.
.
,
.
.
.
.
«…cifras recientes de la UNESCO indican que, con la sola excepción de Brasil que invierte 1,26% del PIB en investigación y desarrollo tecnológico, son pocos los países de la región que han logrado avances notables en esas actividades en comparación con economías de países emergentes, y el promedio regional es de solo 0.73% del PIB, con Argentina con 0.59% y México 0.44%»
.
José Ignacio Moreno León*
La UNESCO inició en 2011 el Programa de Evaluación Mundial de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación y el apoyo al fomento de estas actividades a nivel de los gobiernos de los 195 estados miembros de ese organismo, y en su reciente informe sobre la Ciencia 2021 se incluye una evaluación histórica de este sistema de apoyo y se examinan los programas que adelantan los países para lograr, con el soporte científico, un futuro inteligente, tanto en el plano ecológico como digital, con objetivos de alcanzar las metas de desarrollo sostenible establecidas por la ONU. Se entiende así que la futura competitividad va a depender de la prontitud con la que se logren los cambios hacia la creación de “sociedades digitales”, es decir sociedades en las que gran parte de sus actividades se sustenten con el apoyo de las tecnologías y medios digitales, lo que obviamente va a impactar los modelos productivos y de negocios de los países y además contribuirá a aumentar la competencia entre los mismos.
Lo anterior representa un gran reto, especialmente para los países rezagados en su incorporación a las demandas de la revolución de la información y el conocimiento que, al impulso de Internet, se ha venido, desarrollando en las últimas décadas. Tal es el caso, como veremos, de los países latinoamericanos y específicamente de Venezuela, pais que en las dos últimas décadas ha sufrido un grave deterioro en su sistema educativo y de ciencia y tecnología.
La fuente de la UNESCO, con cifras de 2018 señala que 8 de cada 10 países son en gran medida receptores de conocimientos científicos y tecnológicos extranjeros, ya que su inversión en ciencia, tecnología e innovación no alcanza el 1% del PIB, cuando la cifra promedio anual es de aproximadamente 2,27%. Igualmente se mencionan países que más invierten en la promoción de la investigación y el desarrollo científico y tecnológico, expresada esa inversión como porcentaje del PIB, con los correspondientes relevantes logros de progreso, como índices de desarrollo humano (IDH), entre los que destacan Israel 4,95% (0.919), Corea del Sur 4,81% (0.916), Suiza 3,37% (0.955), Suecia 3,34% (0.945), Japón 3,26%, (0.919).
En los países referidos el esfuerzo en la promoción científica y tecnológica está alineado con la importancia del número de investigadores por millón de habitantes, así mientras la cifra mundial es de 1368 por millón de habitantes, en Israel es de 8200, en Corea del Sur es de 7980, en Japón 5331, Suecia 7590, Suiza 5257. Estos logros reflejan igualmente los importantes avances en el sistema educativo de estos países, destacándose Japón con novedosos contenidos académicos que implican cambios radicales orientados a formar ciudadanos con elevados niveles cívicos para el mundo globalizado.
En cuanto a América Latina, cifras recientes de la UNESCO indican que, con la sola excepción de Brasil que invierte 1,26% del PIB en investigación y desarrollo tecnológico, son pocos los países de la región que han logrado avances notables en esas actividades en comparación con economías de países emergentes, y el promedio regional es de solo 0.73% del PIB, con Argentina con 0.59% y México 0.44%. Para 2018 la región contaba con el 3.5% del total de investigadores del mundo, con una generación de patentes de sólo el 0.3% del total mundial. El número de doctorados por millón de habitantes revela igualmente indicadores del retraso de la región para potenciar su desarrollo científico y tecnológico; así mientras Alemania tiene 333 investigadores por millón de habitantes, Australia 299, Corea del Sur 240, Israel 201, en América Latina el país que tiene la cifra regional más alta es Brasil con solo 70 investigadores por millón de habitantes, seguido de Argentina con 44 y México con 42.
La realidad venezolana en el campo educativo y en especial en lo relativo al desarrollo científico y tecnológico del país refleja una dramática crisis en comparación con los esfuerzos de los países más avanzados, e inclusive con algunos de los países de la región. No existe información oficial actualizada sobre el porcentaje del PIB destinado al desarrollo científico y tecnológico en Venezuela. Según algunas fuentes la cifra para 2013 era del 0.66% y 0.76% en 2014 y se señala que esa inversión había caído a 0.40% para 2015. Según el SCImago Journal Ranking, empresa que valora la influencia científica de las revistas académicas, en 2009 Venezuela producía 2.72% de los artículos científicos que en América Latina se publican en revistas indexadas y para 2014 dicho monto había caído a 1.76% con marcada tendencia a seguir bajando. Esta tendencia se confirma con datos de ASOVAC que señalan que en la convención de esa institución realizada en 2017 solo se presentaron 160 trabajos científicos cuando en 2006 la concurrencia de los mismos fue de cerca de 2000. Otras fuentes indican que la caída de la producción científica de proyectos financiados por el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología bajó de 974 en 2012 a solo 62 en 2015, está drástica contracción responde a la diáspora de investigadores y a los cambios introducidos en la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación cuyos ingresos, producto igualmente de la crisis económica se redujeron en 44%.
