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« … el déficit de liderazgo y la corrupción constituyen las mayores amenazas antidemocraticas…
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«…es hora de la sociedad civil, pero no para reforzar vicios del presidencialismo, sino para hacerse sentir con mandatos que aseguren la gobernanza democratica.»
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José Ignacio Moreno Leon
Análisis Libre Internacional
.Los tiempos de crisis social, económica y de valores arrastran irremediablemente hacia una crisis global política y de gobernabilidad. Esta situación de turbulencia se hace más notoria en gobiernos que han llegado al poder amparados en el sistema presidencialista, que históricamente impera en la gran mayoría de países de America Latina. Un sistema de gobierno con los vicios del caudillismo y del mesianismo carismático que ha caracterizado la sociedad iberoamericana, como herencia cultural hispánica y factores históricos e institucionales, derivados del régimen de conquista y colonización y que explica en gran medida el subdesarrollo político y económico de la región.
Los sistemas de gobierno presidencialistas han sido predominantes en Latinoamérica, con frecuentes tendencias autoritarias, centralistas y populistas que, por la inflexibilidad de este sistema, en muchos casos son incapaces de superar situaciones críticas y conflictivas, por lo que concluyen en regímenes fallidos, es decir, en el colapso del mandato presidencial antes del periodo de gobierno establecido. Esta tendencia se ha acentuado en las últimas décadas, conjuntamente con el notable deterioro del respaldo ciudadano al sistema político partidista por las frecuentes fallas de los operadores políticos tradicionales, más preocupados por sus propios intereses -muchas veces crematísticos-, que por servir como genuinos líderes en función del interés colectivo.
Son númerosos los casos de presidencias fallidas que han profundizado las situaciones críticas en sus países, poniendo en grave peligro la institucionalidad democrática. En las últimas tres largas décadas de la historia de la endeble democracia latinoamericana, los ejemplos que señalamos a continuación de presidentes electos que han sido desplazados del poder por la incapacidad para lograr consensos frente a situaciones críticas o por escándalos de corrupción, ponen en evidencia
las debilidades del presidencialismo: Hernán Silez Suazo (Bolivia 1985), Jaén-Bertrand Aristide (Haití 1991), Fernando Collor de Melo (Brasil 1992), Jorge Serrano (Guatemala 1993), Carlos Andrés Perez
(Venezuela 1993), Joaquín Balaguer (Rep. Dominicana 1996), Abdala Bucaram (Ecuador 1997), Alberto Fujimori (Peru 2000), Jamil Mahuad (Ecuador 2000), Fernando de la Rua (Argentina 2001), Gonzalo Sánchez de Lozada (Bolivia 2003), Aristide (Haití 2004), Carlos Mesa (Bolivia 2005), Lucio Gutierrez (Ecuador 2005), Fernando Lugo (Paraguay 2012), Otto Pérez Molina (Guatemala 2015), Dilma Rousseff (Brasil 2016), Pedro Pablo Kuczynski (Peru 2018), Evo Morales (Bolivia 2019), Pedro Castillo (Perú 2022).
La democracia posmoderna frente a estas evidentes debilidades del presidencialismo debe igualmente confrontar los retos de cambio de la sociedad de la información y del conocimiento, que se mueve aceleradamente al impulso de Internet y la revolución digital y que está facilitando el control real de los ciudadanos en la búsqueda directa de la solución de sus problemas, minimizando la representatividad y por ello contribuyendo a la crisis de los tradicionales partidos políticos y de sus operadores que están viendo menoscabada su función de intermediación, deteriorada además por el desprestigio causado por sus frecuentes manejos oscuros y en menoscabo del interés colectivo y de la búsqueda del bien común, que deben ser los objetivos fundamentales de un verdadero liderazgo político.
