Walt Disney las coloreó en el cine y Xavier Cugat las grabó… En los años veinte, aparecieron canciones españolas y mexicanas que causaron furor… En los años treinta, Cole Porter se dejaba seducir por la cadencia de la rumba…
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Eleazar López-Contreras
www.cinquillo.blogspot.com
A partir de 1920, las melodías de la época de oro de la canción latina cruzaron al norte del Río Grande en brazos de la radio y el disco; pero fue principalmente en los años cuarenta, cuando Walt Disney las coloreó en el cine y Xavier Cugat las grabó y tocó en innumerables discos y programas de radio.
Más que ninguna otra orquesta latina, el Rey de la Rumba supo cautivar al público norteamericano con su exótica presentación de tangos, rumbas, sambas y congas, además de muchos boleros. Las de corte lento habrían de convertirse en imperecederas y hallaron eco en innumerables artistas norteamericanos y, particularmente, en las big bands, que popularizaron muchas de ellas.
Todo comenzó con la fiebre del tango, que copó la escena en la década de 1910. En los años veinte, aparecieron canciones españolas y mexicanas que causaron furor y que contribuyeron a confundir los gustos del norteamericano con híbridas mezclas de maracas con castañuelas, acordeones con marimbas y uno que otro incongruente olé en el medio de un tango, etc.
En los cuarenta, tomó vuelo la rumba, que ya sonaba en los años treinta, precedida por el descomunal éxito de El manisero, y aparecieron la conga y la samba, que fueron finalmente fulminados por el turbulento mambo, que borró toda una época de canciones seductoras para darle paso a ritmos más agresivos.
Las embelesadoras y predecibles melodías que prácticamente desaparecían del panorama musical del Norte (y que entre nosotros habrían de rescatar Los Panchos, en 1949), plasmaron estereotipos regionales en el gusto del público norteamericano, al crear una confusa imagen de lo auténtico, dada la indiscriminada mezcolanza que se hacía de ritmos y elementos afines.
Entonces predominaban una exótica samba, como Brasil o Bahía, o un tango, como Adios, muchachos —I Get Ideas— o El choclo, llamado en inglés Kiss of Fire (que, entre nosotros, dio origen al bolero Besos de fuego); o una habanera o un valse como Cielito lindo o La paloma (que era tocada, indistintamente, como rumba o como tango).
Estas melodías eran presentadas, indistintamente, con acordeones y marimbas, con la adición de claves, castañuelas y bongós. Sin embargo, en lo rítmico corrían paralelos dos estilos de música latina: la romántica y la movida.
Si la rumba presentaba su lado romántico con boleros adaptados a sus cadencias, con formas más digeribles para el gusto norteño, también este ritmo cubano le daba cabida y salida a lo movido, generalmente presentado con cuerdas y orquesta grande, con lo cual se rescataron estas piezas del limitado conjunto típico, que generalmente carecía hasta de contrabajo o trompeta. De este modo, con una presentación más ambiciosa, coexistían Aquellos ojos verdes con Mama Inés o Amor, amor, amor, o Frenesí con Cachita y El cumbanchero.
Pero fue lo romántico lo que más inspiró a los compositores norteamericanos. En los años treinta, Cole Porter se dejaba seducir por la cadencia de la rumba y descubrió al parecido beguine franco-caribeño, que plasmó en su trilogía: Night and Day (1932); Beguin the beguine (1935), popularizado en 1945, y I’ve got you under my skin (1936). Sin embargo, lo rápido también halló resonancia en el Norte.
En 1932, Vicent Youmans escribió la música de la cinta Volando a Río, que produjo la primera samba realmente popular en los EEUU. La carioca fue fiebre en 1933 y generó el mercadeo de toda suerte de adminículos como caramelos y sombreros.
En 1945, la publicidad recurrió a un personaje animado para promover la marca Chiquita Banana. Se trataba de una coqueta y saludable fruta que bailaba samba luciendo un tocado y maquillaje a lo Carmen Miranda. La fruta exótica —el banano entonces lo era— sólo reaparecería en el Norte con el calypso de Belafonte, con su Coconut Woman, que nadie aprovechó para promover el coco. Esto ocurría mientras que pasaban a la historia las viejas y memorables canciones latinoamericanas.
Con un público ajeno a esas finas y delicadas expresiones de ingenuo romanticismo, y siendo descorrido el velo del misterio que entonces envolvía al Caribe por los cruceros modernos, las melodías que hoy día se recuerdan y que son grabadas con insistencia, son piezas que sugieren el amor íntimo, como es el caso del bolero Cuando vuelva a tu lado, que bajo su versión inglés (What a Difference a Day Makes) es continuamente recogido por nuevos intérpretes. A todas esas imperecederas melodías, se le sumaron las líricas composiciones de Armando Manzanero, que pasaron a conformar una nueva etapa, al lado de la ya clásica bossa nova, que surgió de manos de Jobim y otros.
Ante el abrumador éxito de estas nuevas canciones, podrían recordarse el furor que causaron piezas como Tico Tico o La cucaracha, de viejísima data, o la más reciente Guantanamera. A éstas, podríamos agregarle otras melodías muy difundidas en diferentes momentos, tales como Perfidia, Adios (compuesta para competir con El manisero), Cuando calienta el sol y Tequila, que representan cuatro géneros: (1) el romántico; (2) el bailable; (3) 4) el influenciado por el rhythm and blues y el mambo; y (4) aquéllas influenciadas por el rock and roll.
De este modo, marchó la canción latina por las salas de baile norteamericanas, cuando las colas no se hacían en las tiendas o en el tren subterráneo sino para bailar la conga. No obstante, de todas éstas son sólo pocas las que se han mantenido en el tiempo. Hasta no hace mucho, quedaban unos cuantas con suficiente poder radial como para ser incluidas en las estadísticas, siendo muchas de ellas boleros conocidos.
1923 Cielito lindo (Kirino Mendoza, mexicano)
1923 La violetera (José Padilla, español)
1924 Amapola (José M. Lacalle, mexicano)
1925 Valencia (José Padilla, español)
1929 Siboney (Ernesto Lecuona, cubano)
1930 El manisero (Moisés Simons, cubano)
1930 Marta (Moisés Simons, cubano)
1931 Aquellos ojos verdes (Utrera-Meléndez, cubanos)
1934 La cucaracha (folklore mexicano)
1934 Allá en el rancho grande (Moro/Uranga, mexic.)
1934 Cuando vuelva a tu lado (M. Grever, mexic.)
1936 Para Vigo me voy (Ernesto Lecuona, cubano)
1937 Quiéreme mucho (Gonzalo Roig, cubano)
1938 Tipitipitin (María Grever, mexicana)
1939 Frenesí (A. Domínguez, mexicano)
1941 Bésame mucho (Consuelo Velásquez, mexicana)
1941 María Elena (Lorenzo Barcelata, mexicano)
1943 Solamente una vez (A. Lara, mexicano)
1943 Bahía (Ari Barroso, brasilero)
1944 Amor, amor, amor (G. Ruiz, mexicano)