El tema de la diáspora de docentes e investigadores y de la crisis de nuestro sistema educativo y de ciencia y tecnología merece unas breves consideraciones. En la obra de reciente publicación Antología del Pensamiento Científico Venezolano de los académicos investigadores Requena, Merino y Bruñí Celli (1) se señala, entre otras razones, que la crisis del sector ciencia y tecnología está vinculada a la prejuiciada visión gubernamental en relación al desarrollo del mismo, concibiendo la investigación científica con criterios de “democratización y desmitificación de la ciencia y la tecnología,” rechazando la excelencia y demeritando la figura del investigador profesional. En dicha obra los autores textualmente señalan que “…el sistema de ciencia y tecnología venezolano está inmerso en una profunda crisis debido al clientelismo político, la glorificación de la mediocridad, rechazo a la excelencia y erradas medidas de financiamiento, promovidas como políticas desde la Presidencia de la Republica. “A esto se agregan la profunda crisis de recursos de las universidades y el deterioro salarial que han sufrido en las dos últimas décadas los académicos e investigadores, cuyas remuneraciones, en dólares equivalentes, según datos recientes no superan los 11 dólares para un profesor titular a dedicación exclusiva, lo que contrasta con dichas remuneraciones en dólares para docentes equivalentes en Brasil 5000, Colombia 3000, Argentina 1900, Haití 789. Es por ello que en una reciente encuesta del Observatorio de Universidades sobre la Condición de Vida de la Población Universitaria en Venezuela (Enobu 2021) se señala que 7 de cada 10 docentes dedica parte de su tiempo a otra actividad y lo máximo que puede aspirar un titular a dedicación exclusiva es 11,14 dólares al cambio actual. Todo lo anterior explica la enorme diáspora que, según la obra referida, alcanza en las últimas dos décadas a más de 2500 científicos y en la actualidad no más de 2200 científicos están activos en el país, cuando para el año 2000 Venezuela contaba con 6190 investigadores activos. (2)
El panorama que visualiza la UNESCO sobre los avances de la ciencia y la tecnología y su impacto en el desarrollo de los países, incluyendo la configuración de un futuro inteligente y sociedades digitales para asegurar la competitividad, pone en evidencia el dramático estado en que se encuentra el sistema de ciencia y tecnología en Venezuela y las dimensiones del reto que debe enfrentarse para superar esa grave crisis que pone en riesgo el futuro nacional. Se trata de realizar, con urgencia, un gran esfuerzo para recrear las condiciones que permitan superar los difíciles escollos que se han creado en las últimas décadas para el avance científico y tecnológico del país. Pero ese cambio necesario supone igualmente impulsar, sin reservas, las transformaciones que demanda nuestro sistema educativo, a todos sus niveles, no solo para superar los daños causados por las nefastas políticas y acciones del régimen actual asfixiando presupuestariamente a estas instituciones, manteniendo sueldos de miseria a los docentes y violentando la autonomía universitaria, sino igualmente para incorporar un modelo de educación en valores y orientado a formar ciudadanos capaces de desempeñarse exitosamente en la sociedad de la información y el conocimiento -esa sociedad digital y ese futuro inteligente al que se refiere la UNESCO-.
Para lograr esas reformas impostergables se requiere promover un gran acuerdo nacional que garantice, en un adecuado proceso de transición, la gobernabilidad para impulsar, con soporte internacional y considerando las nuevas realidades globales, no solo los cambios referidos, sino igualmente para emprender la reconstrucción de la institucionalidad democrática y la promoción del capital social con los principios y valores éticos y ciudadanos como apoyo al desarrollo humano no rentista y sustentable del país. Ese objetivo histórico sólo será posible descartando los falsos dirigentes que manejan la política con miopes objetivos y oscuros intereses personalistas y crematísticos. Lo cual supone que quienes deban hacer operativo el acuerdo nacional se convoquen al margen de intereses grupales o conciliábulos politiqueros cortoplacistas; es decir incorporando ciudadanos con elevados principios éticos, cívicos y patrióticos, sólida formación, comprobada idoneidad y que estén absolutamente comprometidos con el interés nacional.
- Jaime Requena, Fernando Merino, Blas Brunicelli, Antología del pensamiento científico venezolano, Kálathos ediciones, Madrid, noviembre 2020.
- Ibíd.
- Ex Rector Universidad Metropolitana, Caracas. Miembro del Center for International Affairs de la Universidad de Harvard.