Las anteriores circunstancias explican el surgimiento de nuevas organizaciones, movimientos y grupos de presión de la sociedad civil que representan una renovación tanto en el estilo operativo, como en la estructura de la actividad política, todo como respuesta a las agrupaciones caudillescas y a las viejas macroestructuras clientelares y excluyentes de la tradicional democracia representativa y de los vicios del presidencialismo. Igualmente el pronunciado descontento de la sociedad con la democracia y los políticos y sus organizaciones está relacionado con el frecuente pobre desempeño de los gobiernos democráticos presidencialistas, con gobernantes incapaces de lograr consensos para confrontar situaciones críticas, comúnmente vinculadas a la desigualdad social, el desempleo, la inseguridad, el crimen organizado y en general el deterioro de la calidad de vida de los ciudadanos.
Sin embargo, a nuestro juicio, el déficit de liderazgo y la corrupción constituyen las mayores amenazas antidemocraticas. Hay que resaltar que en las últimas dos decadas, y según informe del Departamente de Justicia de Estados Unidos, solo por el escandaloso caso de corrupción, promovido por la empresa brasileña ODEBRECHT, mediante sobornos millonarios a mandatarios y políticos latinoamericanos, se han visto, hasta la fecha, involucrados y removidos de sus cargos o enjuiciados posteriormente 9 presidentes y otros funcionarios públicos y más de 10 altos dirigentes políticos en diferentes países de la región. El referido Informe señala que 12 países recibieron 788 millones de dólares en sobornos de esa importante empresa brasileña, de los cuales 349 millones de dólares corresponden a comisiones ilegales pagadas en Brasil. Y entre los otros casos más importantes 98 millones en Venezuela, 92 en República Dominicana y 59 en Panamá.
Por todo lo anterior, para contribuir a solventar los frecuentes problemas de gobernabilidad en el sistema presidencialista, y ante la ausencia de un sistema como el parlamentario que, por su flexibilidad, asoma mayores ventajas para confrontar situaciones complejas de gobierno, se impone la necesidad de recurrir a la figura de elecciones primarias para la escogencia de candidatos que aspiren al mandato presidencial, con sólidos principios éticos y capacidad y liderazgo para asegurar la gobernanza en la solución de esas difíciles realidades.
Pero en ese proceso de elecciones primarias debe incluirse, además propuestas concretas de la sociedad civil que comprometan al elegido en su cumplimiento prioritario en funciones de gobierno, tales como la voluntad y el compromiso de conformar un gobierno de unidad nacional, que sea el reflejo del interés colectivo para la solución de la crisis, y por tanto integrado por personalidades de reconocida solvencia moral, política y técnica para evitar los habitos del amiguísmo y del respaldo incondicional al jefe de gobierno, lo que con frecuencia, degenera en los males del presidencialismo. Igualmente las primarias deben comprometer al elegido en la lucha contra la corrupción, con una formulación que obligue a la ejecución de este mandato, de manera eficiente y oportuna, para tratar de erradicar los manejos pocos transparentes y antiéticos en la gestión gubernamental que, como hemos señalado, mucho daño le han hecho a la democracia en America Latina.
No hay dudas que en momentos conflictivos y de profundas crisis es la hora de la sociedad civil, pero no para reforzar los vicios del presidencialismo, sino para hacerse sentir, con mandatos que aseguren la transparencia en la gestión pública y la realización de los cambios requeridos, en un entorno de gobernanza democrática, en la que se gobierne no solo para los ciudadanos sino fundamentalmente con los ciudadanos.
Por ello es importante recordar que el proceso democrático de elección del jefe de gobierno, que es también jefe del Estado en el sistema presidencialista, requiere además de una democracia de
ciudadanos, es decir de una sociedad civil con adecuada cultura política que sepa elegir y que sepa reclamar oportunamente al elejido, cuando no responda a las expectativas del electorado, ya que como acertadamente lo sentenciara George Orwell (1903-1950): “El pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es victima, es cómplice”(1)
- George Orwell, La Rebelión de la Granja -1945.
Sorprende el esfuerzo historiográfico así como su pragmática vinculación politologica, concediéndole al lector experto la escasa oportunidad de comprender el porque de las falencias de gobernabilidad se actualizan dentro del escenario en tiempo y espacio escogido por el autor. Es material tanto para Escuelas de Derecho Público como para Academias militares.