En 1933, un internado muy particular fue fundado en Rusia: Interdom. Su misión era proveer un hogar para los hijos de los revolucionarios de todo el mundo. Entre sus pupilos se contaron los hijos del chino Mao, el yugoslavo Tito y la española La Pasionaria.
En 1939, una palestina de 9 años de edad estaba en una casa para niños rusa, sollozando sin cesar.
Su madre se iba a Líbano para retornar a la lucha comunista que había dejado unos años antes, y a reunirse con su padre, quien era el secretario del proscrito Partido Comunista de Siria, Líbano y Palestina.
Dualia Saadi se quedó en Rusia para siempre.
«Le pregunté a mi madre muchos años después: ¿cómo pudiste hacerlo?»
«Ella dijo, ‘Daulia, ¿qué podía hacer?'»
«Nuestros padres eran tan apasionados por la lucha revolucionaria que dejaron a sus hijos en otro país».
«Sus vidas fueron anormales.»
Buenos recuerdos
Saadi pasó su infancia en Interdom, en Ivanovo, 250 km al noreste de Moscú.
Décadas más tarde, tiene muy buenos recuerdos -al igual que muchos otros ex alumnos- de cantar canciones revolucionarias y de regocijárse con la idea de que sus padres estaban haciendo del mundo un lugar mejor.
La escuela se aseguró de que los niños aprendieran su propia lengua, historia y cultura, por lo que se esforzó por encontrar maestros de hasta los idiomas menos hablados.
A diferencia de otros niños soviéticos, los estudiantes recibían información del extranjero y se les permitia viajar a visitar a sus padres.
Daulia Saadi se acuerda del hijo mayor de Mao, Mao Anying, que era conocido en Interdom como Sergei Yun Fu.
Sergei Yun Fu está en la fila de atrás de segundo de izq. a der.
Su historia tuvo un fin trágico. Según algunos antiguos alumnos Interdom, a su regreso a China, Mao Anying chocó con su padre, a quien acusó de crear un culto a la personalidad. En parte por esta razón se ofreció como voluntario para combatir en Corea y allá murió.
Los hijos de los conflictos del siglo XX
La idea de un internado para niños revolucionarios vino de una activista suiza, Mentona Moser, cuya familia fundó la empresa relojera Moser.
Cuando viajó a Rusia en 1926, Moser se sintió tan inspirada por el Estado comunista que decidió donar parte de su herencia a la creación de la escuela.
La ayudó un compatriota, Fritz Platten, más conocido por ayudar a los emigrados rusos que estaban en Suiza a regresar a Rusia en 1917, entre ellos al primer dirigente de la Unión Soviética, Vladimir Lenin.
Se cuenta que Platten organizó el tren sellado que llevó a Lenin a través de la Europa ocupada por los alemanes hasta San Petersburgo.
El primer hogar para niños se fundó cerca de Podolsk, al sur de Moscú, pero en 1933 un nuevo edificio fue construido en Ivanovo, financiado por los trabajadores textiles de la ciudad.
Los primeros en llegar fueron los hijos de los antifascistas de Bulgaria y Alemania, pero con el tiempo los activistas políticos de todo el mundo enviaron a sus hijos a Ivanovo. Los jóvenes venían de Grecia, Austria, Italia, España, Chile, Irán, Angola, Etiopía y Somalia.
Con la lista de países se puede hacer un mapa de las grietas políticas y los conflictos del siglo XX.
Iguales y cosmopolitas
Ivanovo también fue refugio para niños durante el bloqueo de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial y después del accidente nuclear de Chernobyl en 1986.
En total, 5.000 niños de 85 países pasaron por las puertas de Interdom.
Lo que muchos de los antiguos alumnos valoran más es el espíritu internacional que se deriva de esto.
«El Interdom me dio una visión cosmopolita», dice Beatrice Otigo-Potapova, cuyo padre era un prominente político de Kenia y amigo personal del veterano miembro del politburó soviético Anastas Mikoyan.
«Yo me niego categóricamente a aceptar cualquier forma de nacionalismo, ya sea negro o blanco, no hace ninguna diferencia para mí. Además, honestamente, uno tiene que decir las cosas como son y amar a la gente por lo que es».
Otros dos amigos, Tavanei Ayalny de Etiopía y Varsami Aidi de Somalia, se hacen eco de esa opinión.
Ayalny y Aidi: no hay guerra entre hermanos.
«Los dos somos africanos, pero nuestros países estaban en guerra. Sin embargo, eso no nos importó. Somos hermanos. Esa fue la enseñanza principal que nos dejó Interdom».
[box_light]Amaya Ruiz Ibarruri, hija de la comunista española La Pasionaria, estudió en Interom.[/box_light]
Los niños necesitados de hoy
Los últimos 10 años, previos a su 80 aniversario este año, han sido difíciles para la Interdom.
Los planes de convertirlo en una academia militar sólo se frenaron después de que los estudiantes le escribieron al presidente Vladimir Putin e hicieron una huelga de hambre. La escuela sobrevivió, pero perdió su condición de «internacional».
Ahora, la mayoría de los niños son de Rusia y las ex repúblicas soviéticas, y provienen a menudo de lugares en los que hay conflictos etnicos.
Pero una asociación de graduados ha formulado recientemente un llamamiento a las autoridades rusas para que vuelva a ser «internacional».
Sugieren que se podría proporcionar como un hogar a los niños de las zonas de conflicto, como Libia o Siria, o de las zonas afectadas por terremotos, tsunamis y otros desastres naturales.
Aunque la era de las revoluciones comunistas pasó, otra generación de niños, en la opinión de los ex alumnos, podría crecer para servir como «embajadores de la cultura rusa» en el extranjero.
Esos años de Guerra Fría, con contradicciones enormes con la actual situación de supremacía global del capital financiero, nos hacen meditar en los aciertos y errores en la lucha entre imperios. Tanto ayer como hoy arrastraron a guerras y a rebeliones a países y naciones dueñas de recursos naturales. Los bienes comunes de los habitantes como los de nuestra América Latina -hoy de aniversario de su colonización- ahora más que antes están en peligro de expropiación de parte de las grandes potencias. Estamos en la lista de espera de las guerras de dominación y colonización. Los recursos cada vez más escasos, tienen precio en las bolsas de comercio. Están en el teatro de operaciones geopolítico de expansión del capital. Invito a la reflexión sobre la propiedad del mar, del agua, de la energía. Goethe lo describe con enorme profundidad en su obra maestra «Fausto», la avidez de Mefistófeles. Los débiles entre los débiles, los niños, están en el saco, ¿lo podríamos comparar al lavado de cerebro a Margarita, la protagonista y víctima de la crueldad del hombre cuya ambición desmedida arrasa sobre almas y naturaleza?.