qué candidato puede unir al país, y pregúntese qué país quiere en los próximos cinco años…”

En este muy sentido y bien elaborado editorial, se resume la realidad actual no solo de El Salvador sino la de muchos países de Hispanoamérica; entre ellos Venezuela, donde tenemos una candidata, María Corina Machado, a la presidencia de la república que representa, no lo “políticamente correcto”, sino literalmente, la soberanía nacional, lo que el pueblo, la ciudadanía, el electorado quiere para sí y  su país. Aseveración que hacemos no por encuestas o premoniciones, sino porque fue elegida, designada libremente por el 93 por ciento del elector que participó en una primarias de partidos, con el fin de elegir al candidato a enfrentar la tiranía que representa Nicolás Maduro, quien hoy hace todo tipo de artimañas para anular su representatividad.

Al final, todo se reduce al dilema de las decisiones, que cambian definitivamente nuestra existencia y la de otros; y que tan lejos estamos dispuestos a asumir sus consecuencias